Parece que el "globo" de la "nueva política" se deshincha y da síntomas de agotamiento. Lo que fue un movimiento que surgió de forma imprevista y que tuvo gran presencia mediática, que provocó una gran subida electoral imprevista, parece haber entrado en una fase de difícil maduración.
Este movimiento arrasó con la mayoría de sectores de la izquierda alternativa existente que se plegó a su oleada de crecimiento y cambio. Los antiguos partidos de izquierdas alternativas, con la excepción de Compromís, se plegaron o fueron engullidos por el nuevo movimiento político.
Estos nuevos "sujetos políticos" --se digan "comunes", "mareas" o Podemos-- han tenido un crecimiento inesperado que los dotó de una cierta soberbia política y un planteamiento político que hablaba mucho de la gente en oposición a la "casta". Pero sin darse cuenta de su adanismo y elitismo de "jóvenes suficientemente preparados".
Podemos y los otros sujetos "confluyentes" nunca se han planteado ser organizaciones políticas estructuradas. Al contrario se trata de núcleos dirigentes cupulares y rodeados únicamente de "inscritos" a los que se consultan las decisiones cupulares. Nunca se han planteado convertirse en organizaciones estructuradas y dotadas de militantes. Ni se han planteado políticas salidas del debate de propuestas que se discuten en las bases, que es donde se efectúa la confluencia de las ideas, la síntesis de pensamiento, las transacciones y enmiendas. Su planteamiento es el de una élite que hace una o dos propuestas que se someten a referéndum de las bases de inscritos y donde se aprueba --sin modificaciones ni discusiones-- la más votada. Y el dirigente que pierde pasa a un segundo o tercero plano político o desaparece directamente. Así, a base de continua depuración la élite se queda reducida cada vez más a un núcleo compacto alrededor del líder. Y así se conforma el "sujeto" político con plena supeditación al liderazgo.
Esto no tiene nada que ver con la tradición de la izquierda política, donde la organización, la militancia y el debate son prioritarios, a veces de forma excesiva y sobre matices. Del mismo modo, para la izquierda alternativa tradiciona, era importante la estructuración organizada de la sociedad y, en este sentido, tenían mucha importancia las organizaciones sindicales, puesto que la contradicción del trabajo estaba en el centro de la propuesta política.
La nueva política pasa de estructuras políticas o sociales, ellos están con la gente, en abstracto. No solo no creen en la organización sino que son más partidarios de los movimientos supuestamente espontáneos y del activismo que confrontan con la acción organizada y la militancia que peyorativamente califican organización burocrática.
Para ellos no hay un análisis de las contradicciones sociales, de cuál es la principal y cuales las secundarías; para ellos lo importante son los movimientos, sean de las mujeres, de los pensionistas o de los taxistas. Ellos siempre están al lado en lugar de estar dentro de los movimientos, organizándolos. Y eso sí, cuando hay una lucha que tiene impacto social --sea el caso de la gente trabajadora de Coca Cola o de Alcoa-- ellos siempre están allí para hacerse la foto. Ahora bien, siempre reticentes a tener relaciones estrechas con las organizaciones sindicales que hay detrás de ellas.
El caso de Errejón es un caso emblemático que resume de forma clara el funcionamiento de la "nueva política" en este caso de Podemos. En definitiva, se le ha invitado a salir de la organización como un hereje por ir bajo otra sigla. Todo esto es contradictorio con la actuación del mismo Podemos en las elecciones andaluza,s donde se presentó bajo la marca Adelante Andalucía sin ninguna referencia a Podemos. O al hecho de dejar a Ada Colau las manos libres para que haga la lista que quiera sin primarias de Podemos Barcelona. Este fenómeno del liderazgo personalista es aplicable también a Ada Colau en los comuns: ella lo determina todo y la mínima organización que hay está a su disposición
El seguidismo hacia la nueva política de IU o la subordinación en el caso de ICV tienen consecuencias. Así hemos visto cómo la alianza de Podemos e IU perdió un millón de votos a las Elecciones Generales respecto a lo que obtuvieron por separado. Cómo esto se ha repetido en las elecciones de Andalucía, donde han perdido 300.000 votos. O en las elecciones al Parlament de Cataluña dónde han perdido cinco escaños, quedándose con ocho, respecto a los 13 que tuvo ICV-EUiA la última vez que se presentó en solitario. Y a pesar de ello nadie ha estado capaz de analizar ni de hacer autocrítica sino que recurren a la vieja táctica de continuar sin reflexionar.
Porque, a pesar de los acuerdos entre cúpulas partidarias, muchos militantes de IU o ICV y --sobre todo-- muchos votantes tradicionales de estos partidos no se reconocen en estas alianzas ni en su discurso. Los partidos de la izquierda alternativa tradicional tenían una virtud para sus votantes eran previsibles en su actuación, la gente sabía que votaba y como se gestionaría su voto. Con la nueva política todo es posible porque la táctica prioriza sobre la estrategia.
Las elecciones de mayo serán sin duda un examen de la salud de la nueva política en un momento muy difícil para mantener las posiciones de la izquierda a nivel general. Es posible que se dé un antes y un después de estas elecciones y que lleven a la necesidad de plantearse cambios radicales por parte de la gente de la izquierda alternativa más allá de lo que ha sido la realidad de los últimos cinco años. Y atención a la necesaria comparación con Compromís, quizás hoy el más fiel representante de una forma de hacer política nada antigua y equiparable a otras fuerzas ecosocialistas europeas. Y quizás una fórmula de futuro.