El rapero que desde el escenario alentaba al público a ir al pueblo de al lado y matar a un guardia civil ha regresado de Waterloo, adelantándose a sus compañeros fugados como él, que pronto también volverán a España gracias a la amnistía que les ha preparado el Gobierno.

Ha vuelto por unos días, para abrazarse con la familia y los amigos, pero en seguida regresará a Bélgica, pues, tal como ha declarado: "Aquella también es mi casa, la primera vez que he tenido estabilidad. Bélgica me ha protegido y me ha dado la oportunidad de construir un futuro".

Se fugó de la justicia hace seis años, y ahora no sólo sus presuntos delitos han prescrito sino que tiene en Bruselas empleo, como ingeniero de desarrollo de software. Esto es formidable, una reinserción en toda regla. Y sin pasar por la cárcel (de lo que sinceramente me alegro), ni siquiera por Madrid la tenebrosa.

Los demás fugitivos volverán a Barcelona, a seguir sus carreras en la política allí donde la habían dejado, en pos de la independencia de Cataluña, mientras que Valtònyc se quedará allí, así que Puigdemont y los suyos podrían tener el detalle de dejarle, gratis o por un alquiler simbólico, pagándolo ellos a escote o, mejor aún, cargándolo a los presupuestos de la Generalitat, la casa de Waterloo donde hasta ahora ha vivido Puigdemont y donde me gusta imaginar que también se alojaban los demás fugitivos.

Que se la cedan a Valtònyc. Hay que echar una mano a los jóvenes. Claro que para él seguir allí puede ser melancólico. Imaginemos al muchacho en ese caserón de Waterloo, suspirando por los corredores en penumbra, entrando en las habitaciones vacías para cerrar los radiadores (¡el gas está por las nubes!).

Este es el dormitorio de la Ponsatí, aquí dormía. Y eso colgado de un gancho en el lavabo, ¿qué es? ¡Anda, su camisón, se lo debió de olvidar cuando volvió a Barcelona!

Y aquí, en este cuartito, tenía puesto su despachito Lluís Puig. Cuántos recuerdos, qué nostalgia.

A veces hasta le parece ver el espectro de sus antiguos compañeros, oír el eco de sus voces. Un crujido del parquet, y piensa que es Puchi, que está manejando la fotocopiadora. Un portazo en el piso de arriba, y siente que es Comín, que sale del saloncito del piano, donde ha estado tocando Imagine y L’estaca.

En las paredes, la humedad arquea y amarillea el póster de "Xirinacs, el captaire de la pau" y el de "Volem Votar". Deshabitada de sus ilustres huéspedes, la casa de la República en Waterloo recuerda un poco a la mansión Usher.

Se sienta Valtònyc ante el televisor, con una bolsa de ganchitos al queso y una lata de cerveza, a ver una serie, pues TV3 le da demasiada pena. Se siente solo. La casa de la República se le cae encima. Y llueve tanto en Bélgica…

Le recomendamos que consiga un perrete. Hacen mucha compañía. Además, con un perrete tendrá una buena excusa para salir cada día a pasear, después del curro. Seguro que en el parque conoce alguna mujer interesante que también saca cada día a su perro a pasear, da igual si valona o flamenca, si joven o madura.

Y mientras los perretes se olisquean, ellos dos también se olisquearán (metafóricamente). Charlarán. Se caerán bien.

       --Qué perro más bonito.

       --Gracias, el tuyo tampoco está mal.

       --¿Qué edad tiene el tuyo?

       --Un año y medio. ¿Y el tuyo?

       --No lo sé, lo saqué de la perrera.

       --Ah.

       --Lo elegí porque me miraba con unos ojitos… Tu perro ¿cómo se llama?

       --Chien.

       --Qué gracia.

       -- ¿Y el tuyo?

       --Gos. ¿Y tú, cómo te llamas?

       --Solange. ¿Y tú?

       --Yo, Valtònyc. Oye, Solange, ¿Te gusta la música?

       --A mí, sí.

       --¿Y qué clase de música te gusta?

       --A mí, toda. Toda la música.

       --Ah, pues de esa tengo algunos discos muy buenos. Un día podrías venir conmigo a la casa de la República a escucharlos.

       --Vale.

       --¿Vamos ahora?

       --¿Ahora?... Pero ¿no es un poco precipitado?

       --Venga, mujer, no seas tonta.

       -- Es que acabamos de conocernos.

       --¿Y qué más da? Somos adultos, ¿no? Oye, tú me gustas mucho.

       --Y tú a mí también.

       --Me pareces preciosa.

       --Noooo… ¿De verdad?

       --Sí.

       --Tú también me pareces muy guapo.

       --Anda, vamos. ¿Quieres?

       --Vale.

¡Adelante, Valtònyc! ¡Este lío acabará bien, lo presiento! Se acabaron las melancolías del nido vacío y las nostalgias, de Puigdemont apenas te acordarás. Dentro de un año a lo más tardar, veo en el horizonte la llegada a Waterloo de un mocoso que, como tú, y como todos, será un zascandil, y luego a su debido tiempo también sentará cabeza y se convertirá en un hombre de provecho.  

Sólo te pido una cosa: que por más que Solange y tú habléis en francés o en flamenco, no olvides nunca, nunca la lengua catalana, y que se la enseñes a tu hijo. Ya sabes, está en peligro de extinción y todos debemos etcétera.