Si se sigue a los medios de comunicación, parecería que la más que probable reelección de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno es una responsabilidad exclusiva de la nueva gestora del PSOE, si, como parece, finalmente los diputados socialistas --o parte de ellos-- se abstienen en la investidura.
La repetición de las elecciones y el fracaso electoral de PSOE y Podemos fue la prueba fehaciente del error de Sánchez e Iglesias. Ni hundimiento del PP, ni sorpasso de Podemos
Nada más lejos de la realidad. Los auténticos culpables son Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. La negativa de Iglesias a apoyar la investidura de Sánchez y la incapacidad y falta de reflejos del hasta hace poco líder socialista para, una vez vista la negativa de Iglesias, elaborar un programa de reformas para abstenerse, o para exigir la sustitución de Rajoy y hacer un gobierno de coalición con PP y Ciudadanos que afrontara muchos de los problemas pendientes en España y que, además, hubiera consolidado a Pedro Sánchez como hombre de Estado y gobernante fiable, son las causas de la situación que vivimos.
La repetición de las elecciones y el fracaso electoral de PSOE y Podemos fue la prueba fehaciente del error de Sánchez e Iglesias. Ni hundimiento del PP, ni sorpasso de Podemos. A partir de ahí han pasado tres meses sin que Sánchez haya sido capaz de presentar alternativa alguna a un gobierno de Rajoy, ni de condicionar su reelección, abocándonos a unas terceras elecciones que sólo servirían para ampliar la mayoría popular y materializar el sorpasso de Podemos que permitiría a esta formación recuperarse del fiasco del 26J y acelerar la desaparación del PSOE.
Abstenerse no significa apoyar establemente al nuevo gobierno, que deberá ganarse su permanencia día a día, ley a ley
Llegados a este punto, la rebelión de la ejecutiva y del comité federal del PSOE contra Sánchez es el mal menor para los socialistas. Abstenerse no significa apoyar establemente al nuevo gobierno, que deberá ganarse su permanencia día a día. Ley a ley. Se abrirá, por tanto, la posibilidad de reformas y de consolidar a un nuevo líder socialista que pueda transmitir a la sociedad la confianza que Sánchez no ha conseguido. Es lógico que el fracaso electoral y negociador de Sánchez le haya costado el liderazgo del PSOE. Como quizás se lo hubiera costado a Iglesias si la crisis socialista no hubiera tapado el fracaso podemita.
En conclusión, Sánchez e Iglesias son los responsables de que estemos a la puerta de la reelección de Rajoy. Que no desvien la atención y expliquen a sus votantes y militantes por qué no han sido capaces de ponerse de acuerdo cuando debían. Y los socialistas, una vez evitado el mal mayor de unas nuevas elecciones que les hubieran resultado fatales, deberían ser flexibles y no exigir un voto unánime a sus diputados. Su futuro no se decidirá por lo que pase en la investidura de Rajoy sino por su acierto en la elección de un nuevo líder, la labor de oposición en la futura legislatura y su capacidad para elaborar una alternativa a la derecha, útil para resolver los desafíos de un mundo global, cambiante e inestable.