La capacidad del ser humano para superarse a sí mismo, tanto en lo bueno como en lo malo, nunca dejará de sorprenderme. En ese sentido, que un partido político como Unidas Podemos, que ya cuenta con una líder de espanto, la ministra de Igualdad Irene Montero, pueda ofrecer al mundo a alguien como Ángela Rodríguez, alias Pam, secretaria de Estado (un pedazo de cargo, si no me equivoco), me parece una prueba irrefutable de esa capacidad humana para mejorar o empeorar las cosas. Yo diría que la inefable Pam (Pontevedra, 1989) solo cuenta con un elemento a su favor: comparadas con ella, Irene Montero e Ione Belarra parecen estadistas de mucho fuste. Cierto es que ambas sueltan unas burradas notables, y que la defensa de la ley del sólo sí es sí con la excusa de que es perfecta, pero los jueces la malinterpretan porque son una pandilla de machistas heteropatriarcales (aunque la mitad de ellos sean mujeres), no se aguanta por ninguna parte. Pero ni Irene ni Ione han sido capaces de grabar un video en el que unas manifestantes del 8-M madrileño canturrean una tonada en la que se dice lo bien que hubiera estado que la madre de Santiago Abascal hubiese abortado cuando estaba embarazada de él. Ni Irene ni Ione se han escandalizado ante esa encuesta entre adolescentes que ha sacado de quicio a Pam porque el 75% de las encuestadas se inclinaba por la penetración sobre la autosatisfacción (o autoexploración, o masturbación), lo cual le parecía a nuestra secretaria de Estado un lamentable desinterés por el propio cuerpo y, más o menos, un colaboracionismo imperdonable con el heteropatriarcado. Ni Irene ni Ione han definido al satisfyer como una máquina de matar fascistas, como sí ha hecho Pam, rindiendo un peculiar homenaje al pobre Woody Guthrie, el ídolo de Bob Dylan, que llevaba escrita en la guitarra la frase This machine kills fascists.
Reconozco que la burricie de Pam no debería sorprenderme, teniendo en cuenta a los cerebros privilegiados que tiene por encima, pero su desfachatez, esa mezcla de ignorancia y petulancia que la convierte en una especie de monjita de la nueva izquierda, me la hace especialmente fascinante. Y es que Pam es licenciada en Filosofía por la Universidad de Compostela y lleva en el activismo desde el 15-M, motivos por los que podría tener algo parecido a un pensamiento racional, pero yo no detecto racionalidad alguna en aconsejar a las chicas la masturbación sobre la penetración, ni en su santificación del satisfyer (esta mujer está obsesionada con la autosatisfacción), ni en chotearse del pobre Woody Guthrie (si es que sabe quién es, cosa que no puedo afirmar taxativamente) ni en encontrar divertido y liberador clamar por la desaparición física del líder de un partido de extrema derecha (aunque me parezca un rancio, tanto como los mandamases de Podemos). Curiosamente, todos sus delirios de los últimos días han pasado bastante desapercibidos. Yo hubiese preferido alguna respuesta contundente desde el feminismo razonable y con sentido del humor, que lo hay (alguna frase modelo: Métete tú el dedito, que yo tengo a un montón de tíos haciendo cola para metérmela, grosera, pero eficaz), pero me he tenido que contentar con un interesante tuit de la cantante Bebe en el que felicitaba a todas las mujeres que llevaban años dando el callo para que ahora, literalmente, algunas descerebradas pudieran decir que tienen ganas de volver a casa solas y borrachas.
Si consultas el historial laboral de Pam, observas que lleva toda la vida dedicada al activismo y que no consta ningún trabajo remunerado de ningún tipo, lo cual ya es para sospechar de su supuesta valía y de los méritos que la han catapultado hasta una secretaría de Estado. Pero igual es que en un país en el que alguien como Irene Montero llega a ministra (de un ministerio cuya utilidad no está muy clara), es lo más normal del mundo que una bocazas desfachatada como Pam llegue a secretaria de Estado. En cualquier caso, yo les echo la culpa a todas ellas de las divisiones en el mundo feminista, que no existían antes de que Montero empezara a dar la chapa con su ley trans, su sólo sí es sí, sus hormonas para niños de 12 años que se sienten niñas y sus planes gloriosos para contribuir a la felicidad de todos, todas y, especialmente, todes.
Si el feminismo razonable (que me parece mayoritario y del que, con permiso de Pam, aspiro a formar parte) no se pone duro a la hora de deshacerse de personajes tan molestos y contraproducentes para la causa (del sentido común), las conocidas como feminazis o locas del coño (con perdón) acabarán contribuyendo al retroceso del movimiento con sus satisfyers que matan fascistas, su desprecio a las mujeres que prefieren intercambiar fluidos con un ser humano que no sean ellas y sus deseos de muerte para los políticos que no son de su cuerda.
Tengo la impresión, por lo observado que mantengo a Pedro Sánchez, de que el presidente del Gobierno no ve la hora de librarse de todas estas vehementes descerebradas (incluyendo en el lote, ya puestos, al piloto de combate Echenique). Una reciente encuesta ha detectado ciertas fugas de votantes del PSOE hacia el PP claramente emparentables con la grima que genera Unidas Podemos en cada vez más gente dispuesta, en principio, a votar a la izquierda. Por mucho que Sánchez insista en que no hay problemas graves entre el PSOE y Podemos, todos sabemos que, como tiene por costumbre, embellece ligeramente la realidad (o miente directamente, ya no sé) y que es consciente de que su relación con las huestes del piloto de combate Echenique (un hombre que cree que para ser feminista hay que darles siempre la razón a las locas del coño) es cada día más peliaguda y lamentable. Ya dijo en su momento que no dormiría tranquilo con los de Podemos en la cama de al lado, y es posible que vuelva a pensarlo tras una temporada, ya un poco larga, en la que las salidas de pata de banco de su socio de Gobierno (trátese del sólo sí es sí, de la guerra de Ucrania o de la autopercepción de género) se mueven en una línea locoide que no le favorece en lo más mínimo. Haber tenido que aprobar los cambios del sólo sí es sí con la colaboración del PP no ha debido ser para Sánchez un plato de gusto. El presidente ya ha demostrado anteriormente que es capaz de deshacerse de sus leales de un día para otro (pensemos en Ábalos y Lastra), así que aún le costaría menos librarse de unas pelmazos, pelmazas y pelmazes, ¿no creen?