Con el título de esta tribuna quiero aludir no sólo a la acepción del adjetivo calificativo --sinónimo de perverso y ruín-- que me evocan los políticos al frente del Gobierno de España, sino también a la defensa de los oprimidos contra sus mezquinos e inmisericordes gobernantes, que brillantemente relata la célebre novela del gran poeta y escritor francés, Víctor Hugo.
Este antagónico binomio gobernantes-pueblo se ve acentuado estos días por la enorme desazón que nos invade a la sociedad civil española ante la patética gestión que está haciendo el Gobierno de España de este tsunami sanitario y económico que nos ha traído la Covid-19.
Dado que lo difícil es hacer y lo fácil criticar, dado que es de bien nacido el ser agradecido y dado que veo a nuestros políticos con semblante agotado a raíz de dedicarse de lunes a domingo a combatir esta pandemia que nos asola y que claramente les supera --a ellos y a los gobernantes de otros países, dicho sea de paso y en aras de la justicia--, quiero empezar dándoles mi agradecimiento por sus esfuerzos y exhortándoles a no bajar la guardia, para seguir luchando sin tregua hasta acabar de superarla.
Ello no obstante, dado que vivimos en un país con libertad de expresión --aunque en ocasiones se cometa la enorme torpeza de amenazar con o lograr cercenarla--, tras dicho agradecimiento, quisiera decir lo que pienso en legítimo espíritu crítico. Y es que observo y concluyo que faltan humildad, rigor, sentido común y de la responsabilidad a raudales, habiendo acciones y omisiones que deberían tener consecuencias en los tribunales.
Falta humildad, pues en lugar de emular al presidente de Francia, Emmanuel Macron --que tuvo la deferencia de pedir disculpas al pueblo francés por sus errores de previsión y gestión del coronavirus-- observo estupefacto cómo nuestro presidente, Pedro Sánchez, y nuestro Ministro de Salud, Salvador Illa, en comparecencias varias manifiestan estar orgullosos de su gestión, pese a liderar tristemente en las estadísticas de la Covid-19 la lista de países con mayor porcentaje de mortandad por habitantes. Y me pregunto ¿cómo tienen la desfachatez de no pedir perdón públicamente visto que a raíz de omitir las recomendaciones de la OMS y de la UE de enero y febrero hoy tenemos más de 25.000 muertos oficiales (que con los tendenciosos y dispares sistemas de cómputo serán en realidad muchos más), del orden de 220.000 infectados oficiales (Angela Merkel fue más sincera con el pueblo alemán sobre el alcance de la Covid-19 y con sus cálculos estaríamos hablando en realidad de decenas de millones de contagios en España) y del orden de 40.000 sanitarios contagiados, con un triste número de ellos fallecidos?
Falta rigor y compromiso serio con el pueblo español a la hora de hacer las cosas, pues aceptamos todos que un error lo puede cometer todo el mundo, porque es humano; entendemos que las prisas indisociables al tener que actuar con urgencia suelen no ayudar y que no había experiencia previa en afrontar una crisis de esta magnitud. Dicho lo anterior ¿cómo pueden cometerse tantos y tan graves errores por falta de la debida supervisión como se han dado en la compra de mascarillas y tests que han llevado a no poder protegernos --para así frenar los contagios-- y a no saber dónde estamos --para evaluar las medidas a adoptar--, respectivamente, y cómo han osado no corresponder el titánico, loable y plausible esfuerzo que está haciendo todo el personal sanitario no proveyéndoles de los debidos EPIs (Equipos de Protección Individual) para hacer su trabajo sin poner en riesgo su vida?
Faltan sentido común y de la responsabilidad pues, aunque, denotando buena fe, parezca que están operando con el mejor tino y coordinación posible con tanta videoconferencia y comparecencia, me asaltan múltiples dudas. Me pregunto en primer lugar cómo se ha dejado que siguiera al frente de un Ministerio de Sanidad --ya de por sí muy venido a menos en medios tras ceder la competencia de sanidad a las comunidades autónomas-- quien parece ser una buena persona, pero al fin y al cabo filósofo de formación, en lugar de poner a alguien sumamente cualificado para afrontar esta brutal pandemia, como por ejemplo ha hecho Portugal y a la comparación de resultados de gestión me remito.
¿Cómo se puede dar tanto paso adelante y atrás por no haber reparado en la ausencia de sentido común en decisiones tales como desconfinar a los niños para que vayan al súper, a la farmacia o al banco, donde lejos de disfrutar de un anhelado espacio al aire libre podrían, además de aburrirse, contagiarse, por ser los únicos sitios a los que todos tenemos que ir, poniendo en riesgo su salud mental y física? ¿Cómo puede no consensuarse ex ante con el sector de la hostelería y restauración los porcentajes de clientes a los que atender que les permita reabrir y empezar a recuperarse en lugar de nuevamente improvisar con unos porcentajes que no les salen los números y osar decir la vicepresidenta cuarta, Teresa Ribera, a un sector que aporta el 12% de nuestro maltrecho PIB que si no les va bien abrir inicialmente al 30% que sigan cerrados? ¿Cómo se puede organizar una desescalada que parece un chiste de los Hermanos Marx, donde la fase 2 es la 3 porque hay la fase 0, hay horas de salida de mayores, menores, de deportistas, etc. y acabar confundiendo así a toda la población, llegado el momento de relajar una privación de libertad más propia de un estado de excepción que del más conveniente --para poder así actuar omitiendo al resto de grupos políticos-- estado de alarma? Y, para más inri, ¿cómo se permite que los tan necesitados y esperados tests PCR, una vez se logran producir en cantidades industriales en España, se acaben enviando a otros países como Francia fruto de otro cambio de parecer del Gobierno al considerarlos ahora innecesarios?
No han sido ni uno, ni dos, sino demasiados los patinazos cometidos por el actual Gobierno de España y es imperdonable tanta mediocridad y falta de responsabilidad porque cada error es un retraso, y cada retraso son más muertos, más contagiados, más paro, más negocios que cierran, más crisis en general a futuro. Y no pido que nuestro presidente del Gobierno tenga deferencias como aparecer con corbata negra --como lo hace buena parte de la oposición y presidentes de otros países en muestra de duelo con su pueblo--, gesto que parece habérsele escapado a Iván Redondo; pido simplemente que lo den absolutamente todo, actuando con la máxima celeridad, pero sin ir ello en detrimento del rigor, y que empiecen a actuar de forma cabal, con sentido común y de la responsabilidad, pues hasta ahora lamento decirles que su gestión no es que sea mejorable, sino que da pie a reclamaciones por responsabilidad civil y penal del Estado.
Qué rápido parece haber olvidado --a la luz de tantos y tan imperdonables errores-- viviendo en Moncloa y yendo en el Falcon a conciertos, a los millones de personas que le han votado y a los que no nos queda más remedio que aguantarle, señor Sánchez. Apelo, pues, a que la ciudadanía española opere con la responsabilidad y rigor que no está demostrando el Gobierno de España y que entre todos nos ayudemos a salir adelante, pues claramente está sólo en nuestras manos cambiar esta situación para que lleguen tiempos mejores, como leyendo entre líneas sugiere Víctor Hugo en Los Miserables, y que de este modo el pueblo español deje de ser el miserable, por oprimido y arruinado por este Gobierno, y que los miserables acaben siendo nuestros mediocres gobernantes.