Ocurrió hace unos días, en la recta final del debate a siete emitido por la televisión pública, y a tan sólo diez días de las elecciones generales del 23J; ocurrió mientras Correos se las ve y se las desea a la hora de gestionar la avalancha histórica de solicitudes de voto postal —más de 2.500.000 peticiones que desbordan la capacidad del sistema—; ocurrió coincidiendo con una batería de encuestas y sondeos electorales en los que se apunta a una holgada victoria de las formaciones de centro-derecha...

Poco cabe reseñar de ese debate, otro más, tremendamente anodino —por momentos soporífero—, en el que los contendientes volvieron a enzarzarse esgrimiendo datos económicos, gráficos y estadísticas, argumentos peregrinos, tópicos manidos, y reproches y descalificaciones a babor y a estribor. Ahí estaba Patxi López, portavoz del PSOE, un profesional del "ahí me las den todas, que a mí plim, porque duermo en Pikolín", hombre de abdominal acolchado y pachorra sublime; también Cuca Gamarra (PP), correcta, pero justita a más no poder; Iván Espinosa de los Monteros (Vox), brillante orador tope facha que no se arruga ni que el cielo se desplome sobre su cabeza, y que canta las verdades del barquero con dardo certero y sin despeinarse; Aina Vidal (Sumar), que es chanchipirulera como su jefa, Yolanda Díaz, y dice cosas muy guais desde su nube rosa pijo marxista; tampoco faltó Gabriel Rufián, que ya no será alcalde de Santa Coloma de Gramenet y ha optado por pegarse 18 años más o lo que se tercie en el Congreso; Aitor Esteban (PNV), educadísimo y comedido como siempre, pero sin perder de vista, como buen nacionalista de derechas, el problema enquistado que supone lo que él denomina la "euskal patata caliente" y, por empatía —porque la unión hace la fuerza—, la otra patata caliente, que es la catalana; y finalmente, a su izquierda, clavado como un poste, impasible e inconmovible, Oskar Matute (EH Bildu), que ni se estremeció cuando el portavoz de Vox hizo un retrato de su formación, brazo político heredero de una banda terrorista aún presente en sus teléfonos móviles...

Pero lo más sobresaliente de un debate insulso; lo que debe consignarse, porque de algún modo marca un antes y un después en la conciencia colectiva, una clarificación, una certeza, y una lamentable derrota para la democracia, aconteció hacia el final, en el bloque dedicado a los posibles pactos poselectorales de los contendientes. Gabriel Rufián, más rojo que una cerilla y tan chulesco y barriobajero como siempre, se dirigió directamente a Patxi López, refiriéndose a un hipotético y renovado apoyo de ERC a Pedro Sánchez de resultar el candidato del PSOE ganador de las elecciones, o de ser capaz de conformar nuevo Gobierno incluso habiendo perdido. Lo que dijo lo transcribo aquí al pie de la letra, incluyendo las pausas, con sus puntos suspensivos de rigor; las interjecciones, con sus exclamaciones de apertura y cierre preceptivas, y el correcto uso del punto, la coma y el punto y coma...

“No es cierto que la situación sea [ahora] mejor [en Cataluña]; la situación es... diferente... es diferente... ¿Por qué? Pues porque hemos conseguido cosas que ustedes no querían [darnos], como, por ejemplo... ¡sí, lo digo: que nueve personas salgan de la cárcel, por votar; sí, se les obligó a hacer(lo), porque ustedes, si no, hubieran gobernado... —y ya acabooo—, hubieran gobernado con un tal Albert Rivera!”.

La expresión de Patxi López, así su cerebro procesaba la parrafada de Rufián, mutó en auténtico poema. Sus labios quebrados y su mirada incómoda reflejaban a las claras, en lectura no verbal, el golpe bajo y sorpresivo propinado, una cuchillada trapera impropia entre compinches de trapacerías de bajos fondos: "¡Tierra, trágame; será cabrón, el tío, nos ha jodido a todos bien jodidos!", parecía decir incluso en latín.

A Cuca Gamarra, que no perdía detalle, no se le escapó lo trascendente de la declaración de Rufián, que venía a poner en negro sobre blanco un secreto a voces, una traición asumida, aunque nunca corroborada por la ciudadanía. A pesar de que no se la ve en imágenes hasta un segundo después, se la oye musitar y preguntarse de forma clara: "¿Eh... eh...? ¿Eso es un cambio de opinión?".

No. Eso no es un cambio de opinión como nos han vendido. Tampoco es una mentira, porque tildarlo de mentira resulta incluso benévolo. Eso es la prueba fehaciente de que todos nosotros hemos sido sacrificados por Pedro El Pacificador de Cataluña Sánchez a cambio de mantenerse en el poder; la prueba de que hemos sido utilizados como moneda de cambio por un presidente que ha dilapidado su escasa dignidad, y la de su partido, a espuertas. La prueba final, en resumidas cuentas, de un chantaje infame, de una claudicación inaceptable, de una traición vergonzosa a la democracia y a la Constitución.

Tal vez alguno se encoja de hombros y alegue que esa felonía era un secreto a voces, y que muy poco o nada cambia el constatarla. Sí, todo cambia. Porque entre sospechar o inferir, y saber en su abrumadora e hiriente verdad, media un océano de inocencia irrecuperable.

Ahora ya tenemos claro de qué modo nos ha engañado Pedro Sánchez. Casi habría que darle las gracias a Gabriel Rufián por su incontinencia verbal. Todo ha sido un chantaje a la democracia: el perdón y excarcelación de los golpistas, la supresión del delito de sedición, las rebajas penales a malversadores, el no cumplimiento de sentencias y cupos lingüísticos en las aulas catalanas, las concesiones a Bildu, la vista gorda ante la estupidez y nefasta praxis de Podemos. Para su Sanchidad no hay líneas rojas, todo vale, sólo su persona importa.

Produce absoluto desasosiego e infinita desconfianza hacia la política comprobar cómo la amoralidad y mitomanía de un presidente a echar al olvido le ha llevado, en su desmedido afán por el poder, a favorecer a los verdugos y abandonando a las víctimas a su suerte.

Ojalá se cumplan los pronósticos electorales y podamos inaugurar un nuevo ciclo presidido por la moderación, la prudencia, el diálogo sosegado y el sentido común. Y cuanto más aburrida sea la legislatura, tanto mejor. Porque de volver a gobernar Pedro Sánchez nos veremos todos rezando y poniéndole velitas a la Virgen para que el pago de peajes afecte exclusivamente a las autopistas, y no al inasumible peaje que todos los que desean apoyarle a cambio de prerrogativas, tropelías consentidas y referendos, piensan exigirle.