Escuchar a Josep Piqué era una delicia. Porque era un sabio, sí, pero también por su tono, por su sonrisa cómplice. Era una persona que sabía de lo que hablaba, y también lo transmitía con pasión y con ganas de que se le entendiera. Esta manera de transmitir conocimiento hizo de Josep Piqué una persona atractiva y relevante en cualquier campo. Echaremos de menos su perfil humano, su afabilidad, su trato, su amistad.  

Fue siempre una persona muy vinculada a Foment del Treball, seguramente debido a su sensibilidad con el hecho empresarial. Josep Piqué era un modernizador nato, un reformista, que siempre llevaba consigo un discurso elaborado y sofisticado. Era una persona muy sensible a la necesidad que tienen los empresarios de estar continuamente adecuándose a los cambios acelerados de un mundo cada vez más cambiante.

Tuvimos ocasión de ser testigos de su conocimiento y su habilidad docente en la última asamblea de Foment del Treball, donde ofreció una conferencia magistral sobre geopolítica. Fue el mayo pasado y quien fue ministro de Industria, de Asuntos Exteriores y de Ciencia y Tecnología encuadró muy bien la situación y dio claves que luego se fueron confirmando. Un hombre brillante que se hacía escuchar y un lujo de amigo, nos hacía mejores.

Su vinculación con Foment del Treball venía de antiguo y siempre fue actual. Participaba en la comisión para la ampliación del aeropuerto del Prat que incentivamos en nuestra patronal. Y lo hacía, como siempre y con todo, con ahínco y con rigor. Y siempre estaba dispuesto para los actos a los que se le invitaba a acudir y, sobre todo, siempre que se le pedía consejo. Era una persona comprometida con la que se podía contar y que hablaba con franqueza.

Su talante dialogante era proverbial. Josep Piqué partía del respeto al otro, del reconocimiento de su interlocutor. Esta manera de ser le permitió también en el universo político labrarse una reputación de persona con la que se podía alcanzar acuerdos. Era un diplomático de la cotidianidad.

El conocimiento que tenía del mundo económico respondía a la curiosidad que le despertaba el mundo que le rodeaba, que le llevó desde su Vilanova i la Geltrú natal a los foros internacionales más importantes. Fue una persona perseverante que creía que la suma podía multiplicar y que no había nada imposible, actitud que le definió tanto en el mundo de la empresa como en la vida pública.

En Josep Piqué la moderación se notaba como un síntoma de fortaleza. Porque controlaba la agenda, se sabía los temas y eso hacía que fuera un compañero ideal. En Foment del Treball siempre pudimos contar con su complicidad, por lo que hemos sido muy afortunados. Era un auténtico hombre de Estado, de lo que hace grande a los países, y sobre todo a sus amigos. Lo echaremos mucho de menos.