Raquel Sánchez, la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, entró por la puerta de atrás en el Gobierno porque ocultó su nombramiento al entonces todavía primer secretario del PSC, Miquel Iceta, y al líder de los socialistas catalanes, Salvador Illa, que asumía la secretaría de Organización. Corría el mes de julio de 2021 y desde el PSC dijeron, haciendo de tripas corazón, que Pedro Sánchez había escogido “un valor en alza” en el socialismo catalán. Más de uno ponía cara de circunstancias cuando oía la versión oficial y, en privado, algunos levantaban la voz. “¿Valor en alza? ¿Qué ha hecho para merecer este calificativo?”, se preguntaban. Otros iban más allá. Un alto dirigente socialista me dijo sin pelos en la lengua que “el presidente la ha nombrado porque la conoció en la Fiesta de la Rosa. Coincidió tres veces con ella, y ese es su valor en alza”. El tono de la conversación no dejaba lugar a dudas y muchos se preguntaron por qué no se escogieron otros alcaldes o alcaldesas que sí “eran un valor en alza”. Algunos rechazaron premios de consolación que les ofreció el presidente del Gobierno y se quedaron al frente de sus municipios.
Parece ser que Sánchez le pidió a Illa nombres de posibles candidatos. Mujeres, jóvenes y alcaldesas era el criterio fijado. Salvador Illa presentó una lista de cinco nombres. Raquel Sánchez nunca fue la primera de la lista, pero Sánchez se encaprichó y se fijó en ella, aunque silenció su decisión a la cúpula del PSC, la primera vez que ocurría, según un veterano dirigente: “Ni en tiempos de Felipe González con Raimon al frente del partido se había producido una situación similar”. Miquel Iceta se enteró de su cambio en el Gobierno tras una llamada a las 10.20 de la mañana. No le sentó nada bien y lo demostró en su toma de posesión. Illa no supo de los cambios en ningún momento. Ni se lo comunicó el presidente ni Raquel Sánchez dijo esta boca es mía. Muchos lo calificaron de deslealtad.
Sin embargo, la sangre no llegó al río porque Illa arregló el desaguisado situando a Eva Granados al frente del Senado y colocando a cuatro miembros del PSC en la Ejecutiva Federal en el Congreso de Valencia. No obstante, “el valor en alza” se convirtió en una ministra de pa sucat amb oli, o sea, de poco valor, poca calidad o poca importancia en sus primeras actuaciones. Recuerden su rueda de prensa para hacer añicos la posibilidad de la ampliación del aeropuerto, o cómo pasó de puntillas con la Ley de Vivienda.
Pensaron muchos que todo se podía enderezar, pero la huelga de transportistas ha puesto la situación negro sobre blanco. Errores encadenados han sido la tónica. Menospreciar la protesta, calificarla de extrema derecha, culpar a Marlaska de que las fuerzas de seguridad no estuvieran a la altura y sobre todo evidenciar su falta de auctoritas. El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, se reunió con los pescadores. Solo habló de las medidas, pero sin concretar. La huelga se desconvocó. Sánchez habló de gran acuerdo. Un “ratito” después de su rueda de prensa se descolgaron dos patronales porque su inconcreción los dejaba a los pies de los caballos y muchos de sus afiliados se sumaban a la movilización.
De hecho, la ministra ha pasado a segundo plano. El miércoles tras su intervención en el Congreso, el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, salió a arreglar el nuevo desaguisado. El problema es que Bolaños, que más bien parece un ministro de la UCD y gran representante del PSOE caoba, tampoco atraviesa su mejor momento. Se reafirmó en que habría medidas, sin decir cuáles y todo se pasó para la próxima semana. Horas más tarde, Bolaños y Sánchez fueron enmendados por el presidente y su equipo de confianza y se convocó a los transportistas, aunque dejando fuera a Plataforma, la que lleva la voz cantante en la calle. En el Gobierno la voz cantante ya no la tenía la ministra de la “cosa”, sino que Nadia Calviño y María Jesús Montero la dejaban en segundo término, en el rincón de pensar.
La situación es tal que un dirigente del PSOE, apesadumbrado, comentaba la situación poniendo el foco en las municipales de 2023. “En 2019 contamos con el efecto Sánchez –el presidente, of course—, pero tras eso podemos encontrarnos con el defecto Sánchez”, dijo. Toda una sentencia que ha provocado un debate interno, sin ruido todavía, en el socialismo español que apunta a una crisis de Gobierno para aprovechar el último año de legislatura y afrontar los comicios que vienen con garantías. El cambio de postura sobre el Sáhara no ha sentado bien en la militancia, pero lo sucedido con la gestión de la ministra Sánchez ha hecho saltar las alarmas. Una crisis de Gobierno donde los nuevos ministros ya vengan aprendidos de casa. Por cierto, nadie duda de que al “valor en alza” le quedan cinco minutos al frente del ministerio. Y muchos se acuerdan de José Luis Ábalos, de Carmen Calvo y de Iván Redondo. “Se les echa en falta”.