Hace unos días, un tal Mahamedi, joven gambiano con residencia en Montornés del Vallés, tuvo la brillante idea de colarse en la comisaría de la policía local blandiendo un cuchillo con el que se lanzó a apuñalar a los agentes allí congregados. Como no podía ser de otra manera, uno de ellos desenfundó su arma reglamentaría y lo mató a tiros.
Normal, piensa cualquiera de nosotros. Si estás tan zumbado como para entrar en una comisaría armado con un cuchillo, lo más probable es que te vuelen la cabeza. Eso es algo que se le ocurre a cualquiera, a no ser que milites en la CUP, en cuyo caso, la agresión repelida a balazos de Montornés se convierte en un crimen racista perpetrado por un poli de extrema derecha.
Esa es la teoría de Laure Vega, estrella ascendente de esa formación que premia a los más delirantes con cargos de mérito (durante un reciente acto en Asturias con las chifladitas locales, nuestra Laure se ciscó en la cadena perpetua para violadores porque, según ella, hay que frenar el punitivismo y aplicar medidas con fundamento; por ejemplo, implementar la renta básica universal para que todas las mujeres catalanas -y, si no hay más remedio, las españolas- dispongan de un dinerito que las empodere y las ayude a resistir las presiones de los babosos: ya lo sabéis, chicas, la próxima vez que os aborde un violador en un callejón oscuro, le enseñáis el último ingreso bancario de la renta básica universal y huirá despavorido).
A instancias de la inefable Laure (que no Laura), la CUP ha emitido un comunicado sobre el incidente de Montornés en el que califica la muerte de Mahamedi (que no Mohamed) de asesinato racista y afea la conducta de los policías de la localidad por haber ignorado los protocolos habituales en estos casos.
Yo creo que si aparece un majareta en la comisaría con un cuchillo y te vas a buscar la Taser (que debe estar guardada en una caja fuerte con combinación o algo parecido), cuando vuelves, ya se ha cargado a dos o tres compañeros y a ti se te han incrementado las ganas de matarlo. Pero si opino así es porque no soy de la CUP, donde la realidad está considerada un constructo social, como el que te adjudica el sexo masculino si naces con pito.
Cuando los incidentes de Salt, la CUP también estableció su versión de los hechos. Achacó los disturbios a un desahucio previo y calificó la actitud de la policía de racista. Es evidente que, para la CUP, cualquier cosa que haga la pasma está mal por definición. En su Arcadia soñada, la policía no existiría y todos seríamos libres y felices y podríamos okupar todas las casas que se nos antojaran sin temor al desahucio exprés.
Si eres de la CUP, vives convencido de estar rodeado de fascistas y racistas, lo cual debe ser bastante latoso, la verdad, pero debe empoderarte lo suyo y te permite venirte para arriba varias veces al día, pues eres de las pocas personas decentes que quedan en la Cataluña catalana.
La CUP va perdiendo apoyos populares a cada elección. Pero lo realmente extraño es que haya llegado a existir como partido político, que es algo que no ha ocurrido en ningún otro lugar de Europa. A estas chicas permanentemente contrariadas -para mí, que les falta cardio; de ahí que se entreguen al primer poli infiltrado con el que se cruzan- dan ganas, después de escucharlas, de decirles aquello tan sentido de Que et moqui la iaia. O la un poco más críptica expresión Demà m´afaitaràs.
Me asombra que una pandilla de fanáticas y absurdas que nunca debieron salir del cau en el que tramaban la revolución en torno a unas birras haya llegado a tener representación parlamentaria. Pero aún me asombra más que haya gente capaz de votarlas. Sí, ya sé que el resto de los partidos también son un asco, pero, por lo menos, siempre hay algún adulto en ellos, algo que no ha sucedido en la CUP desde que estaba al mando aquel señor barbudo y canoso, con pinta de monje de Montserrat, cuyo nombre he felizmente olvidado.
Chicas de la CUP: las cosas ya están suficientemente mal como para encima tener que escuchar vuestras chorradas y vuestra versión alternativa de la realidad, que puede que para vosotras solo sea un constructo a eliminar, pero para los demás es lo único que tenemos.