Como dicen las letras de ciertas canciones que han llegado a mis oídos por vía familiar –"Cause everybody hates a tourist"—, hay un rechazo en algunos lugares generalizado al "turista" como alguien ajeno y que incomoda. Y, aun así, todos somos turistas en algún momento. Al fin y al cabo, todos ahorramos y planeamos nuestras vacaciones con antelación y deseo. Esta reflexión previa quiere poner de manifiesto que todos somos víctimas y solución de una realidad compartida. 

Avanzar hacia un turismo responsable es un buen principio; elaborar nuevos criterios en el análisis de la realidad turística es también positivo. Las estadísticas se han fijado hasta ahora en el número de visitantes, el número de pernoctaciones, el gasto medio y la procedencia. Poniendo énfasis en la llamada economía del visitante.

El turismo ha generado, genera y generará muchos debates. A favor y en contra. Apoyos y rechazos. Sin embargo, el impacto de la pandemia despierta a los ojos de muchos ciudadanos la gran dependencia que tiene la economía española del turismo. El impacto sobre el PIB está por encima de los dos dígitos y según qué agregaciones se hagan es aún mayor. Una actividad tractora que genera amores y desencuentros. Beneficios y dificultades.

En la estrategia de avanzar hacia una transición energética que permita caminar hacia una descarbonización del planeta la industria del turismo es un actor muy importante.

El consumo del agua, la eficiencia energética de los edificios (hoteles, apartamentos, casas rurales, etcétera), las diferentes formas de movilidad, el uso y producción de alimentos, las políticas salariales, de género, de formación, los impactos arquitectónicos en el territorio, en el paisaje, son referencias que afectan a muchos ámbitos. Lo que podría llamarse la cadena de valor del turismo. Es sumamente relevante cómo se produce la oferta que se dirige hacia la demanda, el cliente, el visitante.

Desde una perspectiva de trabajo útil y transversal, es necesario ampliar el foco. Seamos claros y honestos, no podemos renunciar al turismo, pero tenemos que dar una nueva visión y misión a todos los actores que están implicados en la cadena de valor. El debate no es decrecimiento, el reto es hacer las cosas de forma diferente. En el debate sobre la transición energética muchas empresas, que no están presentes en la mayoría de las discusiones sobre turismo, son proveedores esenciales de la necesaria transformación que tiene que sufrir el turismo. Hay que incorporar nuevos elementos a la gobernanza, por ejemplo, el agua, la energía, la movilidad, la alimentación, las tecnologías… todos ellos son nuevos componentes. Hay que desarrollar una visión transversal. La mayoría de los actores implicados en la nueva agenda son privados y proceden de lógicas de sectores verticales. Sin embargo, la responsabilidad sobre la nueva agenda exige el compromiso de todos. El sector público no tiene que ser entorpecedor. Las normas que dicte tienen que ser factibles y disponer de los medios para implementarse. Cómo se apoya este proceso técnica y económicamente no es baladí. Será primordial repensar las tasas turísticas y otras normas útiles, que existen en otros ámbitos, para estimular las inversiones necesarias.

La mejor experiencia para el visitante es generar toda una cadena de valor sostenible y responsable.

Nota final: me he informado y la canción en cuestión se titula Common People, de un grupo llamado Pulp.