Después de semanas de sacar una amplia ventaja al PSOE en las encuestas, el efecto Núñez Feijóo parece que se diluye. En algunos sondeos, no solo en el del CIS, la distancia con los socialistas disminuye y el partido del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, remonta, aunque todavía no tanto como para desbancar al PP del primer puesto.
Es posible que en esta evolución tengan que ver los errores y los cambios de opinión de Feijóo, que dañan su credibilidad. En política económica el presidente del PP ha cometido errores de principiante, como confundir la prima de riesgo con los tipos de interés; echarle en cara al Gobierno la deuda pública, cuando una gran parte la heredó del mandato de Mariano Rajoy --en el que subió desde el 70% del PIB hasta el 101,7%, es decir, 1,2 billones de euros-- y en los últimos meses está descendiendo en términos relativos desde el pico alcanzado en la pandemia (125% en marzo de 2001) hasta el 116,1% en junio de este año (1,47 billones de euros). Feijóo también ha responsabilizado al Gobierno del alto paro juvenil cuando está por debajo del alcanzado en la etapa de Rajoy.
Feijóo también ha quedado desautorizado en el caso de la llamada “excepción ibérica” energética, lo que el PP ha calificado de “timo ibérico”, que puede acabar extendiéndose a toda la UE después de ser denostada por los populares, con chasco incluido cuando el líder del PP declaraba en Bruselas que nadie de la UE había defendido la “excepción ibérica”, solo unas horas después de que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula vor der Leyen, lo hiciera en el Parlamento Europeo.
Pero la incoherencia mayor se ha producido en la cuestión de la rebaja de impuestos. Aunque ahora lo niegue, Feijóo defendió la rebaja “masiva e intensa” de impuestos hasta que se produjo el fiasco de Liz Truss en el Reino Unido, obligada a abandonar el cargo de primera ministra tras prometer una reducción impositiva de 50.000 millones de euros, sobre todo a los ricos, y un plan de ayudas de 150.000 millones, lo que provocó por su falta de credibilidad una furibunda reacción en contra de los mercados y el hundimiento de la libra.
Después de la dimisión de Truss, Feijóo ha rectificado y ahora propone bajadas “selectivas” de impuestos y solo a las “rentas medias y bajas”. En lugar de admitir la marcha atrás, sin embargo, se acoge, en serio, a la broma de asegurar que el fracasado plan de Truss se parecía más a la política de Pedro Sánchez que a la del PP. Sánchez sí que ha aprobado “una subida masiva de impuestos, incluidas las rentas medias y bajas”, dijo Feijóo el pasado día 24 en un acto en Madrid. “Por tanto --añadió--, nuestra política se parece mucho menos a la de Liz Truss que la política actual, ya que consiste en incrementar impuestos, incrementar gastos e incrementar la deuda”.
Una afirmación incomprensible, ya que Truss quería bajar los impuestos, no incrementarlos, que se parece a otras frases enigmáticas, en el más puro estilo Rajoy, que ha pronunciado sobre la verdad y la mentira, la moderación, los padres y los hijos o Cataluña. En julio, afirmó: “Los españoles que somos catalanes con independencia de dónde vivamos, igual que los catalanes son gallegos y andaluces vivan donde vivan”, y el pasado día 22 aseguró en Lleida: “Para estar en Cataluña, hay que venir a Cataluña. Y para estar en Cataluña, hay que escuchar los problemas prioritarios de los catalanes y buscar soluciones concretas a los catalanes”.
Cada vez que viene a Cataluña, Feijóo intenta ser comprensivo con la sociedad catalana para abrir y moderar un partido que ha perdido toda conexión con Cataluña, como demuestran los últimos resultados electorales. El problema es que cuando vuelve a Madrid dice lo contrario que en Cataluña. Por ejemplo, en la cuestión de la lengua, pasa de defender el “bilingüismo cordial” a afirmar categóricamente que si llega a la Moncloa el castellano será vehicular en todas las escuelas, alineándose con el tono más duro del PP en esta cuestión.
Pero su credibilidad en este asunto también flojea si tenemos en cuenta que ni José María Aznar, que llegó a decir cuando le interesó para alcanzar el poder que hablaba catalán en la intimidad, ni Rajoy, por su tradicional pasotismo, consiguieron durante sus mandatos el bilingüismo en la enseñanza.