Pensamiento

'Brexiters' sin fronteras

2 septiembre, 2016 00:00

Han pasado ya más de dos meses y ahora resulta que los brexiters no saben ni por dónde empezar. Ni muchas ganas se les ve. Y sus principales cabecillas, ante la perspectiva de que les sorprendan con las manos al timón mientras el buque zozobra, han decidido saltar por la borda.

Los brexiters no tienen dónde caerse muertos. Y esta parábola náutica nos lleva a puertos más cercanos, en concreto, a los del gran timonel Artur Mas y su equipo de grumetes a bordo de la fragata del partido antes denominado Convergència. Fragata remaquillada ahora (provisionalmente) por mor del 3% y los Pujol como Partit Democràta Català en su trayecto a Ítaca o Andorra.

Desde hace tiempo son muchos los que han advertido que la tripulación procesista y, en especial, la exconvergent, navega sin rumbo, ni fijo, ni discontinuo, y más bien parecen deambular a la espera de un final inesperado redentor o de un rescate inmerecido. La verdad es que desde el puerto se les ve remar con bastante desgana, eso sí, lanzando alguna bravuconada, pero con más impostura que otra cosa. En verdad, ahora ya juegan a empatar.

Sin embargo, tienen que disimularlo muy bien, no sea que se produzcan más deserciones o, peor aún, que la tripulación descubra que no saben ni adónde van. Pero eso no es lo peor, el almirante Mas tiene que gestionar también con mucha delicadeza y tino los fuegos amigos cuperos, y su imposición de que el rumbo adecuado es el de la desobediencia, o de lo contrario no habrá “confianza” para su elegido, el vicealmirante Puigdemont.

Pero seamos serios, señores convergentes, desobedecer a la democracia no solo está muy mal visto, es que además es ilegal, aquí y en Bruselas. El gran timonel sabe que con la desobediencia se evaporarían las aguas que sustentan su frágil fragata de attrezzo. Entonces, ¿qué hacer? Pues, de momento, hacemos como que nos refundamos, pero yo al frente. Aunque me hayan puesto de gestores con firma unos jóvenes un poco rebeldes. Pero, en fin, quien día empuja, año que pasa, y ya llevamos más de cuatro de procés. El procés aspira a ser infinito, una forma de vida, sin otra finalidad que la de ir ganando y pasando el tiempo, o como el hámster dando vueltas y vueltas a ninguna parte en su pequeña rueda, y mientras, algunos hacen carrera política, día que pasa, año que cotizo hasta que me jubile.

Los procesistas, sección convergente principalmente, saben que el Estado de derecho no les permitirá salirse de las aguas constitucionales, sin embargo, deben mantener la mirada en el horizonte no sea que se les caiga algún carguito o diputado electo por la borda electoral. Ya han apostado demasiado en esta travesía a la nada como para parar motores ahora. Mientras tanto, hay que dar más carnaza a la tripulación. En esta sociedad líquida de soberanías y responsabilidades compartidas, superpuestas e incluso confusas, hay que tener una cosa clara; la culpa es siempre del otro. Ya sea Bruselas o Madrid, pero hay que señalar claramente al culpable y repetirlo que, si no, la gente se confunde y no están las cosas como para que la tripulación se desanime y baje en el primer puerto de sensatez al que arriben. Si no hay argumentos lógicos, ni legales, ni de sentido común, se tira de mercadotecnia; tenemos un “mandato popular”, somos los depositarios de “la voluntad del pueblo” y punto. Que si lo del “mandato” no consta en las leyes, da igual, me lo he inventado y además queda muy bien, no me vengan ustedes con tecnicismos. Por cierto, lo del “mandato” suena más a Código Mercantil que a Derecho Constitucional.

Pero ese puerto llegará, y será el puerto de la realidad, y los brexiters del mundo, los brexiters sin fronteras, pero tan unidos en dividir, se darán cuenta de que su nave hace aguas y que cuando remamos todos juntos se llega más lejos. Y además el trayecto es más ameno, justo y solidario. Habrá “espantá” tarde o temprano, voluntaria o inducida, y los brexiters se darán cuenta de que es mejor un ratito de vergüenza que una eternidad arrepentido. Y es que ser divisor e insolidario sale caro, y además está muy mal visto.