Todos los que gusten de los libros de historia, o en su defecto de las buenas películas de época, sabrán que, al margen de conspiraciones, batallas, invasiones y conquistas, lo más importante de muchos reinados, a fin de asegurar su pervivencia y continuidad en el tiempo, es saber consumar com Déu mana.

En todo enlace real, ventiladas ceremonias, coronaciones y festejos, el momento más esperado por súbditos y cortesanos era siempre aquel en el que los monarcas abandonan el salón de banquetes –normalmente bastante cocidos de tanto comercio y bebercio– y se encaminan, acompañados por ayudas de cámara y doncellas, al tálamo nupcial. Ya saben lo que sucedía a continuación. No era una investidura. Era una desvestidura. Tras dejarlos como sus madres los trajeron a este mundo, salían todos de la alcoba, para aplicar, acto seguido, la oreja a la puerta. Y a lo largo de la noche el comadreo reinaba en todos los rincones del palacio: “¿Qué, ya han consumado, ya han consumado?”.

Pedro Sánchez, nuestro príncipe sociópata y maquiavélico, presidente del Gobierno en funciones y plenipotenciario del Partido Sanchista, al que solo le tose, pero poco, García-Page, está, sigue estando, entregado en cuerpo y alma a la labor de consumar a toda costa. Y el asunto, eso parece, avanza, aunque a trompicones. Es como el parto de la burra. Lo del pobre Alberto Núñez Feijóo se resolvió rápido, porque tenía muy pocos pretendientes en su lista de baile. Aun con todo, a Sánchez y a los suyos aquello se les antojó una eternidad, de ahí que le reprocharan estar haciéndoles perder el tiempo, a ellos y a toda España.

Por suerte, nuestro maniquí, en su frenética carrera cuesta abajo y sin frenos, goza de la ayuda adicional de Francina Armengol, presidenta del Congreso de los Diputados y Señora del Tiempo y los Cronómetros. De otro modo sería imposible, incluso para un empecinado como Pedro, salir victorioso de semejante vodevil erótico-político, porque, a ver, sean sinceros y contesten… ¿Quién es el guaperas que ante tan monumental enredo lograría encamarse a la vez, de golpe, en un totum revolutum, con comunistas radicales, marxistas vestidas de Prada, feministas fanáticas, colectivos transgénero, herederos políticos de terroristas, nacionalistas vascos y gallegos, fachas de extrema derecha catalanes y barretineros carlistas de misa dominical, y contentarlos a todos? ¡Solo Pedro! ¡Y necesita para reinar, y se dice rápido, el respaldo de 20 partidos, mayores y menores, para mantenerse en el poder!

Si a nuestro narciso seductor lo descubren los guionistas de Marvel, fijo que le dedican una serie. Imagínense a nuestro Antoñito con capa, enfundado en ceñida licra roja, con coquilla negra en las partes pudendas y una gran rosa blanca del Partido Sanchista en el pecho. “Consumator, el superhéroe progresista que hace de la necesidad virtud” arrasaría en las taquillas de todo el planeta. Seamos sinceros: hay que reconocerle el mérito al tío. Ni Ben Affleck, que se las ve y se las desea con Jennifer López en sesión continua, se atrevería con algo así.

Cierto es que Mertxe Aizpurua, de Bildu, apenas le dio trabajo, se lo puso en bandeja. Y que, con Yolanda Díaz, la lideresa de Sumar, consumó en un visto y no visto. Lo de estos dos es un love at first sight, se comen a besos. Ocurre que las promesas susurradas entre sábanas, y recogidas en un sucinto programa de gobierno, no complacen a más de un sumando de Sumar, porque nada, o muy poco, se avanza en política social de vivienda, protección futura frente a desahucios, lucha contra la pobreza o derechos trans del colectivo abecedario. Para colmo, e inevitable tribulación futura, los de Podemos se suben por las paredes cual gatos alegando que no se les había facilitado el documento pactado por sanchistas y sumaristas.

Continúa, por lo tanto, el mal rollo con Ione Belarra; Irene Montero está que trina, porque se queda sin ubre que la nutra –dicen que se presentará a las europeas–; Pablo Echenique despotrica y echa espumarajos por la boca en X a todas horas; y a Pablo Iglesias le faltan micrófonos y megáfonos para ponerlos a todos de vuelta y media. Cría cuervos. Las cuchilladas a la rusa son las peores.

¡Qué mala es la decadencia y qué duras son las caídas de los ídolos de pies de barro! Ada Colau, que se las prometía muy felices como ministra de Okupaciones a Cascoporro, o ministra de lo que le echen, y que se ha quedado a dos velas al haber sido vetada por Carles Puigdemont –que no perdona la vil jugarreta que arrebató a Xavier Trias la alcaldía de Barcelona–, ya ha advertido a los bolcheviques de Galapagar: o dejan de marear la perdiz y contribuyen a la coyunda general, o se quedan sin un euro –estando como están quebrados y en las últimas– y relegados al gallinero del Grupo Mixto de la Cámara Baja.

Así las cosas, Consumator y Lady Tucán oficializaron su alianza en el Museo Reina Sofía días atrás, ante los medios, pero sin aceptar preguntas y sin mención alguna a la polémica amnistía; adelantando que su programa rebosa medidas destinadas a mejorar la vida de la ciudadanía –medidas que nos sacarán, en palabras de Díaz, a todos de “la jungla” o de la Edad Media– y nos proyectarán hacia el futuro. Entre ellas –clarines y trompetas– la reducción de la jornada laboral, que supondrá para todos –¿autónomos incluidos?– media hora más de libertad al día; tiempo que podremos emplear en planchar, ir a la pelu, pasarse camino de casa por la manifa a favor de Palestina o contemplar el esperanzador horizonte al atardecer.

Poco después de esa presentación conjunta, y ya ante el pleno del Comité Federal del Partido Sanchista, llegó el momento de oro; el momento tan esperado como indeseable en que Pedro Consumator, el único político capaz de consumar con quien sea, y al precio que sea, anunció que de la necesidad (de seguir detentando el cetro del poder in saecula saeculorum) hay que saber hacer virtud. Así pues, conseguir trocar, o transmutar, cual alquimista de medio pelo, un escollo insalvable en un triunfo, personal y partidista, pasa por convertir –verbigracia amnistía– a delincuentes, verdugos y golpistas, en pobres víctimas, y a las víctimas de todos sus atropellos y desmanes, en verdugos. Alguien debería encargar a un discípulo avezado de Fidias cincelar las palabras pronunciadas por Pedro en una estela de democrático mármol pentélico griego: “Cataluña está lista para el reencuentro total. Los representantes de más del 80% de los catalanes respaldan esta medida. Y por esas mismas razones, en el nombre de España, en el interés de España, en defensa de la convivencia entre españoles, defiendo hoy la amnistía en Cataluña por los hechos acaecidos en la década pasada”.

Y dicho eso, y no queriendo verse filmado en vergonzosa película pornográfica muda junto a Carles Puigdemont –titiritero que desde hoy moverá los hilos de su infame proceder–, Pedro envió a Santos Cerdán, secretario de Organización y número tres del Partido Sanchista, a consumar en su nombre a Bruselas. Olvídense, por consiguiente, de nuevas elecciones. Habemus investidura porque habemus amnistía. De nada sirven ni servirán las manifestaciones y las protestas del PP y de Vox en Barcelona, Madrid y otras capitales; de nada los manifiestos de intelectuales; ni las advertencias de agentes del mundo social y económico; ni el malestar de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; ni la indignación de muchos jueces y magistrados; y aún mucho menos será escuchado el clamor de Vicente y del resto de la gente a la que le sangran los ojos, en las redes sociales. Todo se ha consumado y nos ha consumido.

A Puigdemont le veremos más pronto que tarde –por mucho que el PP pretenda dilatar los tiempos poniendo palos en las ruedas a esa vergonzosa ley en su tramitación en la Cámara Alta e interponiendo los previsibles recursos ante el Constitucional– pasear tranquilo, comiéndose una ensaimada de la pastelería familiar, por las calles de Amer o de Barcelona. Si se lo cruzan, acérquense compungidos y pídanle perdón. La amnistía de Pedro el Consumador va a reescribir la historia. Todo fue un sueño. Una pesadilla de más de 10 años en la que usted y yo nos equivocamos de bando. Nunca ocurrió. Y esto es solo el principio de lo que vendrá y veremos. Todo vuelve a comenzar. Sean felices en su exilio interior.