En esta campaña se lleva el Momento Prokófiev. A falta de novedades de última hora, la reposición del cuento musical Pedro y el lobo nos va a acompañar hasta el mismo domingo 23. En escena, a mano derecha, tenemos a las huestes de Núñez Feijóo, y a sus voceros mediáticos, vendiendo al personal que la victoria del PP es imparable, que a Pedro Sánchez lo van a jubilar los barones del PSOE y que lo de Vox es sólo guindilla para dar sabor a los platos. La presentación del programa electoral de los ultras -ese en el que se cargan medio andamiaje autonómico- no pasa de ser un programa de máximos, dicen desde calle Génova, como el de tantos otros. Entre candilejas también se mueven los actores más impenitentes de las izquierdas obsesionados con vaticinar, a palo seco, el advenimiento del lobo feroz y el fin de los buenos tiempos. Creen, ingenuamente, que con sólo mentar los horrores del pasado y cuatro despropósitos del presente, la pulsión progresista que anida en la mente de los ciudadanos españoles va a despertar. Craso error. Obvian lo que pasó en Italia con Giorgia Meloni, y lo acontecido recientemente en Finlandia o Grecia con el auge de la extrema derecha. En Europa, la izquierda que renuncia a exponer sus argumentos y propuestas en aras de un discurso genérico y altamente ideologizado, suele salir derrotada de las elecciones. Javier Cercas, con buen criterio, aconseja combatir a las derechas con argumentos, no con aspavientos. Es más, se puede dar la paradoja de que alguien, harto de zarandajas y postureos, piense en el lobito bueno al que maltrataban todos los corderos (grande José Agustín Goytisolo). No en vano, Fernando Vallespín, nos cuenta en sus artículos que entre todos, al hablar tanto de Vox, les estamos haciendo la campaña gratis. Quizás por eso, como antídoto, los socialistas andan estos días empeñados en prometer medidas de protección social, transporte gratuito para los jóvenes o eximir de pagos y tasas a los buenos estudiantes.

Es un esfuerzo baladí distraerse indagando quién es quién en el mundillo de las derechas. A estas alturas de la película, tras la constitución de algunas autonomías y ayuntamientos, ya sabemos lo que da de sí el PP de Núñez Feijóo y el discurso de los de Santiago Abascal. No obstante, a los progresistas les conviene exponer con nitidez ante los ciudadanos las diferencias que conlleva aplicar políticas públicas con un marchamo progresista u otras de corte conservador. Así las cosas, el impacto en la opinión del elector del cara a cara televisivo entre Sánchez y Feijóo deviene importante, aunque no determinante.

Pero es en el cosmos independentista donde se aplica el método Prokófiev hasta sus ultimas consecuencias. Algunos agoreros, tipo Pere Aragonès, dando por sentado que una coalición PP-Vox va a ganar las elecciones del 23J afirmó: “La hora es grave y hay que defender Cataluña. El gobierno de la derecha y extrema derecha representa un ataque frontal a los pilares básicos y consensos de nuestro país”. Para, acto seguido, tras mentar al lobo, proponer un frente común independentista. En el debate a ocho de La Vanguardia, el republicano Gabriel Rufián también rizó el rizo cuando, en lugar de pedir el voto para su partido, se puso tierno y lo solicitó para Cataluña. Y es que, amigos, la presencia de presuntos licántropos en la política española da para mucho. Sabido es que, para los secesionistas hiperventilados, tan lobo feroz son las izquierdas como las derechas hispanas. Vivimos en un país en el que el eje derecha-izquierda ha de coexistir con el nacional. Es precisamente entre los partidarios del independentismo donde se libra una batalla a muerte por la hegemonía política. Como consecuencia de ello no debe extrañarnos que sus análisis rebosen subjetividad. No discuto la premisa de que una hipotética victoria del PP, con el soporte de Vox, podría deteriorar el marco de libertades y derechos adquiridos. Hay que reconocer que existe un cierto peligro de involución política. Conviene, pues, activar el voto razonado y consciente de los demócratas. Menos aspavientos, menos hablar de Pedros y lobos y más de lo que podemos conseguir apostando por el futuro. Ciao Prokófiev.