Ana Díaz Artiles, profesora de Aeronáutica y directora del Laboratorio de Bioastronáutica y Rendimiento Humano de la Universidad Texas A&M (TAMU)

Ana Díaz Artiles, profesora de Aeronáutica y directora del Laboratorio de Bioastronáutica y Rendimiento Humano de la Universidad Texas A&M (TAMU)

Pensamiento

La tecnología espacial: básica para frenar futuras pandemias

Díaz Artiles señala la importancia de la ingeniería aeroespacial para encontrar soluciones en la vida diaria e investigar cómo adaptarse a situaciones de confinamiento

24 mayo, 2020 00:00

En octubre del año las astronautas Jessica Meir y Cristina Koch, ambas estadounidenses, participaron en una misión espacial de la NASA, convirtiéndose en las protagonistas de un hecho histórico, al tratarse del primer paseo “espacial” protagonizado exclusivamente por mujeres.

La escasez de mujeres en el sector aeroespacial no es ninguna novedad. De los más de 200 “paseos espaciales” realizados a lo largo de la historia, solo han participado 15 mujeres, todas estadounidenses excepto la rusa Valentina Tereshkova, a quien los soviéticos pusieron en órbita en los años 60. La escasa presencia femenina en el sector aeroespacial se debe principalmente a la dificultad histórica para atraer a las mujeres en los estudios de Ciencias y Tecnología (STEM, por sus cifras en inglés). En España mismo, solo el 25% de los estudiantes matriculados en grados de Ingeniería y Arquitectura son mujeres, una cifra que ha ido oscilando en niveles parecidos desde los años 90, según datos del Instituto de la Mujer.

Otro factor a tener en cuenta es la brecha salarial con respeto al género masculino, o incluso las dificultades para adaptarse a un entorno y condiciones de trabajo pensados tradicionalmente para hombres, como en el caso del sector Aeroespacial. ¿Quién diría que el diseño de los trajes espaciales podría ser un problema para las mujeres?  Dicha problemática salió a la luz después de que la NASA tuviera que cancelar la primera "caminata espacial" exclusivamente femenina, prevista inicialmente para marzo de 2019. La caminata iba a ser protagonizada por las astronautas Christine Koch y Anne McClain, pero la primera tuvo que quedarse en la nave espacial al no haber disponible un traje de tamaño mediano para ambas. Koch fue sustituida por el astronauta Nick Hague.

Salud mental de los astronautas

“Uno de los mayores retos de los astronautas es el ajuste de los trajes a los diferentes cuerpos. En EEUU solo hay tres tallas disponibles (M, L, y XL), y suelen ser demasiado grandes para las mujeres. Eso causa que tengan que ponerse "relleno" dentro del traje, pero un mal ajuste puede causar muchos problemas musculares y lesiones”,  explica Ana Díaz Artiles (Las Palmas, 1981), profesora de Aeronáutica y directora del Laboratorio de Bioastronáutica y Rendimiento Humano de la Universidad Texas A&M (TAMU).  

Díaz Artiles es uno de los referentes femeninos para la Astronáutica española actual. Licenciada en Ingeniería Aeronáutica en la Politécnica de Madrid, esta investigadora canaria estuvo cuatro años trabajando en el lanzamiento del Ariane 5 en la Guyana francesa antes de iniciar sus estudios de Doctorado en Aeronáutica y Astronáutica en el prestigioso MIT. Durante su estancia allí, trabajó en cómo mejorar los trajes espaciales y más adelante recibió un premio especial a la innovación de la NASA que le ha permitido seguir investigando sobre este tema en su laboratorio en TAMU. Su investigación se centra en cómo mejorar el rendimiento de los astronautas una vez en órbita, observando la adaptación del traje espacial, posibles cambios en la fisiología causados por los cambios de la gravedad, o alteraciones en la conducta. Precisamente, el Laboratorio ha puesto en marcha estos días un estudio para investigar los efectos psicológicos del aislamiento y el confinamiento durante la pandemia, teniendo en cuenta las similitudes que guardan con las misiones espaciales: 

Uno de los riesgos más importantes de las misiones espaciales, sobre todo las futuras, a destinos más lejanos, es la salud mental y conductual de los astronautas. Éstos pasan mucho tiempo aislados, en grupos pequeños, y cualquier conflicto o problema mental, depresión, etc. puede tener consecuencias catastróficas”, explica Díaz Artiles.

La investigadora canaria explica que para estudiar estos problemas, la NASA y otras agencias espaciales llevan a cabo estudios basados en aislar a un grupo reducido de personas del exterior, “por ejemplo, dentro de  una especie de nave espacial (proyecto HERA), en mitad del desierto de Utah (proyecto MDRS:), o en un paisaje volcánico, en Hawái (HI-SEAS), y se simula una misión espacial”.

Este tipo de investigaciones generalmente solo incluye un grupo pequeño de gente --entre 4 y 8 personas--, pero “con el confinamiento, de repente, nos hemos encontrado ante una situación en la que millones de personas están, en mayor o menor medida, confinadas en sus casas sin poder salir, ver a sus seres queridos, salir a dar un paseo, tener más espacio personal, etc. Aunque no son exactamente las condiciones de una misión espacial, ¡la verdad que se parecen mucho!”, opina Díaz Artiles, convencida de que estamos ante una oportunidad única para entender un poco mejor el comportamiento humano en este contexto.

Cómo estudiar ingeniería aeroespacial

La encuesta, impulsada por el Laboratorio de Bioastronáutica pero con colaboradores en varios países europeos, incluye preguntas demográficas, de personalidad, de bienestar, estrés, problemas con los compañeros/familia que viven bajo el mismo techo, consumo de alcohol y otros estimulantes (cafeína), así como preguntas relacionadas con el ejercicio físico. “Todos estamos haciendo las mismas preguntas, así que podremos comparar resultados en diferentes países”, explica Díaz Artiles, convencida de que el estudio del rendimiento humano en las misiones espaciales tiene aplicaciones en la vida real, especialmente en ambientes extremos. Su investigación sobre la ergonomía de los trajes espaciales, por ejemplo, “puede ser aplicada a estudiar el uso de exoesqueletos en el contexto de rehabilitación, o también en el ámbito militar”, explica Díaz Artiles por email.

La investigadora lleva dos meses confinada en su casa de College Station,TX,  “la típica ciudad americana que gira alrededor de una universidad”, y confiesa que no es fácil trabajar con dos niñas pequeñas en casa. Pero su motivación no decae. Siempre ha tenido espíritu aventurero, asegura, y algún le gustaría participar en una misión espacial, “igual que muchas otras mujeres”, dice, recordando que cinco de los 11 astronautas seleccionados por el programa de estudios de la NASA en 2020 son mujeres.

Sin embargo, apunta, “la falta de mujeres y minorías en las carreras STEM sigue siendo una asignatura pendiente para todos”. Díaz Artiles ha intentado poner su granito de arena en la universidad, creando la organización TAMU SWISE (Society of Women for Space Exploration--Sociedad de Mujeres para la Exploración del Espacio), en la que organizan charlas y otros eventos para atraer a más mujeres y miembros de minorías, tanto ingenieros como de otras disciplinas, al mundo que a ella le apasiona desde pequeña: el espacio.

“Todavía recuerdo cuando la NASA lanzó el primer módulo de la Estación Espacial Internacional. Fue en 1998, en mi último año de instituto. Quedé fascinada”, explica Díaz Artiles, que pronto tuvo claro que quería estudiar Ingeniería Aeroespacial. “Los estudios fueron duros, sobre todos los dos primeros años, que es cuando mucha gente lo deja y se va a otras carreras”, recuerda de su paso por la Politécnica de Madrid. Asegura que nunca sintió que las chicas estuvieran en minoría. “En mi grupo de amistades de la facultad, somos más o menos mitad-mitad”, dice.  

Investigación y oportunidades para los estudiantes

Al terminar la carrera estuvo trabajando como ingeniera de operaciones del cohete Ariane 5, primero en París y luego en la Guayana Francesa. “Participé en 30 lanzamientos”, recuerda con orgullo. Estando en la Guayana consiguió una beca Fulbright para estudiar un doctorado en el MIT, y allí desarrolló su investigación sobre los problemas de movilidad de los trajes espaciales. “¡Quién iba a suponer que daban tantos!”, bromea. “Imagina que estas rodeado de un globo inflado con mucho aire a mucha presión y simplemente doblar el brazo o apretar el puño ya supone mucho esfuerzo”, dice la científica canaria, que continúa con su investigación sobre trajes espaciales inteligentes desde la universidad Texas A&M.

“Las universidades americanas están, por lo general, más involucradas en la investigación, y existen muchas más oportunidades para los estudiantes de grado”, explica. A pesar de ser una universidad pública, el programa Aeroespacial de la TAMU ocupa el puesto número 11 en el ranking de programas aeroespaciales para estudiantes de grado de EEUU, y el número 8 para los de estudios superiores.

“Aunque estamos por detrás de MIT, Stanford, Caltech y algún otro, ¡nosotros les seguimos de cerca!”, se ríe Díaz Artiles, convencida de que la Aeronáutica, y la tecnología espacial en concreto, son un factor imprescindible para aportar soluciones a los grandes retos de la humanidad, como las futuras pandemias o el cambio climático. “Por ejemplo, todos los satélites de observación de la Tierra nos dan acceso a muchísima información utilizada en estos contextos”, concluye. Sin ir más lejos, actualmente la NASA financia cuatro proyectos de investigación sobre el impacto del covid-19 con el fin de plasmar los efectos de un aflojamiento de la actividad humana: impacto en la calidad del aire urbano, impacto de la polución en la atmósfera, impacto de la polución del aire en la calidad del agua y estudio de los cambios en el consumo lumínico nocturno por causa del confinamiento