Cual decisión propia de un país donde impere un régimen no precisamente democrático sino con claros tintes de dictatorial, leo invadido por una mezcla de estupefacción, incredulidad y desazón la noticia de la decisión adoptada por el Ministro del Interior, Grande-Marlaska, de cesar al máximo responsable de la Guardia Civil --tras la Directora General-- el coronel Diego Pérez de los Cobos.

La estupefacción obedece al hecho de que, en un contexto delicado como el presente estado de alarma --aunque es más o menos conocido que de facto lo vivido es más equiparable a un estado de excepción--, parece entre torpe y contraproducente prescindir repentinamente de uno de los principales líderes de los cuerpos y fuerzas de seguridad el Estado, máxime cuando su palmarés es admirable.

La incredulidad me asalta tras leer, que no entender, el motivo de dicho cese, pues bajo una vaga y ambigua excusa como es la “pérdida de confianza” observo entre líneas un reproche por hacer bien su trabajo, como es guardar con rigurosa confidencialidad toda investigación realizada contra cualquier persona por el bien de España y de la sociedad española. Si tenemos en cuenta además que dicha confidencialidad es su deber y que estaba investigando a los señores Simón e Illa, actuación no solo absolutamente legítima sino más que procedente --atendido el hecho que la negligencia y desidia de dichas personas han disparado el número de muertos e infectados por la Covid-19-- a uno le parece increíble e inconcebible que dicha actuación dé pie a cualquier fisura en la confianza del coronel Pérez de los Cobos.

Y tras dichas dos reacciones me inunda una enorme desazón porque nuevamente leyendo entre líneas concluyo que el ejecutivo sigue realizando, sin pudor alguno, cuanto le convenga en todo momento y exclusivamente a sus propios intereses, anteponiendo sin vergüenza alguna de forma alarmante y explícita dichos intereses propios a los del pueblo español. Así, si hay que llegar al poder con la izquierda radical y con partidos no constitucionalistas sino independentistas, se llega. Si para lograr dos semanas más de totalitarismo es preciso pactar con la continuación de ETA la derogación de una reforma laboral, se pacta.

Si hay que manipular el número de muertos, se ocultan decenas de miles y se eliminan en 24 horas 2.000 de un plumazo sin parpadear. Si hay que publicar encuestas del CIS que ni el más naif e indocumentado es capaz de creerse los resultados que publica Tezanos, se publican con la máxima difusión posible. Si hay que permitir a los okupas empadronarse en las viviendas ocupadas para optar a una renta mínima vital, se les empadrona y subsidia. Y si hay que mentir y desdecirse en reiteradas ocasiones de compromisos hechos públicamente, no les tiembla el pulso y mienten y se desdicen de lo prometido, porque ya están en el poder y no les importa ni siquiera quienes erráticamente los auparon a él.

Es tal el nivel de codicia, tan grave su irresponsabilidad y tan preocupante la indiferencia que siente el actual gobierno de España respecto al pueblo español, que realmente cuesta creerlo, pues de forma preocupante parece que el principio que reina en el ejecutivo es que el fin justifica los medios, sin darse cuenta que abundando en dicha actitud de creerse intocables, van cavando su tumba política. Y es que confío en la justicia, gran último resorte de lo quede de la otrora democracia que existía en España, por lo que espero y deseo que, pese a las enormes presiones políticas que seguro recibirán magistrados y jueces para que no prosperen el alud de denuncias y querellas que ya empiezan a acumularse por una palmaria ineptitud y negligencia que han inundado España de muerte y crisis económica, deberían acabar apartados del poder y no pocos de ellos entre rejas. Mientras tanto, todos los españoles tras meses de pandemia --surrealista que no lo pidieran desde el día 1, pero es que no podían porque no se habían provisto de ellas--a ponerse la mascarilla ¿o será el bozal?

Gracias por su servicio a España y a los españoles, coronel. Impecablemente su número 2 ha dimitido en muestra de solidaridad con usted y de protesta contra un infiel “servidor” público, y su coraje nos inspira a los que sí nos preocupa este país para continuar diciendo alto y claro lo que pensamos, pues entre bozal y mascarilla, yo me pondré única y exclusivamente la última, y solo cuando es legalmente obligatorio por motivos sanitarios.