El independentismo también tiene sus enfants terribles particulares. Los hay de todo tipo, solvencia intelectual y condición. Unos ejercen de tertulianos, otros de columnistas o blogueros desde una torre de cristal y agua. También los hay que van de comentarista político vía tuits y redes sociales. Están ahí. Unos participan de las comidas de tarro de la decadente ANC mientras otros militan en lo que queda de los CDR. El denominador común de estos hiperventilados es la perorata que gastan contra los partidos de ámbito español; pero, sobre todo, contra las formaciones neoprocesistas que gestionan algunas instituciones catalanas. Para ellos, unos son el enemigo secular, el resto unos embaucadores vendedores de humo que se han dejado domesticar por Pedro Sánchez. De sus diatribas no se salvan ni Aragonès, ni Junqueras ni Carles Puigdemont; tampoco los gerifaltes de los partidos que dudan de la existencia de condiciones objetivas para implementar el "mandato del 1-O". Es tan grande el deseo de estos personajillos de castigar a los tibios que, ante las elecciones del 23J, proponen la abstención como correctivo. Entre los promotores de las consignas abstencionistas no faltan iluminados capaces de imaginar, como Bernat Dedéu, una brigada tipo Wagner expulsando a virreyes y españoles de Cataluña. El secesionismo está tan falto de moral de victoria y de criterios, que cualquier ocurrencia de un exaltado puede convertirse en un camino a seguir.

Hace más de un siglo el movimiento libertario español argumentaba la necesidad de abstenerse en las elecciones y rechazaba la dinámica parlamentaria de los partidos. Eran otros tiempos y se percibía en el ambiente la posibilidad de una revolución social que iba a canviar el mundo de base. Pero a día de hoy las cosas han cambiado, hasta los secesionistas más irredentos tienen interiorizada la inviabilidad del viaje a Ítaca. No obstante, a algunos de los predicadores de la abstención -lo admiten en privado- les gustaría rubricar algunas ideas que, en más de una ocasión, escribió Eugeni D’Ors para el periódico La Veu de Catalunya: “Es necesario que Barcelona pueda efectuar una selección sobre su población inmigrante... exigiendo a las gentes que entran y suelen permanecer en ella ciertas condiciones fisiológicas, éticas y un mínimo de salud moral y social”. ¿Se atreverán a seguir por esa senda los patriotas ultrarradicales que promueven inyectar abstención en vena?

Pero regresemos a la propuesta de no votar esbozada por sectores de la ANC y los CDR. Fue el profesor y filósofo anarquista italiano asesinado en Barcelona en mayo de 1937, Camilo Berneri, quien hablando del tema de la abstención como instrumento de lucha, denunció "el cretinismo abstencionista". Lo definió como una superstición que valoraba la situación política por el número de los que se abstenían en las elecciones. Sostenía Berneri que esa interpretación de los resultados era equívoca y no siempre reflejaba la realidad. Creía, como Bakunin, que el tema del abstencionismo, como método, era un asunto de estrategia y no de táctica. Cuando personajillos del secesionismo más ultramontano afirman que el partido de los abstencionistas ha ganado las elecciones municipales del 28 de mayo en Cataluña, se equivocan; cuando plantean la segunda vuelta de la abstención para el 23J vuelven a errar; su tacticismo es un ejercicio de impotencia, miopía y frivolidad. A este país no le conviene una dosis de abstención, sino todo lo contrario. El futuro de España y de Cataluña depende del voto y la participación de los demócratas. Vuelvan los enfants terribles a sus ocupaciones especulativas, lúdicas y filosóficas y absténganse, eso sí, de enredar.