Pedro Sánchez rompió el tablero el lunes por la mañana. La dulce derrota esperada se convirtió en un desastre en toda regla que requería de un movimiento rápido que evitara una larga agonía. Los socialistas habían aguantado razonablemente el 28M. Perdieron 400.000 votos frente a un PP que aspiró hasta el último voto de Ciudadanos. El problema es que el voto urbano ha dado la espalda a la izquierda y eso ha provocado una foto fija que aumenta el impacto de la derrota.
Sin embargo, la izquierda del PSOE se rompió en mil pedazos. Perdió votos y la división acabó en desastre. Dos ejemplos. Valencia sería hoy de izquierdas si los 15.000 votos de Podemos no hubieran acabado en la basura al no conseguir ningún representante. Sumados a Compromís hubieran logrado un regidor más, un regidor clave. O Huesca, donde el hecho de que ninguna de las tres candidaturas a la izquierda del PSOE haya superado la barrera del 5% ha significado poner en bandeja de plata al PP la alcaldía de la ciudad aragonesa.
Además, el presidente fue consciente de la debilidad en la que quedaba ERC, así como el propio PNV, lo que significaba que alargar la legislatura, por mucha presidencia europea que se tuviera, sería un auténtico calvario. Por eso, Sánchez rompió el tablero. Después de la derrota era necesario mover pieza y coger impulso. Tras la derrota solo puede aspirar a ganar. Otra cosa es que lo consiga.
La primera crítica ha sido la fecha elegida. Desde el PP y los insaciables medios de la derecha madrileña se dice que se ha fijado el 23 de julio porque juega con la abstención. Se cree el ladrón que todo el mundo es de su condición. Lo digo porque Núñez Feijóo convocó unas gallegas el 12 de julio. Quizá el entonces presidente gallego jugó con la abstención y ahora piensa que Sánchez le copia. ¡Vaya por dónde! Por la boca muere el pez. La segunda crítica la hizo la inefable Ayuso. Dijo la presidenta madrileña que Sánchez había convocado a traición. De convocar a traición sabe mucho la presidenta madrileña, que convocó elecciones en 2021 después de sonreír a sus socios de Ciudadanos en un consejo de Gobierno. No dijo ni una palabra antes de asestarles la puñalada.
Otros apuntan que “el malvado” Sánchez mueve pieza con rapidez para romper a su izquierda. Quizás tengan razón, pero no me imagino a Díaz y sus “colegas” de Podemos negociando durante meses. Mejor que los tiempos se acorten. El 9 de junio veremos la luz… o no. De momento, a pesar del desastre sin paliativos no ha dimitido nadie en Podemos. Dijo Iglesias que sin acuerdo la gente les correrá a gorrazos. De hecho, el 28M les corrieron a gorrazos y a bastonazos, y les castigaron con el látigo de la indiferencia. De momento, Sánchez les ha robado su discurso porque quiere ser el voto útil.
Sánchez ha hecho de tripas corazón convocando elecciones para evitar la crisis, y la depresión, en el PSOE. Ha metido prisas a Sumar para que cierre filas —esperando que su oferta sea creíble— y se prepara para el cuerpo a cuerpo con PP y Vox. El PP ha reaccionado menospreciando a los de la extrema derecha para no cerrar acuerdos de gobierno. Dos problemas le aparecen. Necesitan a los de Abascal en los ayuntamientos que se constituyen el 17 de junio. Y los necesitan en la constitución de las cámaras autonómicas, situación que coincidirá en los inicios de la campaña. Y al PSOE un problema de gran calibre: ¿se movilizará la izquierda solo agitando el espantajo de la derecha?
En definitiva, Sánchez plantea “o PSOE o barbarie”, y Feijóo, “o Sánchez o España”. Sánchez quiere ser la clave para evitar el avance de la extrema derecha y el trumpismo en Europa, y Feijóo el adalid del cambio que protagonizarán los españoles buenos, of course. Los socialistas y comunistas no son ni buenos y, vayan a saber, ni siquiera si son españoles.
La batalla está servida y Sánchez la ganará en Cataluña. El PSC saca la misma diferencia al PP que el PP al PSOE en Madrid. Pere Aragonès le ha echado una mano. Inoperante y perplejo, el president solo ha acertado a pedir el voto útil a ERC frente a un gobierno PP-Vox. ¿En serio, president? El voto útil en Cataluña contra la derecha siempre lo ha representado el PSC. Quizás en el 2015 Podemos, pero ERC nunca. ERC está sin brújula y buscando salvavidas. No encuentra ni lo uno ni lo otro y por eso Junqueras se echa en brazos de Junts. Problema: Junts puede actuar como Bruto con César.
Sánchez movió pieza. Podía haberse enrocado, pero ha preferido arriesgar. El 23 de julio veremos si se ha equivocado. Si gana será ensalzado. Si pierde, el PSOE entrará en crisis. Es un todo o nada. De momento, empieza la partida con el equipo ganador del último desastre. Los mismos que jamás han ganado unos comicios. Tampoco en este campo vemos ni ceses ni dimisiones, que sería lo más digno.