El exjuez Baltasar Garzón vuelve al primer plano de la actualidad. El pasado domingo le fotografiaron en el aeropuerto de Roma en compañía de Dolores Delgado, fiscal general del Estado y exministra de Justicia. Al parecer, ambos regresaban a Madrid tras disfrutar de un fin de semana en la ciudad eterna.

La estampa de la pareja ya ha dado varias veces la vuelta al ruedo ibérico. Los dimes y diretes sobre su encuentro menudean en las habladurías mediáticas. Por supuesto, todo bicho viviente es libre de alternar con quien le plazca, pero que una alta representante del Estado, nada menos que la fiscal general, comparta su tiempo libre con un indeseable de la calaña de Garzón, debería encender las sirenas de alarma.

El sujeto fue condenado en 2012 a once años de inhabilitación por prevaricar, o sea, por dictar a sabiendas una resolución injusta. Esta consistió en ordenar, en su calidad de magistrado de la Audiencia Nacional, que las fuerzas de seguridad intervinieran y espiaran las comunicaciones entre los acusados de la trama Gürtel y sus respectivos abogados.

Tras su deshonrosa salida de la judicatura, el camaleónico Garzón no perdió el tiempo. Montó en Madrid un bufete titulado Ilocad, sigla de International Legal Office for Cooperation and Development. Desde entonces se dedica a ejercer de abogado-intermediario.

Dicho con otras palabras, el antaño juez estrella ha dejado de perseguir a los delincuentes. En vez de ello, ahora les asesora sobre los vericuetos procesales más indicados para evitar la trena. En todo caso, claro está, siempre previo cobro de abultados honorarios. En la capital son famosas las rapaces minutas que el personaje propina a sus clientes. La última la largó este verano al Gobierno de Venezuela.

En junio, la policía de Cabo Verde apresó al agente chavista Alex Saab, de origen colombiano, mientras realizaba una escala con su jet privado para repostar. El tal Saab es uno de los hombres más ricos de Venezuela y un pez gordo sobre cuya cabeza pende una orden de extradición dictada por Estados Unidos. Se le acusa de lavar dinero de la oligarquía bolivariana que rige con criminal despotismo los destinos del otrora opulento país.

Saab es una suerte de testaferro y guardián de los secretos financieros del mismísimo presidente Nicolás Maduro. La importancia que Venezuela confiere a este individuo se resume en un dato. Para sufragar su defensa, el Gobierno se ha sacado de la manga un fondo provisto de 50 millones de dólares de dotación inicial.

Uno de los despachos a los que acudieron las autoridades de Caracas es el de Garzón. Este, antes de aceptar el caso, dijo que había de revisar los pormenores. Por tal diligencia cobró 65.000 euros. Y, como era previsible, asumió el encargo. La factura de Garzón rondará los 3 millones contantes y sonantes. Baltasar goza de fama mundial gracias a la resonancia que alcanzaron los ribetes escandalosos de algunos sumarios por él instruidos, durante su larga estancia en la Audiencia Nacional.

De hecho, su cartera de defendidos incluye a diversos políticos de manos largas, a mafiosos y a otros destacados maleantes del ancho orbe. Figuran entre ellos algunos capitostes rusos y venezolanos, el fundador de Wikileaks Julian Assange y el suizo Hervé Falciani, que se apropió de los archivos del banco para el que trabajaba y los vendió al mejor postor. Garzón también ha asesorado a la compañía estatal Petróleos de Venezuela, quizás el mayor agujero negro de latrocinios del régimen chavista.

El exmagistrado, que ya calza 64 años, ha amasado una copiosa fortuna desde que dejó la carrera judicial por la puerta de servicio. En los siete años que su gabinete Ilocad lleva en funcionamiento ha ingresado 21 millones. Por su parte, Garzón ha percibido solo en el último trienio 4,5 millones. En 2019 Ilocad declaró a Hacienda un giro oficial de 4,1 millones. Gracias al espectacular episodio de Alex Saab, en el presente ejercicio de 2020 superará dicha marca con creces.

Los estrechos lazos de amistad existentes entre Garzón y Delgado constituyen una bomba de efectos retardados y de alcance incalculable. Uno y otra son compadres íntimos del poliédrico comisario José Manuel Villarejo, con el que gozaron de entrañables comidas salpicadas de injurias y maledicencias. El día que este misil atómico en ciernes estalle, la onda expansiva brindará a buen seguro jornadas de gloria a las huestes tertulianas que anidan en los medios informativos.