Jordi Mercader publicaba hace unos días un artículo en este diario que titulaba “El procés dirigido por los de siempre”. No le falta razón. Son los de siempre. Y la respuesta, la de siempre. Escuchando los eslóganes de los manifestantes que protestaban contra la detención de el núcleo duro de Puigdemont parecía que la operación hubiera sido ordenada directamente por Pedro Sánchez en el búnker de La Moncloa lanzando a la Guardia Civil contra unos ciudadanos, por el simple hecho de ser independentistas. Convirtieron la redada policial bajo dirección de un juez en represión de estado.
El argumentario indepe tira de catálogo y suplanta que el juez ordenó y que la Guardia Civil actuó como policía judicial por una altisonante nueva confrontación del estado contra “la Cataluña que reclama la independencia”. Encontrando de nuevo el enemigo común, Junts per Catalunya y Esquerra Republicana se toman un respiro en su batalla fratricida y se preparan para canonizar a Xavier Vendrell, David Madí y Oriol Soler. Y tienen gasolina para hacerlo porque muchas veces, ya demasiadas, estas operaciones policiales quedan en agua de borrajas por la ausencia de pruebas o lo peregrino de las acusaciones. Espero que el juez no yerre y tenga sólidos indicios para realizar una operación de este calibre por el impacto en la política catalana, que no goza precisamente de buena salud.
El juez está investigando si los imputados en esta causa utilizaban el manido método heredado del 3%. Un método que se sustentaba en favorecer desde la administración pública a determinados empresarios a cambio de comisiones. Es el método del caso 3%, de las diferentes causas abiertas y otras cerradas con condenas de culpabilidad. Es el método de la Convergència de toda la vida. Quizás el método de Xavier Vendrell, que en sus buenos tiempos enviaba cartas a los altos cargos de la Generalitat para que pagaran la cuota al partido por cargo institucional, sin tener en cuenta que muchos altos cargos no militaban en ERC y la pifia se descubrió.
Esto investiga el juez. Si las empresas de estos señores recababan contratos de la administración y luego el dinero público se destinaba para otros menesteres como Tsunami Democràtic o la Casa de la República, y a su inquilino, Carles Puigdemont. De nuevo, el 3%. Ya saben que la mona, aunque se vista de seda, mona se queda. La mona de la vieja Convergència se ha vestido de seda para aparentar ser más joven, pero siendo aquella mona. Aquella forma de hacer sigue vigente.
No sabemos todavía si esto es así, pero el juez así lo sospecha, o tiene evidencias de que sí, de que es así. Que los detenidos utilizaban el método mona de seda buscando con ahínco contratos públicos, a veces con una cierta sombra de duda, presuntamente, sobre la capacidad de la adjudicataria para cumplirlos. La incógnita es en este punto es saber si una parte de ese dinero llenaba las cajas de resistencia, sospechosamente llenas para todo menester, o servía para financiar a Carles Puigdemont o para crear movimientos, supuestamente, espontáneos como Tsunami Democràtic. En definitiva, falta saber si el nuevo sector de los negocios de la Convergència de Puigdemont funciona como el viejo sector de los negocios de Convergència de Pujol. Si la forma de hacer de Madí, Vendrell o Soler es la forma que otrora utilizaron los Prefaneta, Alavedra, Osácar, Montull, Millet y un largo etcétera.
Quizás que a este nuevo sector negocios les une su irredento independentismo. Les une el objetivo final, y mientras llega se aprovecha para hacer negocios. Esto también une mucho, sin duda. Hasta hoy estos negocios son legales, pero por lo que hemos sabido, el juez tiene indicios de que hay trampa y cartón. Esperemos que sus argumentos y sus pruebas sean sólidos, que puedan corroborar los indicios, para que esta causa no se quede en fuegos de artificio. La justicia no puede permitirse otro error como los que se han vivido en los últimos años. Si esto sólo queda en algarada, el movimiento independentista se verá reforzado en sus argumentos --otros perderemos la paciencia-- y los David, Vendrell o Soler serán ascendidos a los altares.
La noticia fue toda una bomba, un gran sobresalto. Como preludio de Halloween, un “susto o muerte”. Un terremoto que algunos tratan de aprovechar para tensionar esta larga precampaña. Creo que el movimiento es el contrario. La justicia debe seguir su curso en una Cataluña dónde sigue siendo la hora de la política. La hora de la política y de la sensatez, como demostró la fiscalía no recurriendo la sentencia de absolución del Mayor Trapero. La hora de la política para buscar una salida al enconamiento de una situación, al tiempo que pase la escoba para poner coto a una forma de hacer que empieza a ser cansina en la política catalana. Una forma de hacer de unos que se dicen “patriotas” y no son más que unos patrioteros, que se llenan la boca de patria para llenar sus bolsillos.