Stand by secesionista
Decir a estas alturas que las elecciones del pasado 27-S las ganó Junts pel Sí, pero que perdieron el plebiscito que habían planteado, puede parecer una obviedad. No obstante, conveniente repetirlo para que nadie olvide que el último domingo de septiembre en Cataluña se celebraron elecciones autonómicas y por consiguiente ahora, tras constituir el Parlamento y escoger entre los diputados electos un Presidente, éste deberá formar gobierno.
En las próximas semanas veremos si Artur Mas es tan solo un embaucador o es verdaderamente un político capaz de formar un ejecutivo que genere crecimiento económico y creación de empleo
Está por ver si la astucia y la capacidad estratégica que mostró Artur Mas para lograr una candidatura unitaria de la que ERC había renegado hasta la saciedad se prolonga, primero para lograr su investidura, y después para formar gobierno y diseñar la acción que ha de llevar acabo ese ejecutivo.
En efecto, Mas echó el resto para articular la coalición ganadora, llegando incluso a amenazar con no convocar las elecciones si CDC y ERC, más un conglomerado de independientes pro secesión no iban juntos a los comicios. Además, yendo en el cuarto lugar de la lista evitaba hablar de privatizaciones, corrupción y recortes entre otros asuntos. Justo es admitir que la estratagema le ha salido bien y los resultados electorales le han dado a la razón.
Sin embargo, si buceamos un poco en esos resultados, comprobaremos que tanto ERC como CDC, en tanto en cuanto que partidos políticos, han retrocedido de manera clara en estas elecciones. ERC sacó 21 diputados en 2012 y, ahora, cuando lo tenía todo de cara para convertirse en el primer partido de Cataluña, al quedar subsumida en el all i oli de Junts pel Sí, se ha quedado con 19 escaños. Quizás Oriol Junqueras ha perdido la oportunidad de ser presidente de la Generalitat y ha condenado a ERC a ser, en el mejor de los casos, una organización comparsa y no el partido hegemónico de su país.
Por su parte, CDC sigue en caída libre y de los 62 diputados que obtuvo con Artur Mas a la cabeza en 2010 pasó a 50 en 2012, cuando pedía una mayoría “excepcional” para viajar a Ítaca y ahora caen a 30, aunque, eso sí, de forma discreta al ir a las elecciones bajo el paraguas inventado por su líder.
Tras las elecciones del 20-D, si el PP no logra mayoría absoluta, habrá llegado el momento de plantearse una reforma de la Constitución
En las próximas semanas veremos si Artur Mas es tan solo un embaucador o es verdaderamente un político capaz de formar un ejecutivo que genere crecimiento económico y creación de empleo. Un gobierno que luche contra la pobreza y las desigualdades, que sea capaz de recomponer el maltrecho Estado del bienestar, que ofrezca unos servicios sociales como la sanidad y la educación, como mínimo del mismo nivel que tenían cuando CiU llegó al gobierno, y que luche de verdad contra la corrupción. En definitiva, comprobaremos si Artur Mas tiene fuste para ser presidente de la Generalitat, cosa que prácticamente no ha hecho en los casi 5 años que lleva en el cargo.
Y, a su vez, podremos comprobar si Mas es un auténtico hombre de Estado y sabe esperar su momento --que llegará, con toda probabilidad, tras las elecciones generales de diciembre-- y es capaz, entonces, de plantear sus reivindicaciones, pero de manera adecuada y buscando complicidades. Sabiendo que una negociación conlleva siempre alguna renuncia.
Tras las elecciones del 20-D, si el PP no logra mayoría absoluta, habrá llegado el momento de plantearse una reforma de la Constitución. Después de 38 años parece lógico pensar que así es. No obstante, conviene no perder de vista, que esta Constitución nos ha permitido asentar un Estado de democrático y de derecho, inmediatamente después de salir de una larga dictadura. Ha dado estabilidad al sistema político y jurídico, y ha sido eje vertebrador de nuestra convivencia. Por esta Constitución hemos pasado de súbditos a ciudadanos y el régimen democrático al que da sustento es homologable a cualquier otro régimen democrático.
En ese contexto, si los soberanista catalanes capitaneados por Artur Mas son razonablemente inteligentes y son capaces de recabar las complicidades necesarias, podrán encontrar un encaje que dé satisfacción adecuada a muchas de sus aspiraciones. Pero mientras el 21-D no llegue, lo más oportuno es que los secesionistas mantengan un discreto stand by. Sabido es que las prisas son malas consejeras y no vaya a ser que la impaciencia eche el carro por el pedregal. Cosas más raras se han visto.