La realidad política catalana ha dejado de ser objeto de sociólogos, politólogos, economistas o analistas de cualquier tipo. Ahora es ya cosa de los astrólogos. El gran tema del momento es una cosa estelar: la constelación Pegasus, una de las muchas relacionadas por Ptolomeo hace ya unos veinte siglos que se corresponde con el siglo zodiacal de Sagitario. Tanto tiempo después, se ha utilizado el nombre para designar eso que ya ha pasado a denominarse pomposamente Catalangate para referirse a las supuestas escuchas de que habría sido objeto un grupo de indepes en el que sin duda no están todos los que son y no sé si lo son todos los que están. En realidad, todo podría resumirse en un “no eres nadie” si no has sido espiado.
Hoy por hoy, escuchar o grabar lo que se dice, comenta y difunde es posible que nos lo hagan a todos desde los lugares más recónditos, ignotos e insospechados del planeta: el mercado de datos es el gran nuevo negocio global. Algunos expertos apuntan desde hace tiempo que, en verdad, grabar se graba todo y la cuestión es encontrar después un comprador al que algo interese. Quién lo hace, tanto da. Quien más quien menos ha podido encontrarse en alguna reunión en que los teléfonos móviles quedan en otra estancia por si acaso. En este presente confuso es cada vez más difícil identificar el “poder” porque la tecnología y la información son la clave del presente. Y, si es difícil localizarlo, lo es mucho más poder controlarlo.
El problema del affaire Pegasus es que, cuantas más cosas se van sabiendo, más visos cobra de espectacular montaje. El problema es saber a quién beneficia, mucho más que a quién perjudica, sobre todo cuando se está en horas bajas del independentismo, en unos tiempos en que unos parecen vivir de los sobres y muchos otros de las sobras. Ahora, es una gran ocasión para que ERC, por voz de Pere Aragonès, amenace con romper amarras con el Gobierno en el Congreso y exija revitalizar una vía de dialogo hibernada; mientras que Junts ve una ocasión inmejorable para que se dinamiten todos los puentes, si es que queda alguno.
Cierto es que “quien calla otorga” y estamos a la espera de que el Gobierno de alguna explicación, más allá de las obligaciones de los servicios de información, tan discutibles y controlables como necesarias para cualquier país. El cante nos lo ha dado a base bien en los últimos dos años largos, pero ignoro cuál es la afición por la música de Pedro Sánchez, si se centra más en lo castizo del chotis y la zarzuela o si prefiere la ópera. Pero, a la vista de lo que se ve, es fácil imaginarle cantando para sus adentros o trinando entre las paredes de La Moncloa y dedicado al President de la Generalitat aquello de “no me amenaces, no me amenaces… porque estás que te vas, y te vas y te vas, no te has ido”.
El caso es que la elección del nombre Pegasus (Pegaso en latín) tiene su aquel. La constelación recibió el nombre de un hijo de Zeus, dios supremo del universo clásico griego. Que se les ocurra tal denominación a unos canadienses es realmente llamativo y que lo cuente en The New Yorker un hijo de Mia Farrow y Woody Allen tampoco deja de llamar la atención. Para acabar de arreglarlo, se ha publicado que el vídeo promocional difundido por Ómnium Cultural estaba producido desde hace meses y algunos lo atribuyen a Batabat, la factoría de Oriol Soler, personaje que no aparece en la relación de espiados e investigado por su implicación en la financiación del independentismo.
Dicen que la mentira, como el pecado, es adictiva. Tampoco sé muy bien por qué. Quizá por ello se haga mucho más necesaria la labor de un astrólogo. Realmente hay cosas que son curiosas. Sin ir más lejos, Janet Sanz y Eloi Badia son del signo zodiacal de Aries, lo mismo que Oriol Junqueras; Pere Aragonés es Tauro y nacido el mismo día, claro que en distinto año que José Saramago, aunque no se le ve con veleidades literarias, como tampoco se ven inclinaciones marxistas al presidente de su partido, llegado al mundo en igual fecha que el filósofo Manuel Sacristán. Quién lo desee, puede entretenerse haciendo una composición orgánica de los principales dirigentes políticos catalanes y el Zodiaco, aunque tampoco se lo recomiendo, salvo encontrarse en un estado de desorientación emocional. Sin duda, son puras casualidades de la conjunción astral, motivo por el que se nos escapa cualquier interpretación racional --sin poner en duda la posible verdad de la cosa zodiacal-- de estas cosas que nos pasan.
En definitiva, lo importante es poder estar en la lista de espiados e investigados. Podemos apuntarnos todos a este nuevo, por distinto, Me Too. El “Yo también” da cierto empaque y una pátina de modernidad, presencia y actualidad. Un aspecto en el que es gran especialista la alcaldesa Ada Colau: ya insinuó también su sospecha de haber sido espiada o escuchada. Su “yo también” es un recurso habitual que en ocasiones se nos olvida. Sería más interesante saber si habría proclamado esto mismo respecto a las elecciones francesas: yo también, como Jean Luc Melenchón, por la abstención entre Emmanuel Macron, un autoritario neoliberal al servicio de las multinacionales, y Le Pen, una ultraderechista y xenófoba.