Una Cataluña independiente aislada e indefensa
El “proceso”, la palabra sábana que sirve para tapar deslealtades (constitucionales y estatutarias) y derivas hacia la imaginaria secesión de Cataluña y, a la vez, para tapar las vergüenzas de la corrupción propia y la solapada contrarreforma de las conquistas sociales (en alianza objetiva con el PP), continua con la alegría de la fiesta, el kitsch en las formas y el autismo de fondo de Artur Mas y la monumental irresponsabilidad de los promotores oficiales.
Si se saliesen con la suya, cosa que será tanto más improbable cuanto más combatan sus falacias los muchos que no han perdido el juicio, Cataluña quedaría aislada e indefensa en un mundo globalizado y convulso.
¿Ignoran las consecuencias o son tan irresponsables que, simplemente, prescinden de ellas? Los más obtusos tildan las advertencias provenientes de los cuatro puntos cardinales de “argumento del miedo”
La pretendida independencia de Cataluña, que no se sabe cómo se substanciaría -alcanzar la condición de Estado independiente es el proceso más exigente del derecho internacional-, comportaría quedar fuera de la Unión Europea, del euro, de los fondos estructurales, del mercado común, (del Tratado de Lisboa, en definitiva), de la OTAN, de la ONU, de los organismos especializados de cooperación (OMS, UNESCO, FAO, OMT...) y, sin la cobertura de seguridad y de asistencia de que dispone actualmente dentro del Estado español, Cataluña quedaría a merced de amenazas y peligros múltiples.
La lista no es broma y es meramente indicativa: yihadismo radical que apunta a Europa, guerra cibernética, cambio climático, crimen organizado internacional (trata de mujeres, inmigración clandestina, drogas...), potencias emergentes inquietantes (China, la India, Paquistán...), neoimperialismo de Rusia, guerras locales, pero desestabilizadoras globalmente, repunte de formas de guerra fría, crisis energética, despiadada agresividad de los mercados financieros...
La sola provocación de una declaración unilateral de independencia -como proponen algunos desbocados-, que ningún Estado ni organismo internacional relevantes reconocería y, por lo tanto, no tendría efectos jurídicos internacionales, produciría, pero, consecuencias financieras y económicas a corto plazo o inmediatas, que recaerían sobre la población catalana, además de envenenar las relaciones con el resto de España y de obligar al Estado a reaccionar.
Ninguna de las lumbreras ideológicas del soberanismo (Francesc Homs, Marta Rovira, Josep Rull, Carme Forcadell, Muriel Casals...) nos habla del aislamiento y de su corolario la indefensión. ¿Ignoran las consecuencias o son tan irresponsables que, simplemente, prescinden de ellas? Los más obtusos tildan las advertencias provenientes de los cuatro puntos cardinales de "argumento del miedo" y, como el flautista del cuento, siguen tocando la música del "proceso" que arrastra multitudes embaucadas, a las que se ocultan deshonestamente las consecuencias de una secesión que es presentada como idílica e indolora.
El aislamiento no haría más libre a Cataluña y la debilidad y la indefensión la convertirían en una presa fácil para cualquier depredador.