Las mociones de censura se deben presentar para ganarlas en la calle aunque se pierdan en el Parlamento. Esta fue la línea argumental de la presentada por Felipe González contra Adolfo Suárez. La perdió pero la moción lo catapultó en las elecciones. Fue el mismo argumento de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. Aunque la perdiera, merecía la pena presentarla. Al final, también la ganó.
Esta semana Sánchez se aseguró la victoria presentando su paquete de medidas contra la guerra. Pactó el contenido en el seno del ejecutivo y los socios, aunque a regañadientes, le han asegurado el apoyo. Falta por ver qué hará el Partido Popular, que elige este fin de semana a su nuevo líder. Vox y su líder Abascal tenían el campo abierto para marcar posición y no desaprovecharon la ocasión. Sánchez ganará en el Parlamento, pero ha perdido la calle.
Su intervención en el Congreso empezó mal. Antes de hablar el presidente, supimos que la inflación se situaba en el 9,8%, la peor en 37 años, y que la subyacente --que es el refugio de argumentos-- crecía por encima de la crisis de 2008 situándose en el 3,4%. O sea, sus asesores metieron la pata de forma exponencial escogiendo el día. Lo peor es que la inflación se publica siempre a fecha fija. Y los prolegómenos también. Escogió el presidente el lunes para presentar sus medidas en un foro organizado por un medio de comunicación. Lo ideal hubiera sido hacerlo de forma solemne en Moncloa arropado por lo más granado del empresariado. En el foro de Europa Press, Sánchez hizo gala de la soledad más escandalosa. Solo acudieron los presidentes de las empresas públicas y algún despistado habitual.
Las cosas pintaban tan mal que el presidente tiró de victimismo reconociendo que seguramente el Gobierno había cometido errores. Parecía que quería enternecer al personal, pero los errores son de grueso calibre y no enternecen a nadie a pesar de su mensaje pastoral. El primer error fue dejar pudrir la huelga de transportes que sigue coleando. Un dirigente socialista, ciertamente apesadumbrado, me comentaba que “el presidente ha llegado hasta aquí con la gasolina que le quedó en julio del año pasado, pero en nueve meses no ha repostado ni un litro y el Gobierno está agotado”. Sonaba a sentencia y a deseo de muchos socialistas de que Sánchez acometa una crisis de Gobierno para retomar la iniciativa el próximo año que culmina con las municipales y autonómicas, con las andaluzas de por medio. Al Gobierno le falta gas, al presidente después del pleno también. Ganará el pulso y se aprobarán las medidas, pero perderá en la calle y, además, el PP resurgirá con el efecto rebote del nuevo líder.
Tampoco tendrá la complicidad de las eléctricas. El mosqueo en el sector es importante. “Vaya mierda de decreto ha sacado la ministra”, dice un empresario del sector que augura ruido de sables con las tres grandes. Para colmo, Funcas hizo público un estudio. Las medidas del ejecutivo solo bajarán la inflación un punto porque se sustentan en gasto público, y el gasto público genera inflación. Un punto se antoja una victoria pírrica porque también el presidente repitió hasta la saciedad que estas medidas tienen fecha de caducidad. O sea, las medidas no gustan a nadie, se aprobarán haciendo de la necesidad virtud, pero el desgaste continuará porque el 30 de junio la cosa seguirá igual, porque el as en la manga del tope eléctrico no tendrá el efecto quirúrgico necesario ya que la herida es grande.
La desorientación general llegó al otro tema mollar: el cambio de tercio sobre el Sáhara. El presidente dijo en varias ocasiones "tomé la decisión". Así en primera persona. ¿Y el Parlamento? ¿Cuál es su papel ante un movimiento de Estado? Las explicaciones no se salieron del guion de estos días. Pedro Sánchez se refugió en la realpolitik. Conclusión: 11 partidos en contra de la decisión personal del presidente del Gobierno y la militancia socialista, todavía en estado de shock.
La semana no empezó bien, ha ido mal y el final del proceso puede ser peor. El presidente tiene en su mano enderezar la situación, o al menos intentarlo. Sánchez debe ser osado, regenerar su Gobierno fracasado que está sin gasolina e intentar tomar la iniciativa. Si no, el final casi está escrito. Lo que ha pasado el último mes es un claro ejemplo.