El Consejo de Ministros trasladó ayer a la Fiscalía de la Corte Internacional la acusación de crímenes de guerra contra Putin. La Moncloa se alinea con Biden: “No cederemos ni un milímetro al plutócrata”. La sociedad española se decantó por la Alianza Atlántica en 1987 y ahora el Gobierno sube al 2% el gasto militar. Punto. Aparentemente, la crisis de Ucrania nos une, como se vio en la conferencia de presidentes autonómicos del pasado fin de semana en La Palma. El Gobierno aprobará el 29 de marzo un decreto de medidas contra las consecuencias económicas de la guerra, que incluyen el despegue del gas de la tarifa eléctrica marginalista, que se aprobará en la cumbre de Bruselas, prevista para el 24 y 25 de este mismo mes.

Núñez Feijóo se ha estrenado como presidente in pectore del PP, pero no se separa de Ayuso cuando la presidenta de Madrid reclama que los 20.000 millones de euros destinados a las políticas de igualdad deben ir al bolsillo de los ciudadanos para rebajar el precio de la luz. Populismo facilón ante el que el nuevo hombre fuerte del partido conservador calla y otorga; no quiere peleas internas, de momento. La aproximación de Feijóo a Sánchez solo se hará visible después del Congreso del PP. El mainstream político espera ansioso que el todavía presidente de la Xunta efectúe un primer paso decidido hacia la concertación en los temas de urgencia nacional; muy pronto veremos si luce el patriotismo que le faltó a Pablo Casado.

Ante la necesidad de una política fiscal para evitar el desplome a causa de la inflación, Sánchez toma en Bruselas la iniciativa de hacer planes tributarios y presupuestos expansivos frente a los conglomerados energéticos privados. Es un émulo del exsecretario del Tesoro americano Harry Dexter White, el rojo que derrotó a Keynes después de la Segunda Gran Guerra convirtiendo el dólar en divisa de referencia en los mercados de materias primas, como trata de serlo el euro actual.

La distopía de Putin arrasa la retaguardia ucraniana, muy cerca de la frontera polaca y entra en Kiev, bombardeando viviendas en barrios trabajadores, hospitales y colegios. A las puertas de una amenaza nuclear, nadie da crédito a la ONU cuando advierte de que el peligro no debe descartarse. El Leviatán que está ya en las calles de Kiev no es el de Hobbes; no es un poder que protege; es un ángel exterminador.

Putin, el enemigo grotesco, el Superhombre de feria, el eterno retorno del pan-nacionalismo ruso, vive su imposible sueño colonial. Por su parte, el Parlamento europeo busca, desde que lo anunció oficialmente el pasado día 9, a los amigos del dictador ruso esparcidos por la UE. Estrasburgo analiza en “profundidad” los contactos “estrechos” del secesionismo catalán con el Gobierno de Moscú. Waterloo peligra.

Cuando todavía no han restañado las cicatrices emocionales del independentismo, llegan a las instituciones de los antiguos comuneros los amigos de Abascal blandiendo el fuego abrasador de la raza. Ante la barbarie de la invasión rusa, la extrema derecha europea oculta sus antiguos tratos con el demonio.

Separatistas, podemitas desunidos, Ciudadanos crepusculares y demás tribus de la Pastoral hispana regresarán pronto a la casilla de salida. Voxistas y ayusistas, beneficiados en las urnas, esperan su oportunidad, como lo hace la regeneración izquierdista de Yolanda Díaz. Parece que el salvaje bibloquismo abre un espacio de centro fruto del encuentro entre “la extrema izquierda de la derecha y la extrema derecha de la izquierda”, en palabras sabias del profesor Francisco Rico. Nos conviene un modelo templado a la hora de rendir tributo a la Europa amenazada de Adenauer y Delors.