Mariano Rajoy ya lo dijo en su fría defensa del pacto con Ciudadanos para la investidura tras el 26J. El acuerdo era necesario, pero no suficiente. No se trata de ser investido, sino de gobernar, dijo entonces a quienes quisieran entenderle.
En las últimas fechas, han sido muchos los dirigentes del PP que han ido poniendo las cartas boca arriba poco a poco, al ritmo acompasado del desmoronamiento del PSOE. Fátima Báñez da por hecho que no se tocará una coma de la reforma laboral en la nueva legislatura. Luis de Guindos ya admite que habrá que recortar medio punto del PIB este año y el próximo --10.000 millones en total-- para acercarnos al objetivo de déficit; algo que hasta ahora había negado por activa y por pasiva. Soraya Sáenz de Santamaría explica que, en caso de ponerse en marcha, esta legislatura va a ser “muy colaborativa”, una definición repelente que recuerda a esas plataformas digitales que tratan de disfrazar la pura economía sumergida con un traje de modernidad.
¿Alguien cree a la comisión gestora del PSOE cuando dice que lo peor que puede ocurrir es un Gobierno del PP con mayoría absoluta?
Que nadie se llame a engaño. Al PP no le basta con una abstención para pasar la maroma de la investidura, sino que necesita un socio de gobierno para la legislatura, sea corta, cortísima o normal. Y eso lo saben todos los que echaron a Pedro Sánchez, dejaron al partido desarbolado y el miércoles se pusieron la ropa de los domingos para asistir al desfile militar.
¿Alguien cree a la comisión gestora del PSOE cuando dice que lo peor que puede ocurrir es un Gobierno del PP con mayoría absoluta? Lo peor, obviamente, es darle apoyo para que gobierne como si efectivamente la tuviera a cambio de nada.
En unas terceras elecciones, el PSOE corre el riesgo de perder cinco o diez diputados, lo que dadas las circunstancias no parece tan grave. La dirección socialista en la sombra prefiere aplazar la confrontación electoral lo máximo posible, dejar que el PP gobierne y que aplique políticas que en el fondo comparte. Ir a unas elecciones ahora supone, además, convocar primarias y arriesgarse a morder el polvo de un Pedro Sánchez arrasando. Están atrapados. Veremos qué cara ponen cuando tengan que comunicar a sus seguidores que con la abstención no basta.
Esa es la cuestión: la abstención es la cortina de humo para darse un plazo con el que recomponer el partido que ellos han hecho saltar por los aires. Pero Rajoy les va a pedir más. Por algo, sorprendentemente, el PSOE sigue siendo el responsable del bloqueo institucional.