En Cataluña el PP apenas tiene diputados. Y eso que ha tenido candidatos notables. Por ejemplo, Josep Curto, uno de los más serios y trabajadores. Hoy mismo, quienes le tratan con frecuencia se deshacen en elogios de Alejandro Fernández. Y eso que ambos han predicado en tierra de infieles, por utilizar una expresión eclesial de las que tanto gustan a la derecha.
Así se acostumbra a explicar el escaso éxito electoral de los populares en Cataluña: que su mensaje casa mal con las ideas catalanistas dominantes. Pero hay otras posibilidades. Quizás no esté de más considerar que su poca implantación tenga que ver con el hecho de que tienen pocos procesados. Porque a tenor de su historia, ser sospechoso de conductas poco santas es un gran mérito en el PP. Cuantas más acusaciones tenga uno, mejor. Por esa vía se puede llegar en el partido a cualquier parte.
Tal vez parezca una teoría peregrina, pero conviene no descartarla sin más. El PP es un partido con montones de sospechosos que han acabado ante los jueces, librándose de la condena muchas veces por motivos sorprendentes.
De sus tesoreros, Naseiro se fue de rositas, junto a Ángel Sanchís, por un problema relacionado con la legalidad de las escuchas (como le ocurrió a Zaplana en sus primeros pleitos), y Álvaro Lapuerta por enfermedad y muerte. Por cierto, quien quiera noticias de las correrías políticas de Lapuerta durante el franquismo puede acudir a los varios volúmenes del general Juan María de Peñaranda, uno de los fundadores de los servicios secretos de Carrero Blanco. Los mismos servicios secretos que dicen que no detectaron nada sobre el atentado que se preparaba contra el almirante. El siguiente tesorero fue Luis Bárcenas. Después y tras un breve paréntesis en el que el cargo fue ocupado por Romay (exministro de Aznar como aval de honestidad), fue nombrada Carmen Navarro Fernández Rodríguez, luego acusada de ser la responsable de la destrucción a martillazos de los discos duros del ordenador de Bárcenas.
Entre los que fueron ministros de Aznar y Rajoy y han acabado procesados están Rato, Matas, Zaplana, Álvarez Cascos, Soria y varios más, además de la propia Ana Botella, salvada por la campana e incluso un catalán: Jorge Fernández Díaz. El propio Feijóo fue fotografiado disfrutando del aire y el sol en el barco de un condenado por narcotráfico, aunque él, claro, no sabía nada.
Lo de Valencia es ya de nota: además de Zaplana que sigue pendiente de otro juicio, eso sí, en su casa, Francisco Camps, Carlos Fabra, Rita Barberá, Alfonso Grau, Ricardo Costa, Juan Cotino, Rafael Blasco, Luis Díaz Alpieri, Sonia Castedo... Y en Madrid, Esperanza Aguirre, Francisco Granados, Ignacio González, Cristina Cifuentes.
Con el ejemplo de estos mayores, se comprende que sus cachorros (Casado y Ayuso en primera línea) tengan los historiales que tienen. Ella ya recibió en donación una casa de su padre, poco antes de que los jueces pudieran embargarla para cubrir un crédito concedido por la Comunidad de Madrid donde, casualmente, trabajaba su hija. Siendo ella presidenta, la comunidad ha beneficiado a empresas relacionadas con su hermano y su madre. Puede que acabe en los juzgados y puede que todo acabe en nada, porque entre los jueces hay algunos dispuestos a llegar al Supremo u otras instancias. Como el consejero de Ayuso Enrique López (denunciado en su día por ser pillado in fraganti conduciendo con varias copas de más).
El propio Casado ha tenido sus más y sus menos con la justicia por unos títulos conseguidos en las rebajas, acompañado en sus gestiones por el actual juez del Constitucional Enrique Arnaldo.
Y lo que se avecina. Uno y la otra pueden volver a verse las caras con los jueces en esa carrera loca por ocupar cargos en el partido. Es como si estuvieran convencidos de que en el PP, si quieres hacer carrera en serio, conviene que seas perfectamente sospechoso.
En Cataluña, en cambio, el PP se estrella. La corrupción es casi monopolio de la familia antes llamada convergente en general y Pujol en particular, rebautizada ahora en un intento de escurrir el bulto del 3%, como poco. No hace mucho, un consejero del Gobierno catalán por la cuota de CDC explicaba a un amigo de juventud que en el siguiente cambio de gobierno no lo volverían a nombrar. “No he aportado”, le confesó.
Convendría valorar que el fracaso del PP en Cataluña no se deba a sus ideas sobre la organización territorial, sino a la poca capacidad de sus dirigentes para meter mano en las cajas. Y claro, en ese partido, sin estar imputado cuesta hacer carrera. Pero si eres sospechoso, hasta hay masas que te aclaman en la calle.