Otro magnate se ha salvado por los pelos de tener que sentarse en el banquillo de los acusados. Se trata del empresario Juan José Hidalgo, de 75 años, presidente y dueño del gigante turístico Globalia-Air Europa-Viajes Halcón.
Le imputaron por irregularidades en las subvenciones para la compra de billetes de avión que disfrutan los residentes en Canarias, Baleares, Ceuta y Melilla. Tras practicar arduas diligencias, el magistrado de la Audiencia Nacional Eloy Velasco ha resuelto que se abra vista oral contra la sociedad Globalia Servicios Corporativos por un delito de fraude continuado. El grupo ya lleva pagados casi 23 millones en resarcimiento de las cantidades que hurtó.
A la vez, el juez estima que no se ha podido averiguar cuál de los ejecutivos del consorcio turístico ordenó perpetrar la mangancia. En consecuencia, acuerda el archivo de la causa contra Hidalgo, jefe supremo del conglomerado.
Éste se suma, así, a la lista de los plutócratas que logran escabullirse de los largos tentáculos de la justicia.
Descubiertos los chanchullos, los autores dieron en contratar a carísimos togas de oro, que emprendieron las oportunas negociaciones con la fiscalía, la abogacía del Estado y la judicatura. Y se obró el milagro de los acuerdos
En los últimos tiempos hemos presenciado una serie de acuerdos extrajudiciales por los que los presuntos delincuentes se libran de pasar una temporada entre rejas. A todos ellos se les cazó mientras se entregaban al deporte de escamotear al fisco cantidades copiosas.
Descubiertos los chanchullos, los autores dieron en contratar a carísimos togas de oro, que emprendieron las oportunas negociaciones con la fiscalía, la abogacía del Estado y la judicatura. Y se obró el milagro de los acuerdos. Los investigados reconocen los delitos, se ponen al día con el ministerio de Cristóbal Montoro, eluden olímpicamente la prisión... y santas pascuas.
Entre tales privilegiados figura Emilio Cuatrecasas, impulsor y factótum de un conspicuo gabinete jurídico. El individuo solía camuflar como dispendios de actividades empresariales sus gastos particulares y familiares de vivienda, mobiliario, coches, yate de recreo, viajes de placer e incluso los salarios del servicio doméstico. A tales efectos, montó una burda trama de negocios simulados a los que cargaba las facturas personales, con la obvia finalidad de soslayar el pago al erario.
El ministerio público le achacó ocho delitos fiscales y reclamó duras penas carcelarias. Pero Cuatrecasas consiguió pactar. Contra desembolso de 5,6 millones, le rebajaron la pena a dos años. Como carece de antecedentes, no llegó a pisar la penitenciaría.
Otro relevante caso lo protagonizó Manuel Torreblanca, marido de la acaudalada Liliana Godia. Su irresponsabilidad alcanza unas cotas insólitas. Pese a que derrochaba fortunas en toda clase de lujos, ni siquiera se tomó la molestia de presentar las declaraciones de renta anuales.
Pillado también con las manos en la masa, tuvo el gesto de asumir la culpa entera y librar a su mujer. En esta ocasión, el trato consistió en aceptar los consabidos dos años a la sombra, pero sus deslices le salieron mucho más caros que a Cuatrecasas: hubo de aflojar casi 9 millones.
Quevedo acuñó una expresión que hizo fortuna: poderoso caballero es don dinero. Cuatro siglos después, queda bastante claro que sigue plenamente vigente
Así mismo se vieron en el trance de rendir cuentas la hermandad Lluís, Jordi, Mariona, Montserrat, Artur y Aurelia Carulla Font, dueños de Gallina Blanca y otros muchos negocios alimentarios.
Hacienda les acusó de evadir 61 millones de beneficios mediante una red de sociedades sitas en paraísos de medio mundo. Finalmente, Lluís Carulla, el mayor de todos, se cargó el muerto y se declaró artífice de todo el entuerto. Tras un pacto de conformidad, se le aplicó una pena simbólica. Además, los seis demandados satisficieron 6,4 millones en concepto de cuotas eludidas.
Las peripecias transcritas palidecen frente a otros enormes choriceos destapados en Madrid. El de mayor bulto es sin duda el de la dinastía Botín, a la que se sorprendió con 2.000 millones ocultos en Suiza. En este episodio, la fiscalía no llegó a intervenir. Por su parte, la Agencia Tributaria, con una amabilidad estupefaciente, se limitó a rogar a la famosa estirpe de banqueros que se pusiera al día. Los Botín abonaron de inmediato 200 millones sin pestañear y el asunto se archivó.
A la relación de espabilados transcrita cabe añadir varios famosos como los futbolistas Lionel Messi y Javier Mascherano o la soprano Monterrat Caballé. Unos y otra defraudaron unas sumas que para el común de los mortales implican ir a la trena. Ellos ni la rozaron.
Francisco de Quevedo acuñó una expresión que hizo fortuna: poderoso caballero es don dinero. Pese a que van transcurridos casi cuatro siglos desde que la dejó escrita, queda bastante claro que sigue plenamente vigente.