Clichés y mantras del lenguaje político se hacen obsoletos en un nanosegundo y acaban siendo un lastre para la claridad expresiva y la precisión conceptual. Ahora regresa el efecto retórico del "antes y el después". Esta semana pasada se han aglomerado una funesta coincidencia de elementos de "un antes y un después". Indudablemente, vale para Mariano Rajoy, un político de prudencias y tiempos que se han ido agotando con un gobierno escuálido, un partido sin renovación y una falta notoria de imaginación política, como prueba el argumentario post-Gürtel, en el que la carencia dialéctica de la calle Génova ha sido flagrante. Salir al paso de la sentencia Gürtel con el argumento de que la economía va bien --y que así seguirá gracias a la aprobación de los presupuestos-- o que en los demás partidos también hay corrupción es un lenguaje retro. Una vez más, el desinterés de Rajoy por las ideas y sus estrategias de comunicación ha mostrado su lado negativo y que ya no es el propio de un partido atrápalotodo sino del agotamiento.
Presentar mociones de censura o reclamar la convocatoria de elecciones generales también implican un "antes" y un "después" que --como hemos vistos en iniciativas políticas similares-- a menudo tienen los rasgos de un farol o de un amago. ¿Merece el Gobierno de Rajoy una moción de censura? Sí. ¿Una censura en la que coadyuven los escaños independentistas y que permita al diputado Rufián insultar al Estado? No. De nuevo Pedro Sánchez se erige en hombre del antes y el después. En este caso, después de haber dado un apoyo contundente a la aplicación del 155 en Cataluña, el envite de la moción de censura recurriendo al camarote de los hermanos Marx es arriesgado para un PSOE al que la cuestión catalana le quita votos que van a parar al partido de Albert Rivera.
Unas elecciones anticipadas, ¿tendrían un efecto catártico? Es dudoso, aunque sea cierto que el período Rajoy requiere de una catarsis. A esa acumulación de disyuntivas se le llama incertidumbre. Por eso podría decirse que esta ha sido una semana sin política. Y en paralelo, las cruces y los lazos amarillos independentistas intensifican la discordia en la sociedad catalana, llegando al Parlamento autonómico en un paroxismo de antiparlamentarismo secesionista. Es otro componente de la retórica del antes y el después porque el caso Gürtel viene de lejos, el debilitamiento de Rajoy no es de hoy y el desafío al Estado lleva siendo una constante en Cataluña, que Quim Torra ha desbordado. Es un momento idóneo para la antipolítica, hasta tal punto que o se hace política o todo pierde credibilidad, el Ibex seguirá padeciendo en bolsa y la autoridad legítima irá deshilachándose más.