La empresaria andorrana María Reig firmó esta semana la venta de su fastuoso hotel Mandarin Oriental, ubicado en el Cuadrado de Oro del paseo de Gracia. A partir de ahora la propiedad recae en el grupo saudí Olayan. El importe de la operación ronda los 220 millones de euros.

Ello significa que los árabes han apoquinado cerca de 2 millones por cada una de las 120 habitaciones del céntrico inmueble. Tal como explicó Crónica Global, semejante cifra bate todos los récords habidos y por haber en España.

Reig inauguró el lujoso establecimiento en 2009, tras haber aplicado 150 millones a la adquisición del bloque y a su reforma completa. Durante los tres lustros que ha permanecido bajo su mando apenas consiguió rendimiento alguno. Por el contrario, encajó un inacabable reguero de números rojos por un valor superior a los 80 millones.

Caixabank le otorgó las facilidades necesarias y, además, lubricó con generosidad sus negocios en otros enclaves, por un monto conjunto de 450 millones.

La andorrana nunca devolvió un céntimo. Hartos de sus reiterados incumplimientos, los jerarcas del banco cedieron los créditos a precio de derribo al fondo buitre Farallon, de California. Una de sus especialidades reside en hacerse cargo de préstamos vencidos, amparados por gravámenes sobre activos de primer nivel.

Dadas las circunstancias crediticias que concurren en el Mandarin, los norteamericanos han empuñado la sartén por el mango en las conversaciones para enajenar el edificio.

En cuanto a Reig, carente del fuelle necesario para afrontar la devolución de la considerable suma adeudada, su única salida era la cesión a terceras partes del hotel, acompañado de su ineludible carga hipotecaria. En esta función, no le ha quedado otro remedio que representar el poco airoso papel de convidada de piedra.

Por su parte, Farallon nunca fue un socio cómodo, pues su vocación de permanencia en la milla de oro de Barcelona era escasa por no decir nula. Los consorcios oportunistas como ese solo persiguen un fin: allegar la mayor y más rápida plusvalía posible. Toda otra consideración pasa a un segundo plano y se desecha de raíz.

Los ingentes pasivos que la señora pirenaica ha acabado contrayendo con Farallon no conciernen solo al Mandarin, sino que abarcan otras varias pertenencias.

La deuda completa está garantizada por Reig Capital Group, holding instrumental con domicilio en el Gran Ducado de Luxemburgo. A su vez, a dicha entidad la afianza en última instancia la propia María Reig con activos bursátiles e inmobiliarios sitos en Andorra. Estos incluían tiempo atrás extensos terrenos y otros bienes raíces, así como un paquete accionarial del 20% de Crèdit Andorrà, líder del sistema financiero del país.

En resumen, dada la enorme deuda que arrastraba el Mandarin y los copiosos desembolsos que requirió la explotación de las instalaciones en el curso de casi quince años, cabe inferir que Reig no ha obtenido beneficio alguno en la transacción con los sauditas, sino más bien un quebranto demoledor.

La acaudalada financiera del Principado arribó a la Ciudad Condal en los albores del presente milenio. Traía la cartera repleta de numerario. Abrigaba grandes planes de inversión. Y propinó lecciones a diestro y siniestro a los promotores locales. Por desgracia, su obra magna en el rovell de l’ou del majestuoso paseo de Gracia, se le ha ido de las manos para siempre.