Nadie sabe quién ganará en mayo, pero lo que parece casi seguro es que Ada Colau no repetirá como alcaldesa. Todas las encuestas reflejan un fuerte rechazo (7 de cada 10) a su figura y a la gestión que ella ha liderado en los dos últimos mandatos. Pero lo más relevante es que tampoco ningún estudio demoscópico la sitúa por delante de los otros tres alcaldables con opciones de levantar la vara: Jaume Collboni, Xavier Trias y Ernest Maragall. Como el partido se jugará a cuatro, esta vez quien consiga un voto más será alcalde, a diferencia de 2019, cuando Manuel Valls optó por el mal menor desde una lógica constitucionalista, evitando que ERC se hiciera con el poder en Barcelona. Además, quien gane jubilará a los otros tres. Algunos por razones de edad más que justificadas. En realidad, lo que sorprende es que tanto Trias como Maragall vuelvan a presentarse cuando juntos suman 160 años. Ninguno de los dos puede encarnar un proyecto de ciudad para 2030. En cuanto a Colau, todos sabemos que no quería repetir por miedo a perder y porque ser alcaldesa exige una dedicación que ella no está dispuesta a dar. Pero los suyos la obligaron, sin ella desaparecerían. Por su parte, Collboni, tras una larga trayectoria en política municipal, gana esta vez, o irá a buscar otro acomodo. También lo ha anunciado. Así pues, la lucha a cuatro será a todo o nada.

No comparto el anticolauismo visceral que se ha instalado en algunos sectores de la ciudad, que ven en ella la encarnación de las siete plagas, y la hacen responsable de todos los males y deficiencias de Barcelona. Me resulta llamativo que ese rechazo sea más perceptible hoy que en 2019, cuando su primer mandato fue un desastre monumental, flanqueada como estaba por dos tenientes de alcalde que de gestión no sabían nada y que luego se largaron a discursear a Madrid (Jaume Asens y Gerardo Pisarello), y que a mitad del mandato acabó con la expulsión del PSC del equipo de gobierno en las postrimerías del procés. El fuerte anticolauismo de estos últimos años es por acumulación, por hartazgo. El hachazo a la movilidad y el destrozo del Eixample con las superillas es sin duda lo peor de todo. Pero mucho cuidado con según qué discursos, no vayamos a tirar a la criatura con el agua del baño. Tanto negativismo no concuerda con los datos objetivos en actividad económica ni reducción del paro, por ejemplo. Es evidente que nos falta recuperar el orgullo de ciudad, falta reencontrarnos con la mejor Barcelona, y nos sobran constantes comparaciones con Madrid.

Ahora mismo, la situación se resume de la siguiente forma. Hay una alcaldesa condenada a perder, que suscita mucho rechazo, y dos candidatos (Trias y Maragall) cuya edad no invita a votarlos. El primero pretende hacerse pasar por un hombre moderado y de orden, pero se presenta por el partido de Carles Puigdemont. Es un independentista. Además, su gestión cuando fue alcalde entre 2011 y 2015 tuvo muchos claroscuros, incluyendo casos de corrupción con algunas condenas en firme y la sombra del 3%. Por su parte, Maragall ha estado de vacaciones en el ayuntamiento estos años y es un candidato movido más por el resentimiento contra su antiguo partido que por la ilusión de mejorar Barcelona. Los republicanos lo aguantan solo por su apellido, pero desearían que ocurriera algo para relevarlo. Nos queda Collboni, de cultura pesecera, poco dado a morder políticamente, pero que ha demostrado buena gestión en asuntos económicos, conoce bien la ciudad, es joven y no suscita especiales anticuerpos. Puede pactar con todos menos con Vox y la CUP. Anteayer anunció su renuncia al acta de concejal para disponer de todo el tiempo para la precampaña, en la que Colau está instalada desde hace medio año. Ha recibido las críticas del resto de grupos que lo tachan de oportunista. Sin embargo, se trata de un gesto coherente, e incluso valiente, pues renuncia a utilizar el cargo como primer teniente de alcalde para su promoción electoral, y sobre todo lanza el mensaje de que va en serio. Los suyos no abandonan el equipo de gobierno, pero él gana autonomía para preparar la cita de mayo. Habrá que estar atentos a sus siguientes pasos, porque ahora mismo es quien tiene más opciones de ganar si hacemos caso al promedio de todas las encuestas. En cualquier caso, lo importante es que después de Colau, gane Barcelona. Necesitamos que alguien nos ilusione. Ya va siendo hora.