El negocio de las energías renovables vuelve a moverse bulliciosamente. La familia Galíndez, accionista de referencia de la compañía vasca Solarpack, está a punto de propinar un espectacular petardazo que la afianzará en su categoría de supermillonaria.
Dicha empresa gestiona una docena de parques fotovoltaicos ubicados en España, Estados Unidos, India e Iberoamérica, que suman 300 MW. Ahora mismo está embarcada en fortísimas inversiones y prevé que en un par de años habrá multiplicado su capacidad de generación.
Pues bien. El fondo sueco EQT, de común acuerdo con los Galíndez, ha lanzado esta semana una opa amistosa sobre Solarpack. Ofrece por el 100% del capital la bagatela de 881 millones.
José María y Antonio Galíndez Zubiría, más su sobrino Pablo Burgos Galíndez, poseen el 51% de la firma opada, de modo que van a embolsarse por su lote la friolera de 450 millones contantes y sonantes.
Según los pactos que los Galíndez han suscrito con el potente consorcio nórdico, una vez aquellos ingresen el dineral convenido, invertirán una parte -exactamente 72 millones- en comprar el 8% de la sociedad de cartera que promueve la opa. Es decir, seguirán como accionistas de Solarpack, sólo que ahora serían muy minoritarios.
Por cierto, tanto la sede social de esa firma como el domicilio de los tres vendedores radican en el municipio vizcaíno de Getxo. No en vano luce esta localidad una de las mayores rentas per cápita de la península Ibérica.
El trasvase de Solarpack reviste un importe suculento. Se añade a otros recientes como el que van a atizar los madrileños Entrecanales, mandamases de la constructora Acciona. Según comenté el domingo último en Crónica Global, están a punto de catapultar a la bolsa una filial de su grupo denominada Acciona Energía. El meollo del trasiego reside en la colocación del 25% de su capital entre los ahorradores privados. Con semejante tejemaneje esperan llevarse a la faltriquera la nadería de 3.000 millones.
La venta de Solarpack es altamente beneficiosa para los oligarcas que actualmente la controlan, ya que les proporciona una prima de monto astronómico. Lo que no está tan claro es que a la vez sea provechosa para el País Vasco y el resto de España. Más bien cabe considerarla muy lesiva. De hecho, significa renunciar a la propiedad de una entidad pujante que, además, trabaja en un sector favorecido por unas expectativas esplendorosas para los próximos lustros.
Por cierto que estos episodios acontecen en medio de una escalada sin precedentes y devastadora del precio de la luz, mientras el Gobierno de Pedro Sánchez mira a otro lado y se hace el sueco.
Es de recordar que los hermanos Galíndez son hijos del banquero vasco Ángel Galíndez. Este prócer, ingeniero agrónomo, desempeñó la presidencia de Banco Vizcaya por los años setenta y ochenta del siglo pasado. Bajo su dirección, el Vizcaya se encumbró a las más altas cotas de productividad y rentabilidad del sistema financiero español.
En cuanto al fondo EQT que protagoniza el lance bursátil de marras, pertenece a la saga escandinava Wallenberg, que atesora una de las fortunas más caudalosas de Europa.
Su opa sobre Solarpack no es la primera operación que desarrolla en nuestro territorio, pues el año pasado tomó la batuta del portal inmobiliario Idealista. Satisfizo por él nada menos que 1.321 millones.
Una de las conclusiones que se desprenden de los trapicheos relatados es que España vuelve a ser jauja y un paraíso para los especuladores de todo pelaje. Si se encontrara activo el batallador navarro Carlos Solchaga, ministro de Economía y Hacienda con Felipe González entre 1985 y 1993, hoy podría repetir aquello de que “España es uno de los países del mundo en que más fácil resulta ganar dinero”. O dicho con otras palabras, aquí el más tonto hace relojes y el que no deviene rico es porque no quiere o porque es un gandul de tomo y lomo.