He leído y releído con gran sorpresa y perplejidad el artículo de opinión que en La Vanguardia suscribe Santi Vila, quien fuera de todo en el Govern de la Generalitat y que tuvo, no sé si el oportunismo o la oportunidad, de desmarcarse dimitiendo cuando el golpe de estado independentista se estaba ya empotrando contra los arrecifes.
En sus tribulaciones hace un exhaustivo repaso del menú de temas que son de actualidad y padecemos todos, como las ocurrencias psiquiátricas del señor Quim Torra, el drama general del Gobierno de Pedro Sánchez en la gestión del Covid-19 y en todo lo demás con la mentira por bandera, o la severidad de las condenas de Imanol Arias y Ana Duato en relación a asesinos y violadores. Aunque sin mencionar para nada los tratamientos que reciben sus compañeros políticos golpistas con los que compartió banquillo durante el juicio, del cual él mismo salió indemne por saltar del barco en el último suspiro.
Continua el bueno de Vila con una defensa comprensiva del histórico papel del Rey Juan Carlos pese a los pelillos a la mar que ahora sufre con el cruel acoso de quienes pretenden derribar la monarquía, mientras defiende la moderación de Feijoo y los juegos malabares de Urkullu, al que bañaríamos vestido en la fuente de Montjuïc y lo sacaríamos seco. Celebra finalmente el fracaso podemita y ciudadano como final de ciclo mientras no salva de la quema ni a la señora Colau ni al señor Valls como responsable y monaguillo de la destrucción de Barcelona.
Comparto su agotamiento y su necesidad de vacaciones ante tanta tribulación, y por supuesto comparto también sus manifestaciones sobre todos y cada uno de los temas que aborda, pero me produce una profunda inquietud el no saber en qué zona del escenario se halla el señor Vila. Náufrago salvado por la campana del drama de 2017, referencia que siempre suena en las porras y quinielas de posibles líderes de nuevos partidos políticos de corto alcance, plataformas, formaciones en gestación, sueños o engendros que parecen abrirse un hueco jugando con el centrismo no pero sí, con un moderado nacionalismo, también y tampoco de un constitucionalismo de por ahora bien, pero ya veremos, mirándose de reojo unos a otros, gatillo a punto a la primera que uno de ellos o ellas pestañee, que en eso qué más da. Me recuerdan a los seis personajes en busca de autor de Pirandello cuando todos ellos vienen ya rebotados de otras formaciones: CiU, UDC, PDECat, JxSí, JxCat y demás siglas que me recuerdan a las fórmulas algebraicas de mi carrera.
Nuevos refugios, acomodos y nuevos codazos por una silla, por un lugar en las listas, por un estatus privilegiado para relaciones o por un sueldo, aunque personalmente creo que llegan tarde, pues el enorme drama económico en gran medida acabará con los chollos de los que hasta ahora se hallan disfrutando decenas de miles de aprovechados. Y pasará como cantaba Serrat por San Juan: La rica vuelve al rosal, la pobre vuelve al portal y el avaro a sus divisas.
Después de ésta humilde visión de los juegos de estrategia en busca de espacios electorales, a la caza de crédulos votantes que todavía necesitan confiar en alguien que no les mienta y de actores protagonistas que muy bien podrían ser producto de la prodigiosa imaginación de Enrique Jardiel Poncela, porque no conozco autores catalanes tan hilarantes y finos, quisiera volver a la figura de referencia de éste artículo: Santi Vila.
Es indudable que ante el escaso peso específico y capacidad de liderazgo de todos los demás aspirantes, creo que con tan solo una honrosa excepción que no mencionaré por respeto y prudencia, el amigo Vila destaca notablemente por su experiencia, moderación, cultura y las tan escasas hoy día señales de educación. Pero los ciudadanos, finalmente votantes y jurado ante todas las propuestas, debemos preguntarnos si él está dispuesto y por la labor para dar un paso adelante, si tan solo se halla entre el público de platea como simple espectador, si previa botonadura de la chaqueta subiría al escenario a recoger el premio, con qué palabras dirigidas al público mostraría su agradecimiento y, sobre todo y fundamental, qué haría después.
No sé si soy capaz de imaginar una eficaz labor de acercamiento entre los sectores huérfanos de un liberalismo defensor de España y la Constitución que lamentablemente parece haber fallecido en Cataluña, con aquella cobarde y hoy inexistente burguesía catalana conservadora en su catalanismo, mezclado con los románticos del derecho a decidir, o los incansables adictos al sufrimiento que piensan que un referéndum de plástico y soluble sería, aunque ilegal, la situación óptima definitiva.
En la lejanía se vería el polvo que levanta la marcha enfermiza de los independentistas, que en su visión beatífica caminan hacia el edén de la eterna riqueza y felicidad extrema, es decir, las longanizas y las perdices. A todo ello, finalmente mesurando el grado de apertura de piernas de aquellos sectores del socialismo catalán que tienen un pie a cada lado del charco sin saber muy bien qué hacer para no mojarse.
El panorama es complicado y ciertamente no lo veo claro, aunque quizás con alguien con una gran dosis de sentido común los catalanes olvidados, apartados y proscritos tuviéramos una oportunidad. Por supuesto que no dudo de la bondad del señor Vila, pero sencillamente no sé dónde está y a la mayoría de los catalanes que imploramos la normalidad, con nuestras particularidades y singulares emociones, pero comprometidos a seguir liderando de nuevo el desarrollo y el progreso de un gran país, nos han traicionado ya tantas veces, nos han insultado también demasiado y nos hemos acostumbrado al ambiente de secuestro en nuestra propia tierra que nos cuesta ya un esfuerzo recuperar el concepto y el viento de la libertad.
Y de igual forma que el señor Vila necesita vacaciones ya, el pueblo catalán en su conjunto necesita urgentemente referencias fiables, que no engañen a la gente, que nos libren de chalados, chamanes, mentirosos, sediciosos y corruptos, ofreciéndonos honradamente un horizonte al que seguir dirigiendo nuestro futuro en paz y convivencia.
Señor Vila: disfrute de la transparencia de su Costa Brava, reflexione y que, a ser posible a la vuelta del verano, podamos saber dónde está usted.