Supongo que el objeto de la acampada que este fin de semana ha tenido lugar en la plaza Cataluña, es el de proclamar por fin la república catalana, todo el mundo sabe que la mayoría de actuales naciones se forjaron así, montando unas tiendas de campaña en una plaza céntrica e invitando a pasarse por allí a algún actor de medio pelo y a algún excantante folclórico con gorro de lana. Yo estoy escribiendo en domingo, pero cuando usted está leyendo esto es lunes, así que la independencia catalana debe de ser ya un hecho, aunque yo todavía lo ignore. Produce cierta congoja estar escribiendo este artículo siendo español, y que aparezca cuando ya he dejado de serlo.
No sé cómo no se les ocurrió a los líderes del procés la estrategia de la acampada. Se hubieran ahorrado cárcel y fuga al extranjero, puesto que no hace falta proclamar independencia alguna desde el Parlament, de hecho ni siquiera hace falta votar ni llevarse a casa la marca de un porrazo. Con convencer a unos cuantos chavales y a otros tantos abueletes para que por un fin de semana dejen de hacer el ganso en su pueblo y vengan a hacerlo a la capital, la independencia va como una locomotora. Yo eso que, cuando el sábado pasé por allí, no me pareció que los ánimos estuvieran muy exaltados, más bien vi a la gente desmotivada con el procés, aunque no me hagan mucho caso, quizás las caras de hastío se debían a que estaba anunciada la visita de Toni Albà, eso desanima a cualquiera. Tengo para mí que más de un participante puso como condición para que Cataluña se desgajara de España, que Albà se quedara en esta.
Si, a pesar de la acampada, y contra todas las expectativas, cuando usted está leyendo esto la independencia sigue tan lejos como ha estado siempre, tampoco pasa nada. Aprovechar el buen tiempo para sacar a los chicos de casa y a los jubilados del asilo, y montarles un campamento en el centro de Barcelona, es una idea brillante. La ANC ha encontrado por fin su lugar en el mundo, ya que no sirve para otra cosa, ha demostrado utilidad por lo menos como organizadora de excursiones y actividades para chicos y mayores. Ya era hora de que justificara las subvenciones que recibe, entretener durante todo un fin de semana a jóvenes desocupados y a jubilados, es una tarea encomiable.
Cuando niño, yo pertenecí también a un grupo excursionista, pero nos llevaban como mucho al Montseny, ya me hubiera gustado contar entonces con una ANC que nos organizara pitostes en el centro de Barcelona, entre ver las tetas a una vaca frisona o a una turista inglesa, no hay color. Si para nosotros pasar una noche en un prado, lejos de casa, representaba toda una aventura, no quiero imaginar lo que ha debido suponer, para quienes han acudido a la llamada de la ANC, pasarla en plena plaza de Catalunya. Tal vez no hayan provocado el nacimiento de una nación, pero ya decía Coubertin que lo importante es participar.
Además, incluso el lugar de la acampada estaba perfectamente pensado. La plaza de Catalunya ha sido desde siempre el hábitat de trileros que sacaban el dinero a los incautos. Qué mejor lugar para organizar un campamento de la ANC, una organización que se dedica también a prometer ganancias fáciles -en forma de república- a los incautos que pagan religiosamente sus cuotas e incluso se compran la correspondiente camiseta anual. Cada vez que veo a la presidenta de la entidad, --ahora la señora Dolors Feliu, antes Elisenda Paluzie-- arengando a las masas, me la imagino moviendo con rapidez tres cubiletes y preguntando a los ilusos de turno:
--¿Dónde está la republiquita? ¿Donde? Pongan dinero, pongan.