Bilbeny: "Nos interesa una España que nos hace más bien que mal"
El filósofo reivindica el diálogo y fórmulas atrevidas que lleven a la mayoría de catalanes a un nuevo acuerdo sobre la "nacionalidad" catalana, con una visión plural
10 junio, 2018 00:00Norbert Bilbeny (Barcelona, 1953), diserta, enlaza frases y se anticipa a posibles preguntas. Habla con voluntad pedagógica, y toma distancia para asimilar, él mismo, el alcance de sus palabras. Catedrático de Ética en la Universidad de Barcelona, Bilbeny cultiva diversas facetas, con la voluntad de influir en la sociedad catalana. Es vocal de la Sociedad de Estudios Económicos, que acoge en su seno Foment del Treball, y presidente del Consejo Social del Ateneu Barcelonés.
Cita a Crónica Global en ese centro de la cultura catalana, que es un símbolo de una cierta esencia del catalanismo, en un jardín que ha quedado congelado en el tiempo, tal vez el de una Cataluña que fue, pero ya no es, aunque para algunos, como el presidente Quim Torra, que añora los años treinta del pasado siglo, debería seguir siendo. Bilbeny asume la realidad, y reclama un diálogo que acerque posiciones, aprovechando el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, con fórmulas atrevidas. Y reivindica la conexión con una España que ha sido positiva para Cataluña. “Nos interesa una España que nos hace más bien que mal, y hay que reconectar con esa España, la de Pi i Margall, de Américo Castro, de Pedro Laín, la de una nación plural”. Bilbeny publicó en 2016 Reglas para el diálogo en situaciones de conflicto (Los libros de la Catarata), en el que incide en cómo recuperar el entendimiento.
--Pregunta: ¿Qué se abre tras la moción de censura y el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez? ¿Se justifica todo lo que ha ocurrido en tan poco tiempo?
--Respuesta: Debería haber un antes y un después de la moción de censura, a pesar de las dificultades y lo que supone, en cuanto a las relaciones personales, para los que estaban en el poder. Pero no debe haber una etapa de revanchismo, debemos ir hacia una cultura del pacto, y privilegiar las relaciones europeas. Tengo esperanzas en que se podrá retomar el diálogo, y que se puede redescubrir la cultura del pacto, no sólo el diálogo, que ya es mucho, sino un pacto entre el catalanismo político y el soberanismo constructivo y las fuerzas principales en el parlamento español, donde debería estar también el PP, que tiene que tener un papel como derecha conservadora en España, y Ciudadanos.
--¿Con qué objetivos?
--Se debería llegar a un gran pacto. Pero no necesariamente una reforma de la constitución, que no es realista ahora, no es viable. No creo que la cuestión esté madura, con el Parlamento y el Senado muy divididos. Veo más realista y necesario una reforma del Estatut, pero no un Estatut de autonomía, sino un Estatut con las aspiraciones nacionales de Cataluña, dentro del marco español y europeo, un estatuto para la nacionalidad de Cataluña.
--¿Qué le parece, en todo caso, el modo en cómo se ha llegado a esta situación, tras la sentencia del caso Gürtel?
--Es una reacción que desde un punto de vista ético es muy importante. Se reacciona con una moción de censura tras una sentencia de un enorme calibre. De hecho, Rajoy incitó en su momento a Sánchez a que presentara una moción de censura. Lo que ha ocurrido es positivo, porque se ha corrompido un partido, por dentro, con 900 cargos imputados. Es aquello que se le atribuye a Pío Cabanillas, cuerpo a tierra que vienen los nuestros. Me parece que se había llegado a una situación que era insostenible.
--Mariano Rajoy no se lo esperaba, ¿lo entiende?
--No puedo estar en la cabeza del señor Rajoy, pero entiendo que estaba bien informado, y que le podía sobrevenir esta crisis, y que por la situación de su partido no podía descartar esa posibilidad. Todo depende de la psicología de cada uno, yo creo que él pensaba que estarían más tiempo en el poder, tras la aprobación de los presupuestos, y que los cargos corruptos irían pasando por los juzgados, sin más implicaciones.
--¿Y entiende la decisión de los partidos independentistas?
--Sí, la política hace extraños compañeros de cama. Y tienen gente experimentada en Madrid que puede llegar a acuerdos.
--Usted reivindica el catalanismo, y cree que puede llegar, todavía, a pactos, con un acercamiento a ese soberanismo “constructivo”. ¿Pero, no estaba muerto ese catalanismo?
--En absoluto. Ni lo está, ni lo estará, por muchas circunstancias, por cuestiones socioeconómicas, históricas. Las inercias son muy fuertes para que ese catalanismo se exprese, de forma diferente. Por ejemplo, creo que deberíamos hablar más de nacionalidad, sin tocar la Constitución, de acuerdo con el artículo 2, que habla de nacionalidades y regiones. Muchos catalanes olvidamos la noción de España, y muchos españoles han olvidado la palabra nacionalidad, y nos hemos olvidado de muchas cosas. Se habla de España, pero se dice Estado español. Todo eso ha generado equívocos, desencuentros. Seamos realistas y legales y volvamos a las nacionalidades y a la idea de un Estado plurinacional, con la nación española, la vasca y la catalana. Hay quien cree que eso no puede ser, que unas excluyen a las otras, que con la española ya se integran las otras, pero si pensamos que España es una nación de naciones, que no es una contradicción, podremos encontrar una salida.
--¿Sería positivo y podría ayudar reconocer que todo ha sido producto de diferentes frustraciones, de unos y otros, de la imposibilidad de culminar proyectos nacionales?
--Hay que mirar hacia delante. La idea de la nación española se desarrolla a partir del siglo XIX, y por parte de los liberales, que contribuyen a ello, con federalistas, y catalanes, es una España que está en marcha, como decía Celaya; el plebiscito de cada día, como sostenía Renan. Nos interesa una España que nos hace más bien que mal, admitir de nuevo esa visión de España, la que viene de Pi i Margall, Américo Castro, Bosch i Gimpera, Pedro Laín, Dionisio Ridruejo, o Anselmo Carretero. Y será posible si España se concede y se ve como nación plural.
--Pero eso exigirá un esfuerzo no sólo de una parte, sino también del independentismo.
--Sí, claro, debemos contar con la incomprensión de personas de las dos partes, pero se debe llegar a un esfuerzo para lograr ese diálogo. Para que se llegue a ese diálogo, se debe hacer el ejercicio de la interlocución, entre instituciones, entre personas, si no llega esa interlocución, todo será muy difícil. La interlocución es la red para probar el diálogo. Desde Cataluña también debe llegar ese esfuerzo. Y trabajar para que no se anticipen esas visiones de España más uniformistas, de Unamuno, de Savater, de Juaristi, que no nos hacen bien porque es una visión castellanista de España, que no prosperará en una comunidad tan diversa como es la española.
--¿Rajoy pudo haber acercado posiciones, tenía margen para ello?
--Por descontado, con diálogo, sabiendo qué pasaba en Cataluña, y sabiendo nosotros qué pasaba en el resto de España. Saber de dónde había partido todo, con diversos factores en juego. Uno de ellos fue la crisis económica, de 2008, y la sentencia del Estatut, de 2010, después del referéndum, con una manifestación que protagonizó el presidente José Montilla. También contribuyó la corrupción, muy generalizada, en todas partes, en Cataluña también. Todo eso fue muy desilusionante, especialmente para los jóvenes, para los que buscaban trabajo, que habían estudiado, y para los que vieron sus sueldos muy rebajados. Todo eso influyó. Y el PP debía haber reaccionado, simplemente acercándose al problema. ¿Por qué tantos jóvenes salían a la calle con esteladas?, porque estaban ilusionados, porque con la falta de perspectivas, y con ese sentimiento y emociones, se apostó por la independencia. Detrás de todo eso, había y hay un nacionalismo, una historia. ¿Hay disponibilidad política para arreglarlo? No lo he visto, y por ello hubo gente que se pasó al independentismo, y jóvenes, que se pasaron al independentismo.
--Pero también hay mucha gente mayor, especialmente señoras mayores con lazos amarillos.
--Sí, mucha gente, también mayor, buena gente, que ahora entendería que se llegara a un acuerdo. A la gente le gusta más la convivencia que la ruptura. Debemos ir a las raíces, y tener en cuenta que es casi la mitad de la sociedad. Estoy convencido que les gustaría más vivir juntos. Muchos tenemos abuelos y padres que han nacido fuera de Cataluña, casi todos simpatizamos con las culturas de los otros pueblos de España, las tradiciones andaluzas gustan en Cataluña, Madrid se siente como una ciudad hermana, y al revés también. Insisto en que la mayoría viviría mejor, estamos a tiempo para llegar a acuerdos, y creo que se podría desactivar con una nueva ley, un estatut de la nacionalidad de Cataluña, con políticas fiscales y políticas sobre la presencia internacional.
--Entonces, ¿está de acuerdo con la propuesta del Círculo de Economía, sobre un mayor autogobierno, con un nuevo Estatut?
--Sí, porque eso demuestra que se toca la realidad, que se asume la realidad.
--Pero, ¿no cree que es un premio a los que se han saltado la legalidad, que puede resultar como una justificación por lo que el independentismo ha hecho?
--Se debe explicar bien, y dejar claro que no es un premio, que es una propuesta para no dividir, para acordar con el resto de España, dentro de la Constitución, y como un homenaje a todas las partes, que no se han enfrentado, pero sí se han dividido. Creo que se debe ver como un homenaje a la razón y a la valentía de las dos partes, para demostrar que se pueden reconciliar, con el refuerzo del sentido convivencial.
--¿Y la lealtad mutua? ¿No se debería asegurar esa lealtad?
--Sí, pero tampoco se puede pedir afección a los ciudadanos. Hay que pedir que se respete la ley y se paguen impuestos, como decía Tarradellas. Hay que fomentar la convivencia y la participación, pero no los sentimientos y las lealtades, porque eso forma parte de otra época, El juramento de los Horacios, eso es otra cosa. No hablaría de lealtad, sino de ciudadanos libres e iguales.
--¿Y todo eso en un periodo corto?
--En dos o tres años, creo que se puede hacer, sin tocar la Constitución. Un Estatut nuevo, con ampliación de competencias.
--Antón Costas, precisamente, expresidente del Círculo de Economía, ha señalado que llega el momento de un nuevo acuerdo, entre iguales, que revise determinadas cuestiones, un nuevo pacto interno entre catalanes, y que cuestione el consenso hegemónico que lideró el catalanismo. ¿Lo comparte? ¿Es posible?
--El pacto es un deber político y moral. Se debe establecer a diario, un consenso que se debe renovar. Pero no creo que deba ir un paso atrás, con competencias que se han desarrollado, en educación o cultura, que no han dividido a la sociedad.
--¿Nada que revisar?
--Al alza, en todo caso, si hablamos de competencias, y a la baja respecto a los malentendidos y actitudes de rechazo hacia España, como ha ocurrido en los últimos años. Las dos cosas. Porque lo que ha pasado no es un rechazo o enemistad de una comunidad a la otra. Han ocurrido cosas por una ignorancia mutua, no ha sido por una voluntad de conflicto. Ha habido un desentendimiento por ignorancia y prejuicio, que nos ha llevado a lo peor, al prejuicio de la xenofobia, que es lo peor, y que deberíamos desterrar, no hay un rechazado de los catalanes hacia España, ni de los españoles hacia Cataluña. No hay un resentimiento. Y eso lo deberíamos tener claro.