Jordi Borja: "Los socialistas son unos cobardes"
El político y urbanista, uno de los fundadores de Bandera Roja, asegura que él y Colau votan sí a la secesión de Cataluña sin ser independentistas
2 diciembre, 2018 00:00Jordi Borja (Barcelona, 1941) asegura que prácticamente no ha consultado ningún archivo ni ha recuperado viejas entrevistas. Lo recuerda todo, con aquellas sopas de siglas, de formaciones de todo tipo, a la izquierda de la izquierda, que pretendían derrotar la dictadura franquista y alcanzar una democracia socialista de nuevo cuño. Acaba de publicar esas vivencias, como fundador de Bandera Roja. Con el mismo título, Bandera Roja, 1968-1974, Del maig del 68 a l’inici de la transició (Edicions 62), Borja repasa la trayectoria de muchos ilustres, de Solé Tura a Ferran Mascarell, de Comín a Pere Vilanova, de Marina Subirats a Antoni Castells, pasando por dirigentes obreros de La Pegaso o la Olivetti. Todos pasaron por Bandera Roja, una especie de avanzadilla que salía del PSUC para volver a ingresar, activos siempre en “cada frente de lucha”. Vivió el mayo francés, y acabó centrado en su profesión como urbanista, como doctor en Geografía Urbana (UB). Ha sido presidente del Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), entre 2011 y 2016, y desde ahí proyectó la figura de Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona.
En la entrevista con Crónica Global señala que Colau, como él, se inclinan por opciones independentistas, “sin serlo”, para obtener una palanca de cambio, que democratice en profundidad el Estado español. Esa es su posición, y por ello considera que los socialistas “han sido cobardes”, por no aprovechar sus mayorías en el Gobierno. “Se quedaron a medias”, sentencia, tras criticar a la propia Colau y a la izquierda en general por no plantarse ante el independentismo. “Se debía reivindicar la consulta, y punto, no más allá de la consulta”.
--Pregunta: ¿Qué aportó Bandera Roja? ¿Por qué ha resultado una especie de mito de la resistencia al franquismo?
--Fue un movimiento apegado a las estructuras de base. A finales de los sesenta confluían dos discursos, que llegan del mayo francés de 1968. El estudiantil y de jóvenes trabajadores, que ponen en cuestión las instituciones y la economía de mercado, con una retórica revolucionaria, aunque no lo era en la práctica, y la movilización obrera, que reclama mejoras salariales y de las condiciones laborales.
--Ganaron más los trabajadores, al final de esas movilizaciones, en Francia.
--No, ganaron las dos partes. La educación, la universidad, la sanidad, muchos aspectos de la sociedad se democratizan. Y es cierto que los obreros reciben mejoras salariales, importantes, pero no es verdad que fueran los únicos beneficiados. Lo que ocurre es que aquel movimiento, que se basaba en la tradición revolucionaria, en la revolución de 1848, o en la Guerra del Vietnam, lo que planteaba en realidad era cambios en una línea democrática, para mejorar la situación.
--¿Bandera Roja estaba más en esa línea, a diferencia del PSUC?
--La sociedad española estaba cambiando. El PCE y el PSUC, en su retórica, mantenían la idea de que la dictadura podía acabar con huelgas generales. Nosotros teníamos una visión más realista, con la exigencia de trabajar desde abajo, desde la sociedad, en la fábrica, en el taller y desde la escuela y la universidad. Lo que ocurrió es que Santigo Carrillo, de hecho, tenía un doble lenguaje, y sabía que la dictadura no iba a caer con una huelga general, y buscaba cómo entenderse con lo que se llamaba los evolucionistas del régimen frente al búnker.
--¿Era Bandera una avanzadilla de aquella política más realista?
--Todo generó una mayor movilización, pero también una mayor represión, que afectó al PSUC. Hubo una eclosión de movimientos revolucionarios, a la izquierda de la izquierda, incluso de carácter violento. Los que procedíamos del PSUC consideramos que era necesario reconstruir la sociedad desde abajo, y no veíamos muy claro esa idea del asalto al poder. Bandera Roja se formó a partir de 30 o 40 personas, gente de la universidad, del mundo educativo, un movimiento de se desarrolló en Barcelona y en el área metropolitana.
--Y volvieron a entrar en el PSUC, en una especie de viaje de ida y vuelta.
--Sí, se volvió a colaborar con el PSUC. Hubo compañeros que quisieron convertir Bandera Roja en un partido, y yo nunca lo vi claro. Se tomaron decisiones complicadas, como la redacción del documento Contra el revisionismo, que a mí no me gustó. Se trataba de atacar al PCE y al PSUC, cuando para mí la estrategia que seguían, finalmente, era la correcta. Ahora me he encontrado con colegas y amigos, que me recuerdan aquel documento, cuando, justo meses después, nos integramos en el PSUC. Era una gran contradicción.
--Por Bandera Roja han pasado Ferran Mascarell, Antoni Castells, Pere Vilanova, Solé Tura… Hay exBanderas en lugares estratégicos. ¿Eran una escuela de dirigentes? ¿Una aristocracia de la izquierda?
--Era una organización de cuadros, con una virtud: no éramos ideológicos o doctrinales. Unos eran maoístas o partidarios del sindicalismo de base o favorables a la democracia radical, había de todo, pero sin ánimo ni voluntad política de imponer nada. Los militantes recibían nuestros análisis de coyuntura política, que redactaba Solé Tura, o Alfonso Carlos Comín o yo mismo. La otra virtud era que todos teníamos cualificación profesional, cada uno en su campo, con la determinación de seguir como profesionales, y siempre con esa idea de que cada uno debía estar en un frente de lucha, en la universidad, en la escuela, o en la fábrica, como recuerdan mis amigos de La Pegaso. Pero es cierto que había una obsesión por no profesionalizarse como políticos. Tenemos a Castells, economista reconocido; Félix Ibañez, que estudió Historia del Arte y es un especialista en Dalí, o el núcleo de profesores que crearon el sindicato Ustec, que es mayoritario en el sector, por citar tres ejemplos.
--Llega la celebración del 40 aniversario de la Constitución. ¿Cómo lo vive Jordi Borja? ¿Estamos en la situación que deseaba un Bandera Roja?
--Cuando se elaboró el documento sobre el revisionismo del PSUC teníamos una idea diferente, que acabó, sin embargo, convergiendo. El PSUC quería una democracia como fuera, aunque tuviera limitaciones. El objetivo es que hubiera libertades democráticas, y, desde ahí, profundizar en las autonomías, en la autodeterminación. En Bandera Roja se quería, en cambio, a una democracia que tendiera al socialismo. Cuando a mí me encargan que dibuje la estrategia política me sale una cosa muy parecida a la del PSUC. La Constitución, por tanto, nos pareció que era pertinente en un 90%, aunque no pusiera en cuestión la monarquía, ni la amnistía que se aprobó a los franquistas, o la idea de la indivisible unidad de España. Marcaba, en cambio, transformaciones sociales y económicas, y diferenciaba entre regiones y nacionalidades. Podía dar mucho de sí.
Jordi Borja, un exBandera Roja, en la entrevista con 'Crónica Global' /CG
--¿Y con los años transcurridos, por tanto, sigue apoyando esa Constitución?
--Lo que ha pasado es que hubo un 23F. Fue un fracaso del búnker, de los ultras, de los militares, del franquismo. Fue una derrota para todos ellos. Pero la monarquía, la derecha española, que no podía entender ese golpe de estado, consideró que ya se había llegado al límite. Formuló un “Hasta aquí hemos llegado, no habrá más”. Y cuando gana el PSOE, desde nuestra posición, se pensó que había esperanza. Pero no. El PSOE se quedó a mitad del camino. Hubo, y hay que decirlo claramente, derechos personales, grandes cambios, desde la ley del aborto a las políticas sociales. Pero no hubo ley de memoria histórica. Se avanzó con la reforma del Ejército, pero no se tocó la judicatura. Y todo desde una apuesta por la economía de mercado neoliberal. Lo que se hizo entre 1977 y 1980 fue un avance enorme, que dejó las puertas abiertas para un proceso más democrático.
--¿Entonces el problema es el PSOE?
--El PSOE no aprovecha la potencialidad del momento. Felipe González hablaba de la España que funcione, pero dejó de lado elementos sustanciales, sin tocar a los franquistas torturadores, con las masacres que habían practicado en los años 40 y 50. Pasó como ha ocurrido, por otra parte, en otras democracias, como Italia o Francia. Las constituciones ofrecen muchas posibilidades, pero luego se legisla, y las leyes son coercitivas. En España hemos tenido la ley mordaza, la ley de partidos, que han resultado un retroceso. Los poderes fácticos siguen siendo muy importantes, y el IBEX 35, con una capacidad de presión enorme. Si nos fijamos, cuando Josep Oliu dijo que era necesario un Podemos de derecha, al cabo de poco tiempo Ciudadanos se iba expandiendo por todo el territorio. ¿Con qué financiación? Ciudadanos era, al principio, unos socialistas liberales, pero se decantan hacia la derecha, en posiciones peores, incluso, que las del PP.
--¿Se pueden reabrir ahora aquellos debates, sobre la monarquía, las amnistías, como propone Podemos, y desde Cataluña insiste el independentismo, al vincular todo lo que no vaya a favor del derecho a la autodeterminación con el franquismo?
--Creo que hay dos o tres cosas que una izquierda democrática debería abordar. Una es la autodeterminación. Seguramente habrá, con un gobierno mínimamente inteligente, esa posibilidad, que se podría abordar desde una propuesta propia. Seguramente en un referéndum en Cataluña ganaría la opción intermedia, pero ésta se debe proponer. Incluso se puede hacer con esa misma Constitución, con un estatus diferenciador para Cataluña. Lo dijo la misma Esperanza Aguirre, al señalar que era evidente que el País Vasco y Cataluña eran diferentes. La segunda cosa que se debería abordar es la monarquía, que ya se ha puesto claramente en cuestión. Y la tercera, está claro que se deben eliminar las leyes represoras, y reducir la enorme desigualdad. Esa desigualdad se redujo en los años 80 y 90, pero ahora vuelve a ser insostenible.
--¿Y todo eso lo puede abordar el PSOE?
--Los socialistas, como máximo, dicen cosas de boquilla. El problema de los socialistas es que son unos cobardes. Buena parte del aparato, de los barones socialistas, son una casta. Acertó Pablo Iglesias cuando lo señaló.
--¿Puede España ir en la dirección de Portugal, con un Gobierno entre el PSOE y Podemos, que cumpla con lo que le pide la Comisión Europea?
--Insisto en que el problema del PSOE es que una gran parte de sus dirigentes forma parte de una casta privilegiada. Y Pedro Sánchez y compañía son poca cosa. Tienen una base electoral. Pero no son comparables a Felipe González, que, pese a todo, era un líder político. No veo esa posibilidad, aunque creo que Podemos tiene futuro, más que los Comuns en Cataluña.
--¿Por qué no ve a los Comuns con futuro?
--Consolidar un partido político es difícil. El PSC tardó años para consolidarse. Lo hizo y se rompió de nuevo. Otros partidos han tenido también muchos problemas. Por ejemplo, creo que ICV fue un error, ¿para qué aquel cambio? La pregunta que se deberían formular es que, tras ICV, se abordó una gran fusión de todo ese mundo, y todavía bajan en apoyo electoral.
--¿Ada Colau ha desaprovechado su ocasión al frente del Ayuntamiento?
--Creo que, al frente del consistorio, ha sacado adelante algunas medidas, pensando que iba a acumular experiencia, de cara a un segundo mandato. Pero los Comuns se han encontrado con muchas debilidades, las de siempre de la izquierda, que, además, ha caído en esa locura sobre el proceso independentista. Se ha caído en el error de pensar que ya que no se podía realizar una consulta, hagamos la independencia. Es decir, como no podíamos hacer la cosa pequeña, hagamos la grande. Es una locura. Las izquierdas, en general, debían haber planteado eso: a favor de la consulta, y punto, nada más. Ada Colau y yo siempre hemos votado sí a la independencia, sin ser independentistas, porque entre elegir lo que hay o lo que querríamos, preferimos eso, como palanca de cambio.
Jordi Borja, en su estudio, durante la entrevista con 'Crónica Global' /CG
--Colau siempre que puede inclinarse por las tesis independentistas lo hace. ¿No se ha equivocado?
--Lo hace, sí, pero se queda a medias. Y debe encontrar la superación de ese debate, si no, estás entre dos fuegos. Al Ayuntamiento le falta un proyecto de ciudad, un discurso de fondo, porque Barcelona no es ni Matadepera ni Cornellà. Para llevar a cabo un proyecto transformador, además, necesitas dos o tres mandatos, como los tuvo Pasqual Maragall.
--¿Qué le transmite Manuel Valls? ¿Puede ganar?
--Lo tiene difícil. Hay tres alcaldables muy claros: Ernest Maragall, Ada Colau y Manuel Valls, que lo tiene más complicado que los otros dos. El único aliado de Valls, por ahora, es Ciudadanos, y existe una cierta tensión entre él y el partido, porque no quiere ser prisionero de la formación de Albert Rivera, que se parece cada vez más a Primo de Rivera que a Jacques Delors, por ejemplo, para nombrar a un democristiano presentable. Valls sólo podría ganar con la abstención de los socialistas, si llega en primera posición. Respecto a Ada Colau, si quiere gobernar necesitará a Esquerra y a los socialistas.
--¿Ve un tripartito en el Parlament?
--Lo veo difícil, porque Esquerra no puede decir que eso de la independencia será para más adelante, y los socialistas no pueden apoyar la independencia. Pero depende todo de quién quede primero en las elecciones, en las que sean. Respecto al Ayuntamiento, creo que quien lo tiene más fácil es Ernest Maragall. Y si Ferran Mascarell acaba siendo candidato, lo más lógico es que se entienda con Maragall.
--¿Se equivocó Colau con el PSC, al romper el acuerdo?
--Mucho, y me consta que a ella no le gustó, pero es que su error fue organizar una consulta en la que participan siempre los más ideologizados, con gente de las CUP, y sin decir que haría ella misma. Ada tiene la cultura de los movimientos sociales, y cuando estás en el gobierno debes tener muchas cosas, contar con diferentes apoyos. Si sacas adelante el 50% de tu programa, ya es muchísimo.
--¿Qué salida tiene Cataluña en estos momentos?
--Yo creo que sólo hay tres posiciones: la autonomía, con algunas reformas; un federalismo asimétrico, y la independencia. Y me parece que entre la primera y la segunda se podría lograr una propuesta conjunta, como han propuesto algunos constitucionalistas, como Herrero de Miñón, con una disposición adjunta. Como la independencia parece una aventura, es muy probable que ganara la intermedia, pero hay que votarla.