Mónica García
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Mónica García ha escenificado sus carencias en su estreno en el noble arte de transaccionar desde el Ministerio de Sanidad. La ministra ha fracasado al intentar arrancar un acuerdo autonómico para conseguir que la mascarilla sea de uso obligatorio en los centros sanitarios, sociosanitarios y farmacias a las puertas del pico de contagios por virus respiratorios que se prevé. La decisión que tendría lógica, pero no ha prosperado por cómo se ha justificado.
García podrá enmendar este tropiezo, ya que el miércoles ha convocado una nueva negociación con los representantes autonómicos -y ya ha advertido de que impondrá su criterio si no hay pacto-. Tendrá más trabajo en encauzar la segunda gran iniciativa que ha lanzado, que los trabajadores se autogestionen bajas laborales por enfermedad común de hasta tres días. Según la política de Sumar, sería la fórmula para aliviar el colapso sanitario que existe en todo el país, también en Cataluña. El rechazo a la iniciativa ha puesto de acuerdo a la patronal y los sindicatos en su rechazo.
Foment del Treball ha alertado sobre la desprotección que implica para los trabajadores y el problema que provoca a las empresas, que tendrán problemas para detectar los fraudes que puedan existir (es decir, incide en un absentismo que es una de las lacras de la productividad de España). Por la parte social, se apunta a que la mejora de los servicios sanitarios, especialmente en la atención primaria, no pasan porque los trabajadores se autogestionen sus bajas laborales sino por reforzar los recursos. Y algo básico es que los enfermos reciban atención médica.
García ha llegado al ministerio de la mano de Yolanda Díaz por su trabajo en la oposición de la Comunidad de Madrid. Pero ahora está al frente de un ministerio y debe demostrar la gestión eficiente que ha reivindicado a lo largo de su trayectoria política. Por ahora, ha fallado en el primer intento.