Al más puro estilo de los huracanes que últimamente nos asolan, se presentó ayer en Madrid el president de la Generalitat de Cataluña en una conferencia titulada “Va de democracia” anunciando una tormenta, un Dorian 2 en versión “la Montse”, que promete ser beligerante y capaz de causar graves destrozos y daños, especialmente a la ciudadanía catalana. Y es que ha anunciado que, si la sentencia del Tribunal Supremo que está por llegar no es absolutoria, retomarán la iniciativa hasta culminar la independencia y actuarán en consecuencia. Hay que decir que el president --que asevera que los políticos que se encuentran en situación de prisión preventiva en espera de la citada sentencia están en la cárcel por manifestar en público sus ideas, aunque curiosamente él opina lo mismo y no lo está-- no tiene miramientos ni cortapisas en la capital del Estado para manifestar abiertamente su oposición a aceptar el cumplimiento de una resolución dictada por un tribunal español que ha juzgado a unos españoles por, presuntamente, haber cometido un delito en territorio español, como es, nada más y nada menos, tratar de cambiar la forma del gobierno del Estado.
El president va un paso más allá --aunque cierto es que ya había hecho amago de semejante reflexión en alguna entrevista-- y ahora afirma, no que primero esté la democracia y luego la ley, sino que por encima de la ley está la voluntad popular. Bueno, en este sentido no se explica demasiado bien, porque la voluntad del pueblo de Cataluña a la que alude no es la que siente la totalidad del pueblo de Cataluña, sino exclusivamente los que piensan exactamente igual que él. Cuando dice “ho tornarem a fer”, no queda muy claro por qué. Si, según él/ellos, no han hecho “res” (nada), uno se pregunta qué es lo que volverán a hacer, lo que evidencia que algo sí han hecho. De hecho, ha vuelto a llamar a la desobediencia civil y a la resistencia. Desobediencia civil, que es violenta por propia idiosincrasia, porque cortar carreteras, quemar contenedores, increpar, amedrentar y perseguir a los que no piensan como tú, pintar las calles y paredes de nuestras ciudades, etc, es una manifestación de violencia sin lugar a dudas.
Es triste que el president de la Generalitat siga manteniendo que los intereses que defiende son los suyos, sí, los suyos, porque cuando dice que se propone ejercer “nuestro poder con respeto a nuestros derechos civiles, sociales y políticos” olvida que la sociedad se compone no sólo de los derechos de unos, sino de los derechos de todos. El desprecio y el llamamiento al incumplimiento que se jacta de dar a las resoluciones judiciales es de una irresponsabilidad mayúscula y sin parangón.
El president reclama para Cataluña los derechos de manifestación, libertad de expresión y autodeterminación, derecho, éste último, que si bien no se recoge en la Declaración Universal de Derechos Humanos, sí lo hace en diferentes resoluciones de la ONU, donde se ha desarrollado extensamente. Dicho derecho que implica, entre otras cuestiones, el derecho de un pueblo a decidir su forma de gobierno, es aplicable a los pueblos coloniales --que no es el caso-- y no se articula exclusivamente mediante la independencia, sino que puede lograrse a través de un Estado federal, confederal u otras formas de gobierno, lo cual omite el president, que reclama el derecho de autodeterminación sobre el que hasta la comunidad internacional ya se ha pronunciado. Así, en una entrevista concedida en 2015 por el entonces secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, éste dijo textualmente: “España se ha mantenido como un Estado independiente y soberano en sí mismo, incluyendo la región de Cataluña. Fue admitida por Naciones Unidas, y siempre ha actuado como Estado soberano dentro de la comunidad internacional. Cuando se habla de autodeterminación, hay ciertas áreas donde Naciones Unidas ha reconocido ese derecho, como los territorios sin autogobierno. Pero no creo que Cataluña esté incluida en esa categoría.”
Pese a todo, teniendo en cuenta la tozudez de alguno de nuestros políticos, hay que estar muy atentos al huracán que se nos avecina.