Han sido muchos años intentándolo, pero por fin lo hemos conseguido. Cataluña se va a quedar sin un gran premio de Fórmula 1. Cada vez somos más insignificantes, cada vez estamos más cerca de Murcia, con todos mis respetos a Murcia, que de Madrid. Ah, y también el Rally de Cataluña ha dejado de ser una prueba puntuable para el campeonato mundial de Rallies (WRC). Solo nos quedan las motos, pero con un poco de suerte nos las quitaremos de en medio en un par de añitos. Volvamos a la bici o mejor aún a andar con chirucas y capacho. Como los extremos se tocan es momento de recordar el grito de Millán Astrain ante el discurso de Unamuno en la Universidad de Salamanca: "Viva la muerte".

Si de algo puede presumir Cataluña es de tradición automovilística. El primer automóvil construido en la península ibérica fue gracias a Francesc Bonet i Dalmau. El Bonet, patentado el 12 de diciembre de 1889, era un triciclo de cuatro plazas propulsado con un motor de explosión Daimler de 2.5 CV. Luego vinieron el Hispano Suiza, el Biada-Elizalde y el Abadal-Buick. La industria del automóvil fue evolucionando y tras el Biscuter llegó la Seat que nació en Barcelona, lo mismo que Ebro. Vino Nissan, sin olvidar la presencia de Pegaso, Mercedes, Yamaha y Honda, entre otros, en nuestra tierra. Hablar del motor en España es hablar de Cataluña. Barcelona ha sido etapa de salida del Rally de Montecarlo y del Dakar, ha habido carreras en Montjuïc, no se puede entender el mundo de las motos sin Derbi, Ossa, Bultaco o Gas Gas. Contamos con una lista larguísima de campeones catalanes en rallies, en motos y, también, pilotos importantes de Fórmula 1. Por tener hemos tenido hasta mecánicos de competición de talla mundial. El motor, como el hockey, el balonmano o el waterpolo, siempre han hablado en catalán.

La peligrosa mezcla de arrogancia e ignorancia que invade todas las áreas de nuestra vida pública y que nos conduce irremediablemente a la irrelevancia, ha hecho que nuestro magnífico circuito de Montmeló languidezca poco a poco hasta el punto de, más que probablemente, perder la prueba del motor por excelencia, un gran premio de fórmula 1, cuando finalice el actual contrato en un par de años.

Frente a la inoperancia y abandono aparece en Madrid un equipo con visión y ganas, que ha logrado armar un proyecto creíble y con futuro, un proyecto privado con complicidad pública, un proyecto que une y no divide, un proyecto liderado por una persona con las ideas muy claras, José Vicente de los Mozos, apoyado por muchos profesionales, más de uno catalán, por cierto. No es casualidad que Repsol o Telefónica prefieran Madrid a Barcelona. Probablemente a sus directivos no les guste que se silbe el himno de España o que se prime el folclore local a la proyección internacional en actos que no son precisamente baratos. ¿Para qué esforzarse en un entorno donde todo son dificultades si a una hora de avión hay otro donde todo son facilidades? Ya lo hemos visto en el tenis y en la ópera, somos incapaces de modernizarnos y adaptarnos a las nuevas reglas. Ahora le toca al motor. Solo nos quedará la nostalgia.

Tenemos unos dirigentes tan miopes que no se dan cuenta que más de 100 millones de espectadores en el mundo saben cada año que existe Cataluña gracias al gran Premio de F1, incluso han escuchado Els Segadors en más de una ocasión, aunque no entienden por qué se silba al himno de España. Son tan torpes que no se preguntan qué hacen unos mega yates en el puerto de Barcelona de los que, en algún caso, despegan helicópteros, en los fines de semana de Gran Premio, ni entienden por qué nuestros grandes chefs van de cráneo esos días, ni que vengan VTC's de toda España o que el cielo se llene de helicópteros. Dicen que un gran Premio aporta 500 millones al entorno... y puede que más. Pero, ¿qué son 500 millones si España nos roba y podemos extorsionar al presidente del gobierno para que nos dé más dinerillo para malgastarlo en chiringuitos de todo tipo y condición? No importa generar ingresos si tenemos las palancas para hacer que otro nos los regale.

La más que probable pérdida del Gran Premio de Fórmula 1 tiene unos culpables más que claros: la Generalitat de Cataluña y, también, el Ayuntamiento de Barcelona. No solo la inefable Colau, sino también el actual alcalde cómplice culpable de toda la decadencia en la que se ve sumida Barcelona, pues no podemos olvidar con quien ha cogobernado la peor alcaldesa, hasta la fecha, de la historia de Barcelona.

Aprender a golpes es duro y triste. Ojalá que, al menos, aprendamos algo de este bofetón. Aunque si nos lo proponemos aún estamos a tiempo de perder el Mobile. Ifema no descansa.

Nota histórica. Ifema es un producto de la democracia. Franco solo autorizó a dos ciudades organizar eventos internacionales: Valencia y Barcelona. Lo que hoy es Ifema solo se lo debe a sí misma.