No me gusta la clase política que tenemos, pero afortunadamente en democracia todas las naciones tienen el Gobierno que se merecen. España votó en noviembre del mal año que fue 2019 algo muy distinto a lo que había votado en la primavera del mismo año. Y ya se sabe que el florido mayo nada tiene que ver con el deprimente otoño, y la propina del Covid-19 ahora nos ha rematado en lo humano y en el derrumbe económico que nunca olvidaremos.
Pero soy el más optimista. Pertenezco al sindicato vital de siempre. Y al mal tiempo, buena cara.
Como saben no soy economista, sólo soy periodista, pero como todo hijo de vecino sé lo que sucede y conozco las previsiones del Banco de España: nuestra nación podría caer cerca del 14% del PIB porque España no tiene la potencia económica de Alemania ni de Francia.
La crisis de hace doce años será un aperitivo de lo que nos espera. No soy cenizo sino realista. Si repasan mis artículos ya he apuntado en alguna ocasión que la crisis no será en forma de V, ni tampoco en forma de L. Esas consonantes del abecedario nos ilustran como si fueran un reloj suizo Omega, mientras la ciencia pueda encontrar una vacuna. La V se podría producir no en España sino en los países ricos del norte, los industriales. No llegará en nuestra nación, que es un destino turístico de primer orden, que ocupa al 12% del PIB y emplea a tres millones de trabajadores.
El ministro comunista Alberto Garzón es tan impresentable como la protegida de Pablo Casado la simple y narcisa Isabel Díaz Ayuso, por haber criticado, precisamente, la estructura del turismo español.
La crisis del 2008 fue un aperitivo, como fue la crisis del petróleo de 1973, que los de mi generación recordamos. Es una exageración comparar ahora lo que ocurre con 1939. Pero sí se puede decir que es más grave que la crisis de la Bolsa del crac de 1929, porque en esos años España tenía una economía agrícola, y la industria estaba concentrada en Barcelona y Bilbao, ni siquiera en Madrid.
No me gustan los socios del PSOE, pero los socialistas en abril tampoco hubieran preferido a Albert Rivera, el Breve. Sin embargo, no voy a criticar a Pedro Sánchez, aunque no sea por falta de ganas. Envidio a los vecinos portugueses porque, desgraciadamente, tienen más sentido de Estado que nosotros.
El mensaje positivo que hoy quiero lanzar es que los Estados de Alemania y Francia han acordado un neo Plan Marshall como el de 1947 para la reconstrucción económica de la Europa destruida por los nazis. Esta vez los alemanes harán como los americanos, y como ellos, lo harán para defender sus intereses. La ayuda es de 500.000 millones de euros. Es la buena noticia.