El escenario en Cataluña tras las elecciones municipales y los pactos locales es la de un independentismo profundamente dividido, que ha cerrado más acuerdos con el PSC que entre fuerzas separatistas, y que sale trasquilado por segunda vez en la ciudad Barcelona. Lo sucedido el sábado fue una gran lección de política, también de lo arriesgado que es hacer pronósticos. Xavier Trias jugó muy mal sus cartas y 48 horas antes del pleno del consistorio cometió un error mayúsculo: la firma de un pacto con ERC que obligó tanto a Comunes como al PP a elegir, aunque por razones diferentes, el mal menor de una alcaldía de Jaume Collboni. Algún día sabremos si no fue Ernest Maragall, ansioso por salir también ganador el sábado, ser investido de facto como “vicealcalde”, desquitándose así de su fiasco en 2019, el responsable del disgusto de Trias. Pese al enfado por lo sucedido en Barcelona, los acuerdos de ERC con los socialistas en las diputaciones de Lérida y Tarragona no van a romperse en beneficio de una presidencia de Junts, como tampoco parece que estos últimos vayan a renunciar a repetir el pacto con el PSC en la poderosa Diputación de Barcelona.
El momento para los partidos independentistas es muy delicado porque las invocaciones a la unidad son un chiste, sus líderes procesistas están muy desacreditados y se enfrentan por primera vez a una ola abstencionista, que por ahora ha perjudicado sobre todo a ERC. Escuchar una entrevista a Oriol Junqueras siempre es irritante por sus reiteradas coletillas como “evidentemente” o “nadie duda” con las que trufa sus taxativas afirmaciones. Pero ayer en TV3 desveló cuál es a medio plazo su mayor preocupación, el flanco débil de ERC que podría llevar a Pere Aragonès a convocar elecciones anticipadas. “La pieza importante de verdad es el Govern, es el Parlamento de Cataluña, esto es lo realmente importante, mucho más que un ayuntamiento, una diputación, o un consejo comarcal. La prioridad es la estabilidad parlamentaria, del gobierno y los futuros presupuestos de la Generalitat”, dijo Junqueras. En las elecciones del 23 de julio, los republicanos perderán seguramente la condición de partido más votado, y experimentarán una pérdida considerable de diputados en beneficio del PSC, mientras que Junts volverá a demostrar una resiliencia considerable, disputándole a ERC la segunda posición. Incapaces de alcanzar ningún acuerdo programático desde 2019, la unidad independentista no la van a reconstruir ni en el caso de que Santiago Abascal se convirtiera en el vicepresidente de un Gobierno de España presidido por Alberto Núñez Feijóo.
El separatismo puede creer que, tras una victoria del PP, su escenario electoral mejoraría en unas nuevas autonómicas, pero cualquier respuesta en clave de repetir un nuevo procés carecerá de fuerza y, sobre todo, de credibilidad. Han quemado todos los cartuchos y la reserva de promesas está más que agotada. Aragonès intentará ganar tiempo, pero en septiembre/octubre los presupuestos para 2024 tendrá que presentarlos. Todavía no se habla de ello porque estamos entretenidos con las elecciones y los pactos, pero Junqueras lo señala en la entrevista cuando dice que “lo importante de verdad es el Govern y los futuros presupuestos”. Sabe que el PSC no le va a salvar una segunda vez las cuentas a ERC, que la relación con los Comunes ha quedado muy dañada tras lo sucedido en Barcelona, y que hacer entrar de nuevo a Junts en el Govern es casi imposible. Los presupuestos se pueden prorrogar, pero sin estabilidad parlamentaria y con mal resultado de ERC en las generales, Aragonès tendrá complicado prolongar su débil presidencia.