Estamos en campaña electoral. Ya lo sabemos todos. En España hay una docena larga de problemas a resolver. Importantes. Desde la educación a las pensiones. Desde el paro a la sanidad. Etc, etc. Pero no cuenta ninguna. Sólo cuenta en esta campaña el problema de Cataluña. Cataluña de desayuno, de comida, cena, postre, café y fútbol. Todo condicionado por Cataluña, aunque meta el gol Ronaldo. Porque cuando se enfrente a Piqué y el Barça... ¡Ay, señor! Que llegue rápido el verano que, imagino, sólo imagino, ya habrán terminado todas las elecciones. No lo tengo muy claro que hayan terminado todas, alguna quedará.

¿Cómo afectarán las elecciones del 28A a Cataluña? La pregunta del millón que habrá que esperar a responder. Mes y medio, casi nada. Porque en Cataluña también se lo preguntan. Porque la gente busca la respuesta a cómo encajar satisfactoriamente para casi todos, para la mayoría, Cataluña en España. Ahí es nada. ¿Con Pedro? Puede ser. Porque aunque a muchos catalanes no les guste el Gobierno socialista entienden que casi es la única salida posible, la del Gobierno socialista. Quedan pocas alternativas. De ahí que se note últimamente cierto acercamiento entre el mundo empresarial catalán y el PSC. Se acercan porque consideran que es casi la única salida. El diálogo. Y porque aprecian que las propuestas de Casado y Rivera, con el 155 en la punta de la lanza, más que entendimiento buscan enfrentamiento. Y ya tienen bastante. Ya hay bastante división en la sociedad catalana como para que la alimenten. Podría llevarse el conflicto a un punto irresoluble y de no retorno. El mundo empresarial busca el diálogo. El mundo independentista catalán ya hemos visto que no acepta la política de diálogo de Sánchez. ¿Qué buscan?

A veces parece que ya no lo saben ni ellos. Rechazan todo lo que no pase por el referéndum de turno. ¡Jo, con el referéndum! Parece el bautismo para entrar en la sociedad. La prueba es los candidatos en las elecciones del 28A, tanto en la lista de ERC como en Junts per Catalunya o la Crida o como quieran llamarle. Presos y acusados de rebelión. Desafío a una solución. ¿Qué quieren?

Porque si estaba poco enredado el tema ha llegado Puigdemont para aclararlo. Quiere ser eurodiputado. Y volver. ¿Volver? ¿A dónde? A España, digo a Cataluña. Pues que vuelva. Ya. Verá la alegría que se lleva Manuel Marchena. Le está esperando para darle un abrazo. Hay que ver a donde hemos llegado. Puigdemont quiere ser eurodiputado para romper la Unión Europea y vivir a cuerpo de rey de la misma UE. Se votará a sí mismo porque las bajas en su partido se cuentan por cientos desde su última estrategia. Listo el tío, sí señor. Y además, desafiante, como siempre. Vuelvo a España, digo a Cataluña, a por el acta de eurodiputado, no me toca nadie y me río del Tribunal Supremo en sus narices. ¡Olé! Adelante. Ven ya. No pierdas tiempo, Puigdemont. Marchena te invitará a café. Y te explicará que no hay inmunidad. Que el ‘Estado opresor’ ha prohibido incluso los colores, como dice la portavoz Elsa Artadi. Se prohíbe opinar, pero ella no se calla. Que prohíben el amarillo y las patatas fritas. Van a quitar el amarillo incluso de la bandera de España que ondea en el palacio de la Generalitat. Toda roja. Y todos mudos. Y cita a Ana Frank. ¡Qué osadía! “La gente quiere que tengamos la boca cerrada”. Y lo dice Artadi, portavoz del Gobierno catalán, que dice cada día lo que le viene en gana y no se calla ni debajo del agua. ¡Tiene bemoles! Y cierta gracia.

Pues si Puigdemont quiere volver que no pierda el tren. Que vuelva ya. Y vaya al Tribunal Supremo a saludar y darle abrazos a todos los procesados. Lo están esperando con los brazos abiertos. Para apretar fuerte hasta que se tronchen las costillas. ¡Vamos, Puigdemont! Le esperan con pancartas Torra y Artadi y con música Lluís Llach, Freixas, Aspencat y Alguer Miquel como vocalista. Y Marchena como director de orquesta. Ánimo, le esperan, señor Puigdemont.

Habrá que esperar al 29 de abril para opinar sobre las elecciones. En las pasadas generales en Cataluña el separatismo sólo tuvo el 32% de los votos. Muy inferior el número al que se da en las autonómicas. Su autoridad moral queda quebrada. De 47 diputados que Cataluña envía al Congreso sólo eran 17 independentistas en la última legislatura. O se supera o tendrán que cambiar su discurso. Con referéndum o nada y con los presos encabezando las listas puede que el independentismo haya caído en su propia trampa. Si los resultados no son los que añoran. Pero no lo aceptarán. Tendrá que volver Puigdemont. Torra, Junqueras y Marchena le esperan. Adelante.