Ciudadanos ha justificado la desaparición durante más de un mes de Albert Rivera, una ausencia “pensada y meditada”, con el argumento de que “todo lo que pasa en agosto no existe o en septiembre termina por desinflarse”, es decir, lo que antes se decía que eran serpientes de verano. Sin embargo, en este agosto que acaba de concluir han abundado las serpientes venenosas y algunas de ellas no tienen la pinta de ser pasajeras.

En el campo independentista, hemos visto cosas que nunca hubiéramos creído, como, por ejemplo, que toda una consellera de Agricultura de la Generalitat, Teresa Jordà (ERC), se fotografiara sonriente con una cerveza marca Fuck Spain (Jódete España), o que un miembro del secretariado de la ANC, Joan Marc Jesús, se mofara descaradamente de la muerte del piloto del Ejército de Aire Francisco Marín Núñez, cuyo avión cayó al mar ante la Manga del Mar Menor cuando realizaba un vuelo de entrenamiento. “Contaminando el ecosistema. Espero que ninguna especie marina haya sufrido”, escribió en un tuit, y lo remató con otro en el que decía: “Ya están los capullos del Ejército lanzando residuos al mar”. Joan Marc Jesús, que fue candidato por ERC en las municipales del 2015 en Corbera de Llobregat, y Jordà no parecen encajar muy bien en la moderación y el pragmatismo que predica el partido republicano.

A falta de proyecto y de dirección política, mientras el independentismo sobrevive entre el “fracaso”, la “decepción” y el “desconcierto”, por decirlo con las mismas palabras de Josep Lluís Carod-Rovira en El Punt-Avui, se imponen las teorías de la conspiración. Este verano ha habido unas cuantas, a cuenta de las huelgas en El Prat --por qué no las hay en Barajas, se preguntaba el ínclito Suso de Toro-- o de la bomba de la Guerra Civil hallada en la playa de la Barceloneta. Por hacer solo referencia a cargos oficiales, sin tener en cuenta los trolls que acusaban en las redes a las cloacas del Estado, basta apuntar que el director de la oficina del expresident Carles Puigdemont, Josep Lluís Alay, escribió en Twitter: “Muy extraño todo. Guardias civiles en la playa tomando el sol encuentran por casualidad una bomba a 25 metros y acaban trayendo un buque de la Armada española a la capital catalana…” Claro que días antes había confundido a un equipo de deportistas chinos uniformados con soldados preparados para intervenir en Hong Kong…

Y el mismísimo president Quim Torra no faltó a su cita con las barbaridades habituales. Un tuit del Ministerio de Justicia adjudicó a España “un papel crucial en la liberación de París hace 75 años”, cuando los protagonistas fueron republicanos españoles. Era una amalgama desafortunada, pero Torra, en su irreprimible respuesta, hizo una peor, al asegurar en otro tuit que “el papel español en la II Guerra Mundial fue enviar miles de soldados a la División Azul a luchar al lado de Hitler”. Tomó, como el ministerio, la parte por el todo, sin tener en cuenta que en la División Azul hubo también miles de catalanes.

Pero lo más asombroso ha sido ver cómo un dirigente posconvergente acusaba a ERC de convertirse en convergente. El presidente del PDeCAT, David Bonvehí, reprochó a Esquerra dejar “el independentismo y el soberanismo un poco aparcados” para adoptar las “tesis convergentes que había combatido enérgicamente en el pasado”. Esa acusación, aunque pueda tener una explicación por el temor de que ERC dispute el terreno al PDeCAT, no deja de ser sorprendente porque lamenta que otro acoja las ideas que uno defiende. Es como decir: les acuso de ser lo que yo soy o he sido.

Lo más grave de agosto, sin embargo, ha sido la constitución del gobierno de la Comunidad de Madrid. La nueva presidenta, Isabel Díaz Ayuso, no solo es la sucesora natural al frente de la comunidad de un partido corrupto, el PP madrileño, con varios exdirigentes que han pasado por la cárcel, sino que se rie de las acusaciones de corrupción en la cara de los madrileños. La familia de Ayuso recibió para una de sus empresas un aval de 400.000 euros del ente semipúblico Avalmadrid con garantías que no cubrían el total de lo concedido. Ayuso hizo gestiones sobre la concesión del aval cuando ya era diputada regional, pero mintió porque dijo que cuando intervino no estaba en política. El crédito se concedió con la opinión en contra de los técnicos y, antes de que se produjera el primer impago, Ayuso aceptó que su padre le donara un piso para que no pudiera ser embargado (posible delito de alzamiento de bienes). La familia Ayuso no devolvió un solo euro.

Pues bien, Ayuso ha nombrado ahora director general de recursos humanos de Justicia a Pedro Irigoyen Barja, exconsejero de Avalmadrid expedientado por el Banco de España por las irregularidades en la concesión de créditos de la entidad. Además, ha nombrado a Pablo Balbín Seco, al que la Guardia Civil acusó de fraude, malversación y tráfico de influencias en el caso Púnica, como director general de Comunicación de la comunidad.

¿No le parecen estas actuaciones a Ciudadanos, el partido que iba a regenerar España, dignas de que Rivera interviniera o encargara al menos a alguno de sus subordinados que pidiera explicaciones y rechazara la desvergüenza con que Ayuso se comporta?