La opinión pública ha reaccionado ante el conflicto de Ucrania con emocionalismo, según es lo propio de nuestros tiempos, más que con solidez analítica. En Estados Unidos, el caso de John Kerry --antiguo candidato presidencial-- nos supera: lo que le preocupa de la agresión de Putin es su efecto climático. De ser presidente, si le hubiese pasado por la Avenida de Pensilvania una guerra mundial, su preocupación sería que los tanques no le aplastasen los rosales de la Casa Blanca. Volvamos a Raymond Aron cuando criticaba a Giscard que no tuviera el sentido trágico de la Historia. En Ucrania tenemos todos los componentes de una tragedia y pocos elementos para prever el desenlace.
Por contraste con el emocionalismo y la pulsión fatalista o apocalíptica, mientras Putin intenta doblegar Ucrania aprovechando el margen que le da saber que la OTAN no responderá, no pueden negarse las novedades positivas, como el giro de la política de defensa alemana --con un incremento presupuestario del 2%--, el ensamblaje de las distintas sanciones, el asentimiento de Suiza a las sanciones, Finlandia --como Suecia o Austria-- sumándose a las críticas a Putin. Noruega --como recuerda el digital Atlantico-- sin ser miembro de la Unión Europea acoge maniobras de la OTAN. Pero el incremento del gasto en defensa de China es del 7%. Xi Jinping por enésima vez reclama Taiwán, la provincia traidora.
El objetivo es aislar a Putin, aunque eso siempre opera a largo plazo. Y además, ¿no le será un acicate? Respecto a los sectores rusos críticos con la intervención en Ucrania, ¿cómo pueden expresarse libremente para llegar a toda la población o habrá que esperar que el descontento llegue con el derrumbe del rublo y suban los precios astronómicamente?.
Macron habla de un giro en la historia de Europa pero, aunque por realismo, la Unión Europea no vaya a actuar militarmente, no parece un giro determinante seguir siendo espectador. La UE es una construcción para la norma y no para la fuerza aunque sin la correlación de ambas tener status de superpotencia es una de esas empresas que generan nostalgia o más ambigüedad. Personalmente, quien esto firma no aboga por la intervención militar: simplemente, se trata de concretar lo que hay más allá de la retórica y lo que hay por ahora es la impunidad de un Putin cuyos cálculos costes-beneficio son la antítesis del sistema demoliberal de Occidente. Lo que hay es muerte en Ucrania y ataques a centrales nucleares, inseguridad general, incertidumbre económica y una prueba más de que la Historia como tragedia no tiene fin.