El día de la marmota, que en la versión española estrenada como Atrapado en el tiempo, del director Harold Ramis, es una celebrada película de 1993 del género fantástico que en Cataluña podríamos celebrar todos los 15 de octubres en que se conmemora el fusilamiento del president Lluís Companys por un juicio sumarísimo dictado tras un tribunal militar franquista.
Declarar el 15 de octubre como el día de la marmota es lo más parecido a la película de Ramis, porque cada año se repite la declaración oficial de la Generalitat de que el Estado español tiene que pedir perdón a no se sabe bien qué, si a Cataluña o a los nacionalistas, por el fusilamiento del president màrtir.
Hasta hace cinco años es lo que pedía el capitoste de ERC, pero desde que en el otoño de 2012 el president de la Generalitat se echó al monte, lo repite antes Artur Mas y ahora su ventrílocuo Carles Puigdemont; pero lo sorprendente es que este año han puesto a tres tenores en un sin par fuego de batería: Carles Puigdemont, Artur Mas y Carme Forcadell, con el acompañamiento coreográfico de Xavier Domènech.
Exigir al actual Estado que pida perdón por las decisiones del Estado franquista equivale a la memez esquizofrénica de equiparar democracia a dictadura
Es un síntoma de esquizofrenia (un grupo de enfermedades mentales que se caracterizan por alteraciones de la personalidad, alucinaciones y pérdida del contacto con la realidad, se ha extendido como la peste entre las huestes separatas). Domènech no lo es, por eso digo que con el acompañamiento coreográfico. El diagnóstico es esquizofrenia política.
Sí, lo digo sin exagerar porque me parece esperpéntico que personas adultas equiparen la dictadura franquista con la democracia que ¿treinta y ocho años es mucho tiempo? Más tiempo hace que se aprobó la Constitución americana, en 1787, y a nadie se le ocurre cambiar la Constitución, sino sólo añadir enmiendas que no afectan a la integridad nacional.
Exigir al actual Estado que pida perdón por las decisiones del Estado franquista equivale a la memez esquizofrénica de equiparar democracia a dictadura; a cualquiera de los seis presidentes de Gobierno que hemos tenido desde 1978, al general Franco.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza a Mas diciendo que la sombra del franquismo es alargada; a Puigdemont cuando insulta a la inteligencia afirmando que en España no existe separación de poderes, en pleno juicio de los tejemanejes de la Gürtel. Que responsables políticos digan lo primero que les pase por la cabeza. Pero lo peor no es eso, sino que sus seguidores les aplaudan con las orejas.
No entiendo que no se le caiga la cara de vergüenza a Mas diciendo que la sombra del franquismo es alargada
Vuelvo al 15 de octubre: desde hace veinte años veo que la víspera del 15-O los nacionalistas hacen marchas nocturnas con antorchas. No puedo evitar recordar esas magistrales y tétricas imágenes rodadas por la directora Leni Riefenstahl de las marchas nacionalistas alemanas de Hitler.
Las recuerdo cada vez que veo estas marchas nocturnas de la víspera del día de la marmota, pero nunca se me ha pasado por la cabeza la memez de calificarlos de nazis. Es la misma estupidez que equiparar el Estado franquista al democrático. Por esa misma asociación de ideas habría exigir al Estado español que pidiera perdón a la Iglesia por la escabechina de curas durante la Guerra Civil; a Andalucía por el vergonzoso crimen de Casas Viejas; a los falangistas por el fusilamiento de José Antonio o a los familiares de los capitanes de Jaca, Galán y García Hernández, por las ejecuciones sumarísimas semanas antes de la proclamación de la II República.
Los cuatro: la Iglesia, Andalucía, los falangistas y los descendientes de los mártires de la República podrían reclamar la misma reparación histórica de la memoria por sus caídos. No se me ocurre esta memez porque no padezco de esquizofrenia, empero se les ocurren a quienes nos gobiernan.