En materia de inversión, existen dos palabras claves: rentabilidad y riesgo. Y una lección que todo inversor debe conocer, recordar y nunca olvidar: la búsqueda de una mayor rentabilidad casi siempre supone incurrir en un superior riesgo. Los dos anteriores vocablos dividen a los inversores en dos grandes grupos: conservadores y arriesgados. Los primeros son los que priorizan un bajo riesgo, los segundos los que dan más importancia a la rentabilidad.

Los productos preferidos por los inversores conservadores son los depósitos a plazo y las letras, bonos y obligaciones del Tesoro. En todos ellos, el interés a percibir está establecido en el momento de su contratación. Por tanto, si el ahorrador los mantiene hasta el final de su vida, la rentabilidad prevista siempre es la obtenida. No obstante, con ellos un inversor puede perder dinero o únicamente poder adquisitivo. En otras palabras, puede recibir menos capital del aportado o conseguir más, pero con un menor valor, debido a la existencia de inflación.

En el ejercicio de 2018, los inversores que contraten un depósito a plazo fijo perderán poder adquisitivo. El motivo será el escaso tipo de interés obtenido. En junio de 2017, la rentabilidad media de las nuevas imposiciones a dos o menos años se situó en el 0,14%. En 2018, preveo que aumente y se acerque en diciembre al 0,4%. No obstante, será inferior a la inflación prevista, que se situará alrededor del 1,7%.

En el ejercicio de 2018, los inversores que contraten un depósito a plazo fijo perderán poder adquisitivo

Las causas del aumento de la rentabilidad serán el progresivo incremento de la facilidad marginal de depósito (actualmente en el -0,4%) y la perspectiva de que el BCE suba el tipo de interés de referencia en el segundo trimestre de 2018. No obstante, la elevada tasa de liquidez de los bancos (ratio préstamos / depósitos) hará que exista una escasa competencia entre ellos para captar imposiciones de ahorradores e impedirá un repunte superior en su tipo de interés.

El 30 de septiembre de 2018, el BCE dejará muy probablemente de adquirir deuda pública y privada. Por tanto, especialmente en los plazos largos, disminuirá la demanda de bonos y obligaciones, caerá su precio y aumentará su tipo de interés, pues las dos últimas variables varían en sentido contrario. Por dicho motivo, considero bastante probable que el tipo de interés a largo plazo (10 años) de los bonos del Reino de España, situado al cierre del mercado en 2017 en el 1,57%, supere el 2,25% en diciembre de 2018.

Dicha evolución hará que los inversores que posean fondos de inversión de renta fija pierdan dinero. Indudablemente, la pérdida será mayor en los de riesgo más elevado. En concreto, en aquellos cuya vida media de su cartera se sitúe más próxima al largo plazo (10 o más años) que al medio (entre 3 y 10) o corto (por debajo de 3).

Los inversores arriesgados son los que invierten una parte considerable de su capital en acciones o divisas. A veces, combinan ambos activos, al realizar compras en mercados donde los valores cotizan en una moneda diferente a la de su país. Es lo que sucede cuando desde España se adquieren acciones del índice Standard & Poor’s 500 (cotizadas en dólares) o del Nikkei 225 (en yenes). En dichos casos, hay dos potenciales vías de plusvalía: la revalorización de las acciones y la apreciación de la moneda extranjera.

En 2018, la renta variable tiene una magnífica perspectiva en los países desarrollados

En 2018, la renta variable tiene una magnífica perspectiva en los países desarrollados. En la zona euro, la revalorización de las acciones vendrá impulsada por un elevado crecimiento del PIB (en promedio superará el 2,5%), la estabilidad política y la abundancia de liquidez. Esta última será el resultado de las compras de deuda realizadas por el BCE desde marzo de 2015, un tipo de interés de referencia nulo y uno reducido, en términos históricos, del mercado de bonos a largo plazo.

En EEUU, el factor clave será la reforma fiscal recientemente aprobada. En concreto, la disminución de los tipos del impuesto sobre la renta, del de sociedades de carácter federal (del 35% al 21%) y de los gravámenes cobrados a la repatriación de capitales (del 35% hasta un mínimo del 8%). El primero aumentará el gasto de las familias. El segundo y tercero los beneficios empresariales después de impuestos y, por tanto, la inversión privada. Ambos harán que el PIB aumente desde aproximadamente el 2,5% en 2017 a más del 3% en 2018. También ayudará una considerable apreciación del dólar.

La repercusión positiva de los anteriores factores sobre la renta variable no será compensada por los negativos efectos provocados por la subida de los tipos de interés a corto y largo plazo. La primera originada por el aumento de la tasa de inflación. La segunda por ésta y la expectativa de un incremento sostenido del déficit público. Este último será principalmente consecuencia de la pérdida de recaudación directa de 1,5 billones de dólares, generada durante la próxima década por la reforma fiscal.

La gran duda estará en los países emergentes. Para ellos, la coyuntura internacional ideal consiste en un elevado incremento del precio de la mayoría de las materias primas y una caída de la cotización del dólar respecto a la mayor parte de divisas mundiales. La primera variable dependerá en gran medida de la evolución económica de China. En concreto, de si su crecimiento sigue al alza, tal y como sucedió en 2017 (del 6,7% al 6,9%) o, por el contrario, se desacelera de forma significativa, como lo hizo en los ejercicios anteriores.

El segundo factor no beneficiará a sus bolsas. A diferencia del pasado año, en 2018 el dólar se apreciará significativamente respecto a la mayoría de divisas. En relación al euro, estimo que el tipo de cambio se situará entre la paridad y los 1,05 dólares.. Los motivos principales serán la repatriación de capitales de las empresas norteamericanas, un mayor tipo de interés y nivel de crecimiento que la zona euro y la retirada de dólares del mercado por la venta de deuda pública y privada realizada por la Reserva Federal.

En España, los fundamentos económicos de la bolsa son excelentes

En España, los fundamentos económicos de la bolsa son excelentes, pues el país crecerá alrededor del 3% en 2018 y en la actualidad el Ibex cotiza con un considerable descuento respecto a la mayor parte de los índices europeos. La principal preocupación la genera la política. En concreto, si el denominado "problema catalán" continuará afectando o no a la confianza de los inversores.

Los sectores más interesantes para invertir serán la banca, la promoción inmobiliaria y el gran consumo. La primera por las expectativas de subidas de tipos, la consecución de plusvalías por la venta de activos inmobiliarios y la reducción de la morosidad. La segunda por el aumento de las ventas de viviendas (alrededor del 20%) y la subida de su precio (superior al 10%). El tercero por el incremento de las compras derivadas de la mejoría económica de la zona euro, el aumento del empleo en España (más de 450.000 nuevos puestos de trabajo netos) y la ganancia de poder adquisitivo de la mayoría de trabajadores del país, al superar el incremento salarial medio fijado en los convenios la tasa de inflación.

No obstante, la gran atracción de 2018 será el bitcoin, al igual que lo fue en 2017, pero por motivos completamente opuestos. Mi perspectiva es que su cotización sufra un gran batacazo, pues su elevado valor de mercado (14.427,87 dólares) no es un fruto de una elevada escasez, ni de un gran uso en las transacciones económicas, sino de una espectacular especulación. En 2017, su cotización se revalorizó un 1.490,13%.

En definitiva, si no surgen nuevos problemas políticos, 2018 será un año muy positivo para las bolsas de los países desarrollados. Uno de los índices con mejor evolución probablemente sea el Ibex 35. Por el contrario, las perspectivas son malas para la renta fija y pésimas para el bitcoin. En la actualidad, un activo únicamente apropiado para inversores suicidas. Los que no lo sean, deben recordar la frase más interesante que probablemente aparece en todos los folletos de propaganda de los fondos de inversión: "Rentabilidades pasadas no garantizan las futuras". No la ponen por devoción, sino por obligación.