Vuelve el espíritu de la cartera de Fomento, aquella que sostuvo brevemente Francesc Cambó bajo la presidencia de Antonio Maura. El fundador de la Lliga Regionalista representó el latido de la industrialización catalana que han tratado de mantener a lo largo de la historia altos cargos catalanes como Eduardo Aunós (regeneracionista autoritario), Laureano López Rodó (opusdeísta), Gual Villalbí (proteccionista), Jaume Carner (Segunda República), Fontana Codina (admirador del Caudillo), Ernest Lluch (socialista) y Josep Piqué (PP), cada uno en su momento y con afinidades muy distintas.

Ahora, el nombramiento de Jordi Hereu, al frente de Industria, trata de reproducir, sin llegar ninguno a la influencia en España y Europa que tuvo Cambó, una trayectoria indispensable recogida por Borja de Riquer en la monumental biografía del líder regionalista, Francesc Cambó. El último retrato (Crítica), con documentación inédita y correspondencia del personaje excepcional.

El impulso económico y cultural de Cambó supera con claridad la aventura republicana del partido destructor y protagonista del triste 6 de octubre, Estat Català, con Macià y Companys al frente de una vía sin salida ni puertas de escape. Este modelo político transgresor, que toleró al Comité de Milicias Antifascistas colocado por la FAI el 18 de octubre del 36 frente a las puertas del Liceu, está periclitado.

Hoy, su imitación, la causa capaz de emparentar el independentismo de la derecha (Junts) con el mundo republicano (ERC) y con la izquierda radical (la CUP, ahora mismo), se encuentra en caída libre a causa del enfoque unilateral de la cuestión catalana.

El nuevo Gobierno de Sánchez es un golpe agustiniano en busca de convertir lo transitorio en eterno. Trata de zambullirse en el renombrado modelo de nación de naciones para arrancar lo absoluto; modificar la vertebración de España dando un paso más allá de la Constitución del 78. Una apuesta ascética capaz de convertir su tiempo en Historia. El PSOE practica el placer desapegado ante el espectáculo del mundo. Posee el resorte de la longevidad; es el goce epicúreo, que recupera el eterno retorno de Nietzsche.

Gana por cansancio del adversario; muestra desinterés ante el bloque crispado; diseña una estructura federal que envuelve al país entero sin creer en sus propiedades. Vence en el cuadrilátero del hombre frío ante el nervioso; empuja al otro con displicencia y lo conduce al rincón para que doble los remos en las tablas, a la hora de la verdad, como hacía el gran Juan Belmonte, en palabras de Chaves Nogales, en la biografía del matador (Juan Belmonte, matador de toros; Libros del Asteroide). Tengamos en cuenta que Nogales hablaba de un espectáculo hoy despreciado y prohibido en la nación que todo lo puede.

La cuota catalana en Madrid pierde peso con solo un ministro; a cambio, el PSC prepara la campaña de las autonómicas para recuperar la Generalitat en 2024. El partido ganador de Salvador Illa cede una pieza valiosa entregándola al Gobierno de España. Vivimos un tiempo sin pasado; la hipérbole niega la memoria.

En cambio, a nadie le sorprende la victoria, como el rayo, en Buenos Aires del ultraliberal Milei, después de la catastrófica debacle del peronismo, una ideología plúmbea, caduca y populista, encabezada por el oficialista Roberto Massa, exministro de Economía con un 140% de inflación y un 40% de pobreza.

Llegan la dolarización y la motosierra para cortar el gasto de seguridad social y pensiones. Milei, el loco, como le laman sus compatriotas, es un salto ultraconservador en la línea del performativo desgaste de las redes sociales. Él habla con el espíritu de su perro muerto y es recibido con loas por el evangelismo herético de Bolsonaro. Desprecia la ley al estilo de Donald Trump, promete ferocidades, como su amigo español Santiago Abascal, que practica el lunfardo en horas perdidas.

Hasta aquí llegan los lamentos del proceso argentino, un arte de la palabra que cerró el gran sabio Jorge Luis Borges y que reinsertó, en el mundo contemporáneo, Roberto Arlt en sus Aguafuertes, como escribe Ricardo Piglia en clave metafórica (Respiración artificial; Pomaire).

Milei está a las órdenes de Mauricio Macri, el líder de Pro. El de Argentina es un modelo conservador paralelo al nuestro: Macri es a Milei lo que Aznar es a Díaz Ayuso. Y aquí, Feijóo tiene las horas contadas.

En España, el nuevo Gobierno de Sánchez llega con un desarrollo menos legislativo y más normativo; será muy social, con la vivienda, el acceso a la educación y a la sanidad pública. Y empezará por el tajo: el primer golpe lo asestará Bolaños, ministro de Presidencia y de Justicia, con el desalojo de los jueces conservadores del CGPJ para que el órgano cumpla de una vez con el mandato constitucional. Después de fracasar con todos los ministros que Justicia ha nombrado, Sánchez pone el estoque en manos de Bolaños.

De la recomposición industrial de Cataluña se ocupará Hereu, el ministro catalán que amplía la leyenda y que fue alcalde de Barcelona después de Joan Clos, manteniendo en alto la tradición maragalliana. Hereu pertenece a la Escuela Metropolitana que exterminó Pujol desde la Generalitat, para retener el mando territorial por pura envidia.

Llega un nuevo momento constitucional del catalanismo político; Hereu nos recuerda la etapa del lobi catalán en Madrid, liderado entonces por el exvicepresidente Narcís Serra, el puntal.

Trabajar en Madrid, pensando al mismo tiempo en el Estado y en Cataluña, es de una normalidad incontestable. Lo que es bueno para el conjunto lo es para una de sus federaciones, todavía la más fabril. Industria es hoy la añeja cartera de Fomento, que Maura le dio a Cambó.