Tras el espejismo de la consecución de la sede de la celebración de la Copa América 2024, donde todas las Administraciones parecieron remar al unísono, y la celebración este año de un Gran Premio de España de Fórmula 1 bastante decente en lo que se refiere a las declaraciones de nuestros políticos, la denegación del plan urbanístico que permitía la creación de un nuevo campo de golf para celebrar la Ryder Cup de 2031 en Cataluña vuelve a mostrar la pulsión provinciana de nuestros dirigentes autonómicos.
Tirando del neolenguaje, que como en 1984 todo lo invade (la excusa es la “emergencia climática”, antes conocida como sequía), el Govern de la Generalitat no ha aprobado la creación de un campo de golf que permitiría completar un complejo deportivo único. Usar como argumento la pertinaz sequía que decían nuestros mayores carece de base científica. El organismo encargado de regular el consumo del agua, la Agencia Catalana del Agua (ACA), es un ente que depende al 100% de la Generalitat y que sabe, porque así lo obliga, que los campos de golf no se riegan con agua potable. Se riegan con agua reciclada o desalinizada, por lo que invocar el estado de los embalses carece de toda lógica.
En pleno siglo XXI, vivir solo del régimen de lluvias y de los embalses construidos en las dictaduras de Primo de Rivera o de Franco es tan anacrónico como absurdo. La tecnología, afortunadamente, está para usarse. Sirva como ejemplo una de las mecas del mundo del golf, el área de los Cabos en México. Allí, en la Baja California, llueve poco, menos de 290 mm al año (frente a 700 en el Empordà), y llueve mal, pues cuando llueve lo hace de manera torrencial cuando no violenta. Y, sin embargo, tienen 25 campos de golf, y subiendo. Los proyectos de todos los complejos de golf, y de todos los hoteles, y de todos los condominios, solo se aprueban si demuestran su autosuficiencia hídrica, normalmente gracias a desalinizadoras. El Gobierno mexicano tampoco anda corto de populismo, pero no pone puertas al campo a la hora del desarrollo del bienestar de su pueblo. Y algo parecido ocurre en todo el Caribe, muchas de cuyas islas se parecen en su interior mucho más a los Monegros que a una selva tropical, repletas de campos de golf, por no decir la propia Arabia Saudí, meca ahora del golf profesional.
La Ryder Cup es, sin duda, un evento único para darse a conocer en el mundo del golf, si no, que se lo pregunten a Sotogrande, uno de cuyos campos, Valderrama, tuvo el honor de albergar la Ryder Cup de 1997 y más de 25 años después sigue siendo un campo conocido, y reconocido, en el circuito internacional. Además, volvemos a tener a un jugador nacional en todo lo alto quien, para hacerlo más digerible por aquello del RH nacionalista, es vasco, qué más se puede pedir. Albergar la Ryder Cup le cambia la vida golfística a un campo, a una región y a todo un país. Es inconcebible como quienes aspiran a que Cataluña sea una nación independiente rechazan estas oportunidades. Barcelona, que no Cataluña, logró un lugar en el mundo gracias a los Juegos Olímpicos del 92. La fórmula 1 ha hecho posible que cientos de millones de personas sepan que existe un Gran Premio en Cataluña. Renunciar a la Ryder Cup es, simplemente, de paletos.
La historia de la humanidad está llena de movimientos nacionalistas e independentistas, la vinculación con la tierra y la tradición no es algo ni mucho menos de hoy. Lo que probablemente carezca de referentes históricos es que al movimiento que nos ha tocado sufrir le priva el decrecer, parece aspirar a que sus ciudadanos sean cada día menos prósperos. Mientras la República Socialista marxista leninista y unipartidista de Vietnam, fundada por Ho Chi Minh, o la República Popular China de Mao Tse Tung no les hacen ascos ni a las grandes cadenas hoteleras ni al turismo de los ricos, aquí seguimos encandilados mirándonos el ombligo y seguimos pensando que cuanto peor, mejor.