Si durante la pandemia éramos los propios ciudadanos los que debíamos reconocernos médicamente y saber si teníamos el virus del Covid, si cuando hay sequía se nos pide a nosotros que no nos duchemos si vamos a hacer deporte, lógico es que, ante la evidencia de que los escolares ya casi no saben hacer la o con un canuto, seamos las familias quienes intentemos desasnarlos.

Tener un cargo en el Gobierno de Cataluña es un chollo, porque su única función consiste en pedir ayuda a los ciudadanos cuando alguna cosa no marcha bien, que suele ser siempre.

Anna Simó, la consellera del ramo, como buena política goza de mucho tiempo libre, con lo que lo de enseñar a leer a sus hijos, a sus nietos e incluso a los niños de los vecinos, es para ella como un juego. Puesto que esta gente que nos gobierna no ha tenido nunca que trabajar en serio, no puede ni imaginar que en algunas familias los dos progenitores se las ven y se las desean para ver un rato a sus hijos antes de irse a dormir.

--¿Cómo? ¿Me está usted diciendo que hay gente que trabaja por la tarde? Eso es imposible.

Como lo oye, consellera. No solo eso, sino que se trata de familias tan extrañas que creían que los impuestos que tan trabajosamente pagan servían para que la Administración enseñara a sus hijos, si no una carrera, que eso se reserva a los ricos, si por lo menos las cuatro reglas y un poco de ortografía.

Recibir una carta de la Administración nunca es bueno, ni siquiera, como el caso que nos ocupa, si procede de Departamento de Educación. La carta que mandó Anna Simó es totalmente prescindible, como corresponde a cualquier texto que surja de la Generalitat. Lo único destacable es el “compto amb vosaltres per fer pinya en favor d’una educació de nivell”, que en román paladino significa “si vuestro hijo no aprende nada es culpa vuestra, yo me lavo las manos”, que es también lo que corresponde a cualquier texto surgido de la Generalitat.

No es que los consellers de la Generalitat sean tan vagos que delegan en los ciudadanos para no tener que trabajar, que también, es que además son un hatajo de irresponsables, en el sentido literal y en el de que huyen de cualquier responsabilidad.

Si la educación no funciona, que la arreglen en casa las familias, haciendo de maestros; si urgencias se colapsa, que los enfermos no vayan a los hospitales a menos que estén al borde de la muerte; si organizamos un referéndum y sospechamos que puede haber disturbios, mandemos a los ciudadanos a “defender urnas”, a ser posible con sus hijos y sus abuelos; si falta dinero para investigación médica, montemos una Marató anual para que los catalanes aporten dinero para ello.

La próxima campaña institucional será para terminar con el problema de los sintecho, para lo cual animarán a todas las familias a acoger a uno en casa. De ahí a legalizar las patrullas ciudadanas para aumentar la seguridad en las calles no va más que un paso.

En el caso de los escolares, creo que debería de irse un poco más allá, y que, además de enseñar a sus hijos, los padres fuesen también los encargados de examinarles, no solo en primaria y secundaria, sino también en la universidad. Aprenderían lo mismo que ahora, más bien poco, pero por lo menos sacarían buenas notas, que los papás son muy indulgentes.

Cabe preguntarse si es necesario mantener a todo un Gobierno con los sueldos más altos de España para que, llegado el caso, seamos los propios ciudadanos quienes solucionemos nuestros propios problemas. Bastaría con poner en la Generalitat a una eficiente secretaria que mandase cartas a los ciudadanos en cuanto surgiese un contratiempo, y ya nos encargaríamos nosotros de todo. Igual que hasta ahora, pero ahorrándonos el dinero que les pagamos por no pegar golpe.