Esta semana ha sido intensa. La reforma del delito de sedición y el amago del delito de malversación centraron el debate. En Madrid, la derecha se lanzó contra Sánchez porque dejaba al Estado sin defensa ante delitos como los acaecidos en 2017. En Barcelona, la derecha decía justo lo contrario, que la reforma ahondaba en la represión. En Madrid, Sánchez vendía España. En Barcelona, Aragonés vendía Cataluña. En Madrid, se ponía el grito en el cielo porque se rebajaban las penas. En Barcelona, la derecha catalana, con el inestimable apoyo de los antisistema y anticapitalistas, se rasgaba las vestiduras porque las penas castigaban a los patriotas. En Madrid, España se rompe en pedazos aunque se cuidan mucho de mencionar el artículo 155. En Cataluña, el 155 sigue vivo y es una amenaza. ¿Y que esperan? La derecha española dice que el sistema utilizado para llevarlo al Congreso quiere evitar que el Consejo de Estado y el Poder Judicial hagan su dictamen. Claro está que el del Poder Judicial se posicionará en contra porque siguen defendiendo a Llarena a pesar de los revolcones europeos. La derecha catalana casi prefiere el dictamen para levantar la bandera del victimismo irredento, que ya cansa.
Las tertulias radiofónicas y televisivas son la prueba del algodón. En Madrid, un partidario de la reforma era tratado de traidor. En Barcelona, ese partidario también. Las derechas, españolas y catalanas, encontraban su común denominador crucificando a aquellos que buscaban una salida al conflicto. La salida no solventa el problema, ni de largo, pero sienta, y asienta, las bases de un diálogo fluido, algo que no quieren ni ver, ni hablar, las derechas. Feijóo está a gusto blandiendo el España se rompe. Turull, Puigdemont y el resto de acólitos, están a gusto blandiendo la rendición catalana.
El bucle está garantizado y sólo faltó que saltara a la palestra la reforma de la malversación. Aquí estamos hablando de otra cosa. ¿Cómo reformar la malversación sin que se beneficien los del 3%? ¿Se puede reformar solo para los condenados el 1-0? Sinceramente creo que no. Primero, ERC no ha sido capaz, hasta ahora de presentar un papel sobre el que debatir. De momento, las tertulias siguen azuzando el enfrentamiento y debate sobre una reforma que no está encima de la mesa.
No lo está porque no hubo acuerdo en la Mesa de Diálogo. No lo está porque Podemos tiene visiones diferentes. De hecho, Echenique enmendó la plana a Jaume Asens. Compromís no está por la labor. Tampoco el PNV, y evidentemente Junts tampoco no vaya a ser que esto obligue a Puigdemont a volver. El PSOE, además, prefiere que esto duerma el sueño de los justos porque no quiere soliviantar a los barones. El PP lo agita encantado y se erige en defensor de la España una y no cincuenta y una. El dialogante Feijóo es toda una entelequia. No existe.
La semana acabó con la vergüenza de los efectos de la ley del Sí es Sí. Vergüenza porque pensábamos de buena fe que la nueva ley pondría coto a violadores y agresores y hemos visto que no. Irene Montero acusa a la judicatura de machista y de prevaricación por aplicar mal la ley a sabiendas. El problema es que entre los jueces que han reducido las penas los hay progresistas y algunas juezas implicadas en la lucha contra la violencia machista. La conspiración que jalea la ministra entre abogados, jueces y fiscales es un invento del TBO. Lo único claro es que Montero se ha chamuscado, abrasado. Las palabras de Yolanda Díaz poniéndose de perfil han sido como su sentencia de muerte política. No cuela lo de la conspiración y es frustrante la ley para todos aquellos y aquellas que creíamos en ella. Díaz sigue acariciando su gatito y Sánchez ha dejado a otro ministro chamuscado en la trinchera. Mientras, las dos Españas y las dos Cataluñas se afanan para la siguiente batalla. Veremos como las derechas nos explican que es posible romper España y romper Cataluña a la vez. Encaje de bolillos….. y de mentiras.